miércoles, 26 de mayo de 2021

ROYAL PASSEIG DE GRACIA (BARCELONA)



ROYAL PASSEIG DE GRACIA (****)
Paseo de Gracia 84
08008 Barcelona

Habitación: 615
Fecha de entrada: 13/01/2021
Tarifa: 67,00 (AD)



En el mismo centro de la Ciudad Condal, sobre el mismo Paseo de Gracia, rodeado de tiendas de moda encontramos un moderno edificio de acero, cristal y unas leves y rugosas mamparas metálicas en tonos dorados que recubren algunas ventanas confiriendo al mismo una cierta personalidad. La entrada al hotel resulta casi imperceptible ya que los bajos del edificio están ocupados por una imponente y enorme oficina bancaria y una generosa entrada a un garaje. Apenas dos puertas de cristal, correderas, que se abren a un largo pasillo en ligera cuesta arriba que termina en los ascensores y en el que se encuentra la recepción.

A la izquierda la pared es de cristal, con extrañas vistas a la entrada del oscuro garaje. A la derecha, todo lo largo que es el pasillo lo ocupa el mostrador de recepción. El suelo es de mármol blanco, las luces resultan algo frías. El mostrador, contundente, protegido por metacrilatos para evitar el virus y la pared del fondo oscura. La sensación es algo desangelada. Son tiempos raros y en el pequeño pasillo que hace de recepción se agolpan algunos huéspedes y algunos empleados de transportar comida a domicilio. Los bares están cerrados y no queda otra opción para cenar. 

Tras los gruesos metacrilatos nos recibe una simpática joven que nos pregunta por nuestro viaje y bromea con alguna petición especial que pedimos para la habitación. El hotel nos envió un email esa mañana para rellenar nuestros datos y que ya estuviera todo preparado para la llegada. Y así es. Nos cobra la estancia, nos explica el funcionamiento del wifi (que es rápido y estable aunque el acceso es algo extraño a través de una página web externa al hotel), nos indica que aunque no hay zona de estar en la recepción, si necesitamos, podemos utilizar la terraza superior del hotel con vistas a la ciudad. Nos indica que hemos de elegir el tipo de desayuno que queremos tomar ya que por causa de la pandemia el este servicio es limitado y sólo se puede optar entre un desayuno normal o uno vegetariano. Hecha la elección, nos entrega un sobre con varias informaciones sobre el hotel y una tarjeta que hace de llave de la habitación, deseándonos un buen descanso. 

Un par de pasos más adelante encontramos los ascensores. Son tres, aunque uno exclusivo para el garaje. Puertas metálicas y generoso tamaño. Luz escasa, gran espejo al fondo, botonadura metálica, suelo de gres oscuro algo manchado con gotas de gel hidroalcohólico del bote que hay anclado en una de las paredes a disposición de los huéspedes. Las puertas se abren tras un pitido a un pequeño y oscuro recibidor con moqueta oscura en el suelo y luces indirectas y puntuales dando a todo un cierto tono dorado. Paredes marrones con un gran seis (del piso) en madera. A la izquierda se abre el pasillo de las habitaciones. Las paredes están recubiertas con una especie de tela plastificada en tono dorado metalizado produciendo una curiosa y moderna sensación. Las puertas, grandes y nuevas, son grises con una moderna cerradura metálica con lector por contacto. Los números en madera junto a la puerta.  

Tras la puerta, la habitación resulta sorprendente. Moderna y distinta. Vanguardista. Sentimos frío, aunque fuera hace demasiado. Suelo de moqueta gruesa en tono gris A la izquierda una pared blanca, y a la derecha, además de la ranura para la tarjeta y los interruptores de la luz, una entrada con puerta corredera blanca hacia el inodoro y la ducha. Sobre nuestra cabeza el techo blanco, bajo, practicable con una rendija metálica para el aire acondicionado.

En el siguiente paso el suelo cambia de moqueta a porcelánico gris, porque a la derecha encontramos el lavabo, dentro de habitación y sin separación. Moderno, de curiosa forma inclinada, en granito gris oscuro con un grifo encastrado en un espejo hasta el techo. Cuatro lámparas de cristal cuelgan desde el techo iluminando el espacio. En la encimera, sobre una madera se ofrecen tres botes de gel, champú y crema hidratante. Una barra metálica situada delante del lavabo cuelga dos toallas de manos. Bajo el lavabo, en un hueco de madera, además del secador de pelo hay dos enormes toallas de ducha.

Dejado atrás el lavabo, vuelve la moqueta gris gruesa, ya que entramos en el dormitorio. Antes, dos puertas blancas muy enrasadas con la pared, acogen el pequeño armario. Un estrecho espacio colgador con una decena de perchas antirrobo en un lado y en el otro, también estrecho, varias baldas. En el suelo, la caja fuerte. A la ya de por si limitada capacidad, hay que restarle el espacio que ocupan varias cajas con cuadros eléctricos. 

Desde el lavabo, una madera recorre toda la pared derecha. En ella se apoya un maletero plegable en metal y tiras negras de tela. De ella sale una mesa de trabajo, algo estrecha, con una tira de luz para trabajar y una bandeja blanca con un hervidor, dos tazas negras y un juego de cafés e infusiones. Al lado un par de enchufes disponibles. Bajo la mesa, una gran papelera negra, y una silla algo incómoda de piel y metal. Sobre ella, una pantalla de televisión empotrada en un marco blanco algo desvencijado. La madera de la pared llega hasta la pared del fondo, que está completamente ocupada por una enorme ventana de lado a lado y de techo a suelo con vistas a un amplio, coqueto y tranquilo patio interior de vecinos. Junto a la ventana una cómoda butaca de piel marrón y una lámpara de pie de metal con pantalla color arena y luz algo triste.  
La ventana, impracticable, está protegida con un enorme estor que se baja electrónicamente. Da a una especie de pequeño corredor (al que no se puede acceder) como si fuera una estrecha terraza. Un leve visillo gris metálico cubre todo. 

La cama doble resulta grande, compuesta de dos colchones unidos aunque apenas se nota la junta de ambos en el centro. Resulta confortable, sugerente, aunque quizá algo baja. Cuatro almohadas quizá demasiado gruesas -aunque para gustos, los colores-. Cuando nos sentamos en la cama se enciente una luz de cortesía de noche bajo las mesillas. Aparece empotrada contra un cabecero de madera con varios enchufes disponibles. A cada lado sendas mesillas de madera sobre las que hay lámparas en forma de botella de cristal gris verdoso y una pantalla de color arena. Junto a ellas hay sendos brazos metálicos de luz dirigible para la lectura aunque algo caídos por el uso. Y sobre ellas un par de botellas de agua de cortesía, el teléfono -moderno- y el mando a distancia. Sobre la cama se ofrecen dos sobres de papel con el logo del hotel y en su interior un juego de mascarillas, gel hidroalcohólico y pañuelos.
 
Las paredes están empapeladas con papel blanco que imita a la piel. Sin embargo, algunas de sus juntas están levantadas. En la pared restante hay un pequeño y estrecho armario empotrado con un espejo en el que se ofrece un minibar vacío por culpa de la pandemia. Al lado está el mando del aire acondicionado de sencillo manejo, tan eficiente, como ruidoso. Aunque todo es bastante moderno el mantenimiento podría mejorar un poco. La insonorización exterior es formidable, y más siendo tranquilísimo el patio al que se abre la habitación. El interior resulta bastante calmado y el descanso se consigue fácilmente, igual que la oscuridad total gracias al enorme y pesado foscurit que acaba cubriendo por completo la ventana. 

Tras la puerta corredera ubicada junto a la puerta de entrada y antes del lavabo accedemos al baño. Tiene dos espacios. A la izquierda el inodoro. Suelo de gres oscuro, y paredes alicatadas en mármol claro hasta media altura. Cisterna empotrada con una botonadura metálica en la pared. Al lado del inodoro, blanco, una papelera metálica y un portarrollos. Un punto de luz en el techo ofrece una luminosidad algo fría. A la derecha, y protegida por una puerta de cristal con un vinilo que dibuja los logos del hotel encontramos la generosa cabina de ducha revestida en mármol gris claro y con una moderna grifería. Allí dentro la luz es algo más efectista. En su interior hay un par de pequeños colgadores para las toallas y una zona remetida en la que poder dejar los botes de gel o champú. Destaca sin duda la enorme alcachofa con efecto ducha empotrada en el techo a la que le falta un puntito de caudal y de presión. 

En tiempos de pandemia el desayuno resulta de todo punto prescindible. En un desangelado comedor sin vestir un joven nos ofrece una bolsa de papel con un bocadillo de pan con queso y un crujiente croissant. Además, en un armario ubicado en la entrada se puede uno servir zumo de una máquina y un café no demasiado malo. No hay servilletas, ni vajilla, ni cubiertos...

Por la mañana la recepcionista al salir nos desea algo mecánicamente buen viaje y que volvamos pronto. 


Calidad/precio: 8
Servicio: 8
Ambiente: 8
Habitación: 8
Baño: 8.5
Estado de conservación: 7.5
Desayuno: 6

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