lunes, 18 de noviembre de 2019

ALBIR PLAYA HOTEL & SPA (ALFAZ DEL PI - ALICANTE)

ALBIR PLAYA HOTEL & SPA (****)
Camino Viejo de Altea 51
03581 Playa del Albir - Alfaz del Pi (Alicante)

Habitación: 506
Fecha de entrada: 12/12/2018 
Tarifa: 

A mitad de camino entre la playa y el centro de la población, ubicado en una enorme rotonda llena de centros comerciales, supermercados, restaurantes... Una curiosa edificación en blanco, en forma de pájaro con las alas abiertas, con balcones semiredondos en cristal oscuro y cinco alturas. En el vértice encontramos una pared de cristal desde el suelo hasta la cubierta, tras la que se halla la recepción, justo delante de un carril para vehículos rodeado de varios parterres con vegetación. Unas letras amarillas sobre el edificio quizá le restan un poco al conjunto arquitectónico general. 

Una pequeña puerta giratoria de cristal que roza varias veces de forma sonora en el suelo nos introduce en un enorme atrio al que se abren los pasillos de las cinco plantas del edificio. Suelo de mármol color arena, un espacio gigantesco lleno de luz por la cristalera hasta el techo que queda tras la puerta. En el centro del espacio hay una enorme maceta redonda con unas cuantas palmeras y algo de frondosa vegetación. Además hay algunas figuras navideñas y un árbol de Navidad. A la derecha quedan los ascensores, y a la izquierda el enorme mostrador de la recepción. Tras él está la entrada al restaurante buffet, demasiado bullicioso en ese momento. Justo enfrente de la entrada, tras una columna con un ascensor panorámico interior se accede a la cafetería y a una zona de butacas algo desangelada y fría. 

Esperamos un poco hasta que alguien salga al mostrador a atendernos. Después de un par de minutos de espera sale de un despacho situado detrás un simpático joven que se hacer cargo de nuestro registro. Hay tres ordenadores, y nos atiende en el del centro. Sobre el enorme mostrador de madera clara hay algunos folletos de servicios del hotel y de la zona. Y algún adorno navideño. Hay que volver a copiar todos los datos personales, pero al menos el joven resulta simpático y servicial. Nos explica el funcionamiento del wifi que es gratuito, abierto y veloz en todo el edificio, y el horario de los servicios de restauración. Cuando nos entrega la llave, nos dice que esperemos, que mejor nos da dos para que podamos dejar la calefacción encendida si salimos. Sale del mostrador y nos acompaña hacia los ascensores. 

Puertas automáticas correderas y una cabina interior de cristal. Junto a la botonadura, cuidada y metálica, hay algunos anuncios del hotel. El ascensor sube por la fachada con vistas a la rotonda en la que se sitúa el hotel. Salimos a un pasillo curvo en forma de balcón sobre lar recepción. Moqueta de color gris oscuro, balconada en metal y la impresionante cristalera al exterior. Dos pasillos acogen las habitaciones. El nuestro es el segundo. Paredes blancas, y puertas de madera también blancas con elegantes pomos metálicos. Las puertas se abren al pasillo en una curiosa forma oblicua, generando un efectista juego de luces y sombras que se queda a medias.  

Tras la puerta, el blanco y la claridad lo ocupa todo. Quizá por eso a esto se le llama la Costa Blanca. El suelo pasa a ser de madera clara bastante bien cuidada. Paredes y techos pintados en blanco. A la derecha, una ranura para la tarjeta que activa la luz. A partir de ahí, un breve pasillo inclinado recoge a la izquierda la puerta del baño, en blanco con un pomo moderno en metal. A la derecha el armario: dos puertas correderas en blanco con un tramo de plástico semitransparente. Dentro una balda con unas almohadas supletorias, dos cajones y una caja fuerte. La bolsa de la lavandería y una gamuza lustrazapatos. Una barra ofrece una decena de perchas antirrobo algo enclenques. La luz de la zona resulta poco acogedora. 

Un paso más adelante entramos en el dormitorio. Grande de tamaño. Las luminarias le dan un toque algo más cálido. A la derecha hay un escritorio en madera clara lleno de cosas: una lamparita de pie de metal con una pantalla de cristal blanca, folletos del room service, del servicio de spa, un puñado de bombones, una cubitera con una botella de cava de cortesía y una televisión plana. En la pared, un enchufe y una conexión de datos. Sobre el escritorio, en la pared, un espejo de generoso tamaño. Bajo todo ello, una silla de tela gris y un minibar con aguas, zumos y algunos refrescos. Pegado al escritorio y en el mismo cuerpo hay un maletero con lamas metálicas para protegerlo. Bajo él, una papelera. A continuación hay una curiosa butaca bastante cómoda en tela gris. 

La pared del fondo la ocupa la terraza. Dos puertas correderas protegidas por un foscurit en color albero y un visillo. Fuera, un tendedero de ropa anclado a la pared, dos sillas y una mesa. Aquí, vistas al jardín y allá al fondo vistas al mar y al peñón de Ifach. Justo delante de la terraza hay un sofá cama doble en tela roja algo desgastada y sucia. Sobre él se ofrecen dos albornoces de talla pequeña y algo deshilachados. Delante, una pequeña mesa de centro de madera blanca con un pie de madera natural. 

La cama aparece empotrada en un cabecero alto de madera lisa en tono algo grisáceo. Posiblemente sus dimensiones sean menores de lo esperado porque queda un poco alejada de las dos mesillas que hay empotradas en el cabecero. Sobre ellas un enchufe para los aparatos electrónicos e interruptores para apagar todas las luces de la habitación menos la lámpara del escritorio. Por encima de las mesillas, dos lámparas de metal con pantalla blanca y luminosidad, aunque cálida, algo escasa para trabajar o leer desde la cama. Por encima del cabecero también hay una línea de luz pero que no ayuda demasiado a trabajar desde la cama. Esta es confortable sin más, y no resulta demasiado sugerente. El colchón no tiene mucho calibre y las almohadas son un poco blandas. Aparece vestida en blanco, cubierta con una colcha. Un plaid burdeos y dos cojines del mismo tono le dan un toque de color. Vestida con sábanas y una manta ligera en color verde grisáceo. 

Junto a la cama, en la pared esta el display del aire acondicionado. Sencillo: encendido, apagado, potencia del aire y una rueda para seleccionar la temperatura. Funciona perfectamente y de forma increíblemente silenciosa. El retorno del aire de la habitación hace más ruido que el aire acondicionado encendido. El descanso se consigue fácil porque no es escucha absolutamente nada, ni dentro ni fuera del hotel. El silencio es total.

En general la sensación es de nuevo, pero quizá algo frío. Se echan en falta algunos detalles que den cierta calidez al conjunto.

El baño es igualmente nuevo, aunque más frío que la habitación, y no sólo por la temperatura. Quizá los tres puntos de luz del techo sean demasiado fríos, o quizá el mármol claro del suelo y las baldosas blancas de la pared. Una encimera rectangular en silestone gris acoge un pequeño y rectangular lavabo. Grifería moderna y tapón de los que se cierra a presión. Dos vasos de cristal envueltos en plástico y una bandeja con un generoso set de amenities estuchadas en bolsas de papel negro: peine, set dental, gorro de ducha, pañuelos de celulosa, dos pastillas de jabón, dos botes de gel-champú y uno de crema hidratante. De la encimera cuelgan dos toallas de lavabo agradables y bien conservadas. Sobre el lavabo un espejo que dispone de un círculo con un espejo de aumento. 

A la izquierda de la puerta queda el inodoro y el bidet. Quizá el porta rollos de papel higiénico queda demasiado cerca del inodoro y puede molestar a los que somos de piernas grandes. A la derecha la enorme cabina de ducha protegida por una mampara de cristal de techo a suelo. El piso es blanco, y la pared interior en tono gris como de pizarra. La grifería moderna, nueva con una ducha de teléfono y una regadera efecto lluvia. La temperatura es fantástica y la presión también, pero falta algo de caudal. Dos grandes, nuevas y mullidas toallas de ducha cuelgan de una barra dentro de la cabina. 

Por la mañana en un enorme salón de techos altísimos y luces frías se sirve un generosísimo desayuno buffet. Aunque la calidad de todos los productos no es excepcional y su presentación podría mejorar, el surtido es envidiable. Al fondo hay una barra donde se prepara cocina en el momento: huevos fritos, revueltos, bacon, judias, salchichas, tomate asado, col, verduras al vapor, fiambres, quesos, jamón, cereales, bollería algo industrial, pan algo seco... El café, muy al gusto de los extranjeros se sirve desde unas máquinas. Lo mismo que los zumos, que a excepción del de naranja, que se sitúa en un extremo del salón, podrían ser mejorables. Destaca además una zona en la que se han preparado algunos dulces típicos de Navidad: turrón, polvorones, cava...

En el mostrador al irnos también tenemos que esperar a que salgan del despacho. Y salen sólo para darnos un frío adiós. Así está la mañana...

Calidad/precio: 
Servicio: 8
Ambiente: 7.5
Habitación: 8

Baño: 7.5
Estado de conservación: 9.5

Desayuno: 8
Valoración General: 7.5

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