miércoles, 10 de julio de 2019

PUENTE ROMANO (MARBELLA - MÁLAGA)

PUENTE ROMANO (***** GL)
Príncipe Alfonso von Honhenlohe s/n
29602 Marbella (Málaga) 

Hab: Zahara 12
Fecha de entrada: 19/06/2018
Tarifa:

Ubicado en el corazón de la Marbella más lujosa, justo delante de la playa y el Mediterráneo, con unas increíbles vistas a África encontramos este gigantesco complejo hotelero diseñado a modo de pequeño pueblo andaluz. Pistas de tenis, un gimnasio profesional, varias piscinas, una decena de restaurantes, un centro de convenciones... Y todo ello que debería ofrecer un "algo" bullicioso y desangelado, rodeado de paz, tranquilidad, calma y unos jardines espectacularmente cuidados en el que no hay ninguna rama fuera de su sitio. 

El coche nos deja bajo una gran pérgola. Nada más abrir la puerta del coche un botones nos da la bienvenida y nos invita a entrar olvidándonos de nuestro equipaje del que se hace cargo inmediatamente. Tras dos puertas enormes de cristal, correderas y automáticas entramos en la recepción: Paredes blancas, techo blanco de vigas de madera, ventanas con cortinas y visillos, luminosa, decorada con algunas telas de colores dorados. Todo ello sobre suelo de piedra clara. Hay dos mostradores, separados por unas escaleras que conducen a una terraza y un ascensor. En este primero está la conserjería. Una señora con aire extranjero nos atiende rápidamente y con simpatía nos indica que el check in se hace en el siguiente mostrador. Ambos mostradores están realizados con troncos de madera y cristal. Entre una zona y la otra, a la derecha hay unas escaleras (y un ascensor) que conducen a una terraza, y a la izquierda hay varias butacas y un escritorio para la espera. Algunas revistas. Excelente temperatura, iluminación y aroma. 

En el otro mostrador nos atienden dos guapísimas jóvenes vestidas de uniforme. Rápidamente nos rellenan la ficha del viajero explicándonos mientras, sobre un plano, todos los servicios del hotel, e indicándonos que tenemos una de las habitaciones más bonitas del complejo. Nos explican los horarios de los restaurantes, del desayuno, el funcionamiento del wifi que es veloz y gratuito en todo el recinto (playa incluida), bajo una sencilla contraseña. Tras despedirse con una sonrisa, un joven coge nuestra maleta y nos pide que le acompañemos fuera para que nos lleve a la habitación. En la puerta por la que entramos nos espera un coche de esos de golf que nos llevará a nuestra habitación.

Atravesamos despacio todo el complejo que básicamente viene siendo una calle larga que baja hacia el mar y a la que se abren distintos edificios todos perfectamente encalados y decorados con abundante vegetación que toman nombres de distintos municipios de España. Todo respira calma y tranquilidad y aunque el joven nos va explicando las distintas posibilidades que ofrece el complejo nos empieza a fascinar el sonido del mar allí abajo. Llegamos casi hasta el mar y allí, tras una rampa encontramos el edificio Zahara, en el que se ubica, justo delante del mar, nuestra habitación. 

En la planta baja de ese edificio (que tendrá tres alturas) encontramos un porche entre paredes encaladas, jardineras tupidas y suelo de cerámica color salmón. Una puerta clasicota de color negro nos deja en un rellano con dos puertas blancas. Junto a ellas, timbres y unas placas de azulejo en blanco y azul con el número de la habitación. Una de ella es la de nuestra habitación. La manivela metálica, lleva la firma del hotel. La puerta se abre acercando la tarjeta (tarjeta diseñada con sumo gusto y elegancia) a un lector. 

Tras la puerta el espacio es gigantesco y luminoso. Enorme. A la izquierda queda la ranura que activa las luces. A la derecha, una hilera de interruptores y la puerta, blanca, del baño. Suelo de mármol en tono crudo, limpísimo. Paredes igualmente crudas. Muy cuidadas. Antes de llegar al dormitorio a la izquierda hay un espejo de cuerpo entero enmarcado con madera blanca decapada y trabajada. A la derecha está el display del aire acondicionado. Digital y sencillo. Encendido, apagado, potencia y temperatura. Funciona en modo automático y es sumamente efectivo. Quizá un poco ruidoso, aunque sin duda, en esa estancia en vez de encender el aire, lo que hay que hacer es abrir la terraza.
 
A la izquierda del dormitorio hay un largo banco tapizado en tela en tonos blancos y azules brillantes. Sobre él, un gran espejo formado por distintos espejos más pequeños. A continuación un maletero "de tijera", de madera y tela, que quizá no haga demasiado juego con el resto del mobiliario.Encima, una lámpara con pantalla blanca ilumina esa zona. Desde ahí hasta la terraza, una larguísima mesa de escritorio en madera con patas de metal. Sobre ella, un teléfono móvil a disposición del cliente (con las llamadas incluidas), unas postales del hotel (listas para ser enviadas), y una pequeña pantalla a modo de Ipad con la App que ofrece el hotel para conocer sus servicios, hacer reservas, compras... Una lámpara de mesa en metal y pantalla clara completa el mobiliario junto con una cómoda butaca de terciopelo y una papelera de mimbre. En la pared, además de tres o cuatro enchufes disponibles hay un gigantesco televisor plano. 

Justo enfrente del televisor y sobre una cuidada alfombra hay una zona de estar: un sofá orejero en terciopelo claro, un sillón doble con un montón de cojines, tapizado en crudo y rayas de colores. Sobre ellos dos cuadros con algunos dibujos. En medio una mesa de centro de madera clara decapada. Sobre ella algunas revistas del hotel y como atención del director una botella de vino tinto, unas regañás, un paté de aceitunas y unos chocolates. A cada lado del sillón, sendas mesas de madera y cristal con lámparas de pie en metal y pantallas en crudo. En una de ellas, una velita con unas cerillas para encender, un adaptador de enchufes, y un enchufe antimosquitos. En la otra, una bandeja de cortesía brutal y exquisitamente surtida de cafés y tes, una máquina Illy para prepararlos y una botella grande de agua. 
 
Al fondo la habitación se remata tras un foscurit, un visillo y unos cortinones en verde en una espectacular terraza que cuelga sobre el comedor de la playa y con increíbles vistas a la playa aquí  y al mar allá. En ella, una mesa con dos sillas, un par de tumbonas con elegantes cojines azules y blancos, una amplia sombrilla y cuidadas jardineras.

El otro gran espacio de la habitación es la zona en la que se encuentra la cama. Enorme. Gigantesca. Comodísima. Limpísima. Blanquísima. Bajo un cabecero de tela verde encontramos un colchón de gran calibre con dos almohadas, dos cuadrantes y dos cojines en tonos blancos y verdes. A los pies un gran plaid en tono arena muy limpio. La lencería es increíblemente suave y agradable. A cada lado de la cama hay sendas mesillas con unos cuantos interruptores para jugar con la luz desde la cama. Bajo las mesillas, interruptores. Cuelgan de la pared dos pequeñas lámparas de noche en metal con pantalla de tela clara y brazos de lectura articulados. Sobre una de las mesillas un cojín verde pequeño para indicar si queremos cambiar las sábanas. Sobre la otra además de un teléfono, esta vez fijo, una botella de agua, un bloc de notas, un lapicero y una chocolatina del hotel. A los pies de la cama, una alfombra de tela y un par de zapatillas de felpa. 

Junto a la cama hay un enorme armario de techo a suelo de puertas correderas. Dispone de dos zonas. En una está el minibar, de increíble -y caro- surtido, la caja fuerte, unas copas y vasos, la bolsa de lavandería, un set de costura, un gran calzador y una manta extra protegida en una funda de tela. Además varias baldas libres y unos cuantos cajones. En la otra zona, un colgador largo con un montón de perchas, normales y personalizadas para el hotel, de mil tipos: para pantalón, para traje, para falda, de lencería, con tela... 

El descanso es increíble. Porque el equipo de descanso ayuda a ello, pero también por la calma del lugar y la insonorización exterior, aunque en esa posición, y más para alguien que viene del interior, qué mejor que dormir con las ventanas abiertas escuchando el rumor de las olas que rompen allí al lado.

El baño no le lleva  la zaga a la habitación, ni en tamaño ni en equipación, ni en lujo. Es enorme y con dos zonas bien diferenciadas. Bien iluminado, mármol y gres del mismo color, arena, en todo el espacio. En la parte superior de la pared hay una cenefa con motivos romanos (unos peces y unas estrellas de mar). A la izquierda una larguísima encimera con dos lavabos en porcelana blanca. Enormes grifos de doble mando. Sobre ellos un enorme espejo con algunos puntos de luz sobre el mismo. Sobre la encimera se ofrecen un sinfín de amenities: una pastilla de jabón, un bote de champú, otro de gel, otro de acondicionador, y otro de crema hidratante. Una caja con pañuelos de papel, y una funda de tela en tonos azules con el resto de elementos (kit de afeitado, dental, gorro de baño, lustrazapatos, peine...). Dos vasos de cristal. Un espejo de aumento retroiluminado. En la repisa que hay bajo el lavabo se ofrecen más zapatillas de felpa, una báscula y un potente secador de pelo. De una barra metálica anclada a la encimera cuelgan dos toallas de manos y dos de Damasco. Todas de excelente factura. 

Frente a la puerta del baño hay una enorme bañera de hidromasaje con un formidable espejo y un poderoso grifo. Sobre ella, en una repisa metálica se presentan tres enormes toallas de ducha con el logo del hotel. Tras la puerta, junto a una banqueta cuelgan de sendas perchas dos albornoces mullidos y cuidados personalizados para el hotel. 

En la zona más interior del baño, manteniendo la misma estética encontramos un inodoro y un bidet enfrente de una gigantesca cabina de ducha protegida por una mampara de cristal con puerta. Esa zona tiene una pequeña ventana con cristal traslúcido. También hay una papelera metálica, una jabonera y un teléfono. La cabina de ducha es enorme y tiene dos terminaciones una en un teléfono muy discreto y la otra un enorme rociador de corte retro anclado al techo. Presión, caudal y temperatura envidiables. Para no faltar ningún detalle, hay una pequeña jabonera metálica en la que se replican los botes de champú, gel y acondicionador que hay en el lavabo. 

Por la mañana, en un jardín que rodea a un estanque, a la sombra de la vegetación se sirve un espectacular desayuno buffet. El surtido es espectacular. Zumos variados, fruta preparada, platos calientes (huevos revueltos, fritos, en tortilla, benedictine, con chorizo, longaniza, pimientos, bacon, salchichas...), fríos (fiambres, salmón, patés, quesos, miel natural, cremas, yogures...), repostería (croisants, napolitanas con chocolate, cabello de ángel, crema...), aguas, champagnes... Una zona con productos dietéticos y otra zona con productos infantiles (galletas, barritas energéticas, oreo...). Pero más que el surtido, destaca el cuidado del equipo de servicio. Nos reciben con una sonrisa y nos preparan la mesa adecuada, correctamente presentada, ordenada y con servilleta de tela. Nos ofrecen y sirven el café adecuado e incluso nos ayudan a acercarnos la silla al sentarnos. Cuesta levantarse de allí. Mucho.

Al salir por la puerta la despedida es igualmente agradable y nos piden volver pronto. En cuanto nuestro transfer entra por la pérgola de entrada un joven se hacer cargo de nuestro equipaje que lleva al coche mientras otro nos despide cerrándonos la puerta.

Calidad/precio:
Servicio: 10
Ambiente: 10
Habitación: 10
Baño: 10
Estado de conservación: 10
Desayuno: 10
Valoración General: 10

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