Avenida de Madrid 105
28500 Arganda del Rey (Madrid)
Habitación: 334
Fecha de entrada: 18/10/2017
Tarifa: 76€ (A+D)
Ubicado en medio de un enorme polígono industrial. Rodeado de gasolineras, restaurantes de comida rápida, campas de coches, naves industriales y a pié mismo de una gran avenida que atraviesa el polígono de la ciudad encontramos un edificio de ladrillo rosado, con simétricas ventanas cuadradas de aluminio blanco. Delante del edificio, un pequeño espacio vallado a modo de parking descubierto con algunos árboles, plazas un poco estrechas y varias reservadas para Teslas y coches eléctricos.
La puerta, giratoria de cristal, se sitúa en una cristalera con vistas al hall de recepción. Sobre ella hay una especie de visera enorme a modo de pequeño y elevado porche. Esa cristalera continúa gran parte de la planta baja dejando ver el restaurante que es una bulliciosa y desordenada franquicia de Lizarrán, donde además se sirve el desayuno.
La recepción es generosa de tamaño. Techo alto. Luz fría. Mármol blanco en el suelo. Sensación poco acogedora. Nada cálida. Mucha gente hablando alto. Follón que viene de la cafetería contigua. A la izquierda hay una zona con tres sofás en rojo alrededor de una mesa y una televisión que emite deportes (aunque sin sonido). Enfrente de la puerta hay un enorme espacio quizá algo desangelado. Al fondo, los ascensores, las escaleras y unos cuantos displays con folletos de la zona. A la derecha de la entrada, junto a la puerta de la cafetería un enorme mostrador de recepción, curvo y también de mármol. Hay un botón para avisar a la recepcionista que está detrás de una mampara de cristal que hace de fondo de la recepción. Demasiado mostrador para sólo una persona.
El proceso es rapidísimo. Pero frío y distante. Tan frío que apenas nos dice "aquí tiene su llave". Le preguntamos por el wifi, que funciona de forma gratuita y bastante veloz en todo el hotel con un sencillo juego de contraseñas. También le preguntamos por el desayuno y nos indica la hora. Damos tres pasos hacia atrás y nos encontramos con los ascensores. Aunque no son nuevos están cuidados. Puertas automáticas revestidas en madera, como su interior, con un pequeño espejo oscuro y algunos carteles avisando del horario de los servicios del hotel y de las posibles aglomeraciones en el desayuno durante el fin de semana. Los botones están algo gastados.
Salimos a un pequeño recibidor junto al que corre el largo pasillo de las habitaciones. Rematado en ambos extremos con ventanas a la calle, que dan luz durante el día. Durante la noche la luz del pasillo es poco efectista. Suelo de moqueta en tonos marrones con cuadritos rojos y grises, paredes de madera al igual que las puertas. Señalética que recuerda a la de los antiguos NH.
Tras la puerta, de madera clara y con un pomo muy brillante encontramos un pasillo techado en madera con dos puntos de luz. Suelo de madera clara, brillante y muy limpia y cuidada. A la izquierda la ranura para insertar la tarjeta, la puerta del baño, y el armario empotrado. Este tiene puertas de madera y unos pomos curiosos en forma de bolita metálica brillante. Dentro caja fuerte, una cajonera y una barra colgadora con perchas antirrobo.

El espacio del dormitorio es amplio. La mayor parte ocupado por la cama, vestida en blanco con un suave nórdico. Dos almohadas quizá algo gruesas. Cómoda. Tiene ruedas, y si nos sentamos a trabajar en ella recostados sobre el cabecero, acaba separándose de este. El cabecero ocupa toda la cama y ambas mesillas. Es de madera con algunos detalles en metal. Llega hasta media pared. Sobre las mesillas, hay dos lámparas de noche ancladas al cabecero con tulipas color crudo y brazos metálicos. Luz suficiente. Se puede hacer algún juego de luces con los interruptores que hay en las mesillas. En una de ellas hay un enchufe disponible, y un teléfono.
Aunque la cama resulta confortable, la insonorización interior es muy mejorable. Se escuchan todos los pasos del pasillo, portazos, voces en las habitaciones contiguas. Por debajo de la puerta hay una generosa rendija que cuela la luz del pasillo en la habitación.

La ventana está bastante deteriorada. Aunque parece nueva y de aluminio, no cierra bien y se escucha bastante el sonido de la calle. Un dispositivo con un cable hace que sólo se pueda abrir unos dedos. Tiene vistas a la puerta principal. Está protegida por una cortina-foscurit bastante nueva en tonos
rojizos y marrones.


Por la mañana el desayuno es perfectamente prescindible. En la misma recepción hay que coger una bandeja, los cubiertos y servilletas y entrar en la cafetería donde alrededor de una mesa se sirve un corto buffet: zumo, agua, cereales, yogures, jamón de york y serrano, queso, croissants y napolitanas de chocolate, mermeladas y mantequillas. Dentro de la cafetería, una máquina de café (no demasiado malo) y una zona con panes y una tostadora de las que chirría al girar. Mesas abigarradas y algo desordenadas. La televisión encendida y demasiada gente gritando. Todo da una sensación algo caótica.
En la despedida, en recepción de nuevo hay que dar todos los datos (como si no fuéramos Gold de la cadena -tratamiento por cierto que en este hotel no experimentamos-) y cobrar. Al menos lo hacen con cierta simpatía y preguntándonos si la estancia ha estado bien.
Calidad/precio: 6.5
Ambiente: 6
Habitación: 7
Baño: 6.5
Estado de conservación: 7
Desayuno: 5
Valoración General: 6.5
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