Carrer de Moyano 4
12.002 Castellón de la Plana (Castellón)
Habitación 403
Fecha de entrada: 20/11/2017
Tarifa:
En el mismo corazón de la ciudad, justo donde las calles
empiezan a ser peatonales y a un paso de la Catedral y el resto del casco
histórico, NH gestiona uno de los hoteles más tradicionales de la ciudad.
Un edificio en una esquina. Diez plantas rotas por generosos balcones. Lineas rectas. Edificio algo antiguo pero cuidado e incluso remodelado en algunos tramos. Una planta acristalada sobre la recepción le concede algo más de altura y estilización. La entrada se sitúa en una calle ya peatonal, frente a una iglesia. La planta baja está a
pie de calle y aparece totalmente acristalada. El bar-restaurante se llena de
luz, y la recepción también. Un par de sitios para parar el vehículo en la
misma puerta del hotel, en una zona de acceso no permitido, se agradecen. Una
puerta automática de cristal, nos adentra en la recepción, llena de luz
exterior y también interior. Un golpe de blanco lo llena todo: paredes blancas,
mostrador blanco, suelo blanco...
El mostrador es un potente armario de madera blanca. Tras él
hay un armario portallaves también en blanco. Dos puestos de trabajo y algunos
folletos y pantallas con información sobre el hotel. Nos atiende un joven que nos pide el DNI hasta que se da
cuenta que ya tiene los datos. Nos hace firmar el bienvenida y nos entrega la
llave, de las de antes de seguridad. Con un llavero que es una tarjeta. Nos
indica el horario del desayuno y le preguntamos por el wifi, que es gratuito y
funciona, como en toda la cadena, con una clave sencilla. Rápido y sin
cortes.
Tres escalones nos sitúan al nivel de los ascensores, que
están como en una balconada en la que un rollup hace publicidad del propio
hotel. Tres, de puertas automáticas metálicas. El interior, algo angosto,
revestidos en madera y con un espejo. Algunos carteles de servicios del hotel.
Salimos a un pequeño recibidor por el que corre a derecha e izquierda el
pasillo con las habitaciones. Suelo porcelánico en tono verdoso, quizá
demasiado ruidoso al paso de las maletas. Luz abundante pero poco efectista.
Paredes con estuco azul y puertas de madera brillante con un pomo redondo
plateado que fue mítico en la cadena.
Abrimos la puerta con la llave y accedemos a un largo
pasillo que gira hacia la derecha. Suelo de lamas de madera, en general bien
cuidado, aunque se nota el paso del tiempo. Paredes forradas en madera hasta
media altura, luego estuco en crudo. Un interruptor activa la luz de toda la
habitación.
Al final de ese pasillo, a la izquierda encontramos la
puerta del baño. A continuación otra puerta aísla el dormitorio. Nada más
abrirla encontramos el display del aire acondicionado. Una rueda de
temperatura, encendido y apagado y la potencia. No hay función automática.
Resulta ruidoso y poco eficaz. No pasamos frío, pero la temperatura del aire no
es ni mucho menos la que indica la rueda.
Un paso más adelante está el dormitorio. De frente
encontramos un maletero de madera con un cojín azulón. A continuación un
escritorio, generoso, en madera con la mesa de mármol. Aunque es grande, el
espacio se lo come una bandeja con algunos productos del minibar (gominolas,
frutos secos, patatas fritas, vino, vasos) y una botella de agua de cortesía
que agradecemos. Una gran pantalla plana también ocupa el espacio de trabajo, y se
sitúa sobre el armario del minibar generosamente surtido.
Como el espacio del dormitorio no es muy grande, la silla
(en madera y terciopelo azul) apenas puede salir de debajo de la mesa. Debajo
hay un enchufe disponible de difícil acceso, y sobre la mesa, colgando de la
pared, un cuadro.
Al fondo, toda la pared es una puerta corredera de cristal
que da acceso a una generosa terraza con vistas a la puerta principal. La
ventana entera aparece cubierta con un visillo en tono crudo y un potentísimo y
cuidado foscurit recubierto en cortina azul y amarilla. Ni una gota de luz se
cuela en la habitación. Junto a la terraza, algo desubicada, hay una butaca de
terciopelo azul, incómoda de lo desgastada que está.
La cama es muy cómoda. Un potente colchón y cuatro almohadas
de distinta rigidez se ofrecen bajo una suave lencería y un nórdico. Todo ello
recubierto por una limpísima colcha blanca. Lástima que la insonorización
interior del edificio sea manifiestamente mejorable, y se escuchen
especialmente los ruidos de la habitación superior. La insonorización exterior,
aunque no es óptima, no presenta problemas al tratarse de una zona tranquila.
La cama está empujada contra un cabecero de madera y terciopelo azul. A cada
lado hay sendas mesillas con cajón en madera, y parte superior en mármol. Sobre
una de ellas, está el teléfono, un bloc de notas y un bolígrafo. Sobre ambas,
interruptores blancos para apagar todas las luces. El juego de luces es
adecuado. Hay tres puntos en el techo sobre el escritorio, y dos lámparas
metálicas con pantalla color crudo sobre cada mesilla. Quizá en el escritorio para trabajar se echa de menos un flexo, lo mismo que alguna luminaria más potente sobre
las mesillas para poder leer desde la cama. Lo que no es de recibo es que el
único enchufe disponible esté situado detrás de la cama, por lo que hay que
separar esta del cabecero para poder recargar nuestros artilugios electrónicos.
Junto a la cama está el generoso armario, empotrado, con dos puertas
correderas de espejo. Dentro, baldas en tonos azulados, la caja fuerte, un
colgador largo con perchas antirrobo de distintos formatos.
El baño resulta pequeño. Recuerda mucho a los NH de los 90.
Suelo de mármol y paredes, renovadas, en baldosas color chocolate hasta el
techo. A la izquierda la encimera también de mármol con el lavabo, un flojo
secador de pelo algo anticuado anclado a la pared, y una bandeja con las
amenities propias de la cadena (champú, gel, crema hidratante, gorro de
baño y jabón). El grifo, que es moderno tiene un difusor de aire, y aunque la
temperatura es adecuada, tanto la presión como el caudal son mejorables.
En la pared del fondo hay una viejísima ventana
cuidadosamente oculta tras una cortina tipo estor. Allí debajo está el inodoro,
y sobre él, un toallero con las dos toallas de manos y las dos de baño. Son
correctas de tamaño y calidad, aunque alguna presenta algún roto y
deshilachado.
A la derecha queda la bañera. En su interior una ducha con
alcachofa de masaje algo antigua. Le ocurre lo mismo que al grifo: falta caudal
y sobra presión de aire que a veces llega a pinchar demasiado. La bañera se
protege con una mampara de cristal opaco con dos cuerpos, uno de ellos móvil para permitir el acceso.
Por la mañana en el entresuelo, en un luminoso salón, se
sirve el desayuno. La configuración de la sala resulta como muy aburrida y
cuadriculada: sillas grises y mesas negras, unas al lado de otras, demasiado juntas. Mantel y
servilletas de papel. La persona que lo atiende está más pendiente de algún lío
que tiene con el ordenador, que de dar los buenos días y ayudar a los
huéspedes. Un lateral es todo de cristal, con vistas a la puerta principal. En
los otros laterales se ofrece un espléndido buffet: zumo de naranja natural,
frutas cortadas y preparadas, yogures, lácteos, fiambres y quesos, ibéricos y
jamón, pizzas, sándwiches minis preparados, cocas de verdura típicas de la
zona, platos calientes (huevos, bacon y salchichas) y un generoso surtido
de miniaturas de bollería. El café, correcto.
Antes de despedirnos, en recepción, nos preguntan por el
minibar, pero también, con simpatía nos ofrecen ayuda para continuar nuestro
viaje.
Servicio: 7
Ambiente: 7
Habitación: 7.5
Baño: 6
Estado de conservación: 7
Desayuno: 8
Valoración General: 7.5
Ambiente: 7
Habitación: 7.5
Baño: 6
Estado de conservación: 7
Desayuno: 8
Valoración General: 7.5
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