miércoles, 26 de septiembre de 2018

HOTEL TERMAS VICTORIA (CALDES DE MONTBUI - BARCELONA)

HOTEL TERMAS VICTORIA (***)
Carrer de Barcelona 12
08140 Caldes de Montbui (Barcelona)

Habitación: 207

Fecha de entrada: 17/12/17 
Tarifa: 77€ (A+D)

En el centro de este pueblo termal ubicado a pocos minutos de Barcelona, situado justo donde se restringe el tráfico rodado, a un paso de la Iglesia del ayuntamiento, encontramos este tradicional e histórico centro termal. Una casa de pueblo, de tres alturas, con balcones a la calle se abre frente a un pequeño jardín con una rotonda para aparcar los coches junto a la puerta.



La recepción es amplia. Muy iluminada y limpia. Quizá la luz resulte demasiado fría. Pero la hay a raudales. Artificial, pero también natural, ya que la puerta principal, automática, se ubica en una pared completamente acristalada que da al pequeño jardín con rotonda en el podemos dejar el vehículo para la carga y descarga. A la derecha hay un tronco de esos de regalos que suelen ponerse en Cataluña por Navidad. Junto a él, un árbol con espumillón y luces. A la izquierda, de forma semicircular, el poderoso mostrador de recepción. De madera. También madera brillante detrás, con un reloj con agujas también de madera. El recepcionista queda literalmente encerrado allí, y eso hace que el contacto sea algo distante. Sobre el mostrador hay varios folletos del hotel y varios productos en venta (un buff solidario...). Al fondo hay una vitrina de cristal con productos de las Termas a la venta: jabón, toallas, cremas... La sensación es de contraste porque hay elementos modernos pero también algunos otros antiguos, viejos o rancios.

Nos recibe pasada la medianoche un hombre muy simpático. Vestido de calle, con vaqueros y un manojo de llaves colgando de un cordón rojo. No duda en salir del mostrador y acompañarlos a la calle para indicarnos el camino hacia el aparcamiento. La llave del dormitorio ya  está preparada, y los datos que enviamos, simplemente hay que chequearlos, cosa que tarda en hacer segundos. Nos explica de forma simpática el servicio de wifi que funciona de forma eficaz y veloz en todo el hotel bajo una contraseña. Nos desea buen descanso poniéndose a nuestra disposición para lo que sea  necesario marcando el 9 en el teléfono de la habitación. 

Un pasillo ubicado al fondo de la recepción lleva hacia los ascensores. La decoración allí es bastante antigua. Rancia. Estuco blanco en la pared. Terrible luz como de hospital. Antes de llegar al enorme hueco de la escalera, rematado arriba por una gran claraboya, en el que encontramos los ascensores, pasamos junto a una biblioteca y una sala de juegos con un Belén iluminado con luces de colores. Las puertas, el suelo, los cuadros... todo huele a rancio. 

Dos ascensores, algo viejos. Un espejo al fondo. Paredes plastificadas en marrón. Techo muy bajo con una luz algo fría. Un cartel, poco afortunado invita a un baño de barro en las termas del hotel. Las puertas automáticas se abren a un pequeño recibidor, con pasillos a derecha e izquierda a los que se abren las habitaciones. Paredes en estuco amarillento, algunos muebles viejos con algunas macetas con plantas. 

El pasillo es estrecho. Suelos de porcelana ocre  muy ruidosos al paso de zapatos y ruedas de maleta. Paredes en estuco blanco algo anticuado, que contrastan con las modernas puertas de madera clara y manivelas de apertura con contacto. Al final del pasillo, el suelo muta a una especie de moqueta plastificada mucho más moderna, silenciosa y agradable. También las paredes abandonan el estuco en favor de la pintura clara. La puerta de nuestra habitación se ubica en un espacio compartido con otra habitación, como si pudieran venderse juntas y conectadas. Tras la apertura de la puerta el suelo pasa a ser de madera clara, y la sensación es cálida y moderna.
  
La puerta se abre directamente al dormitorio. Allí mismo encontramos las dos camas, situadas entre dos mesillas con cajón de madera clara tirando a grisácea. Se apoyan en un largo cabecero de madera que a su vez de apoya en una pared de color negro (el resto están pintadas de blanco). Sobre las mesillas, un par de enchufes, y grandes interruptores. Encima, lámparas de metal con pantallas de color crudo. De ellas salen sendos brazos móviles para la lectura desde la cama. En una de las mesillas hay un teléfono. 

Las camas son dos. De 90. Algo estrechas. Vestidas en blanco con sábanas correctas, una manta marrón y una bonita colcha de rayas blancas. El colchón es confortable pero está protegido por una funda algo plastificada que lo convierte en algo un poco incómodo y asfixiante. Cada una de ellas tiene un cómodo almohadón, un cuadrante y un cojín gris. Las dos camas están unidas por un plaid gris algo sucio. 

A los pies de la cama está el armario. De tres cuerpos, de techo a suelo, y cerrado por puertas de madera del mismo tono que el resto del mobiliario de la habitación. Con la apertura de las puertas se encienden unos puntos de luz que hay en el techo para iluminar el interior. Uno de los cuerpos es un montón de baldas. En los otros dos cuerpos hay un colgador y una balda con una caja fuerte y una almohada extra. Las perchas son antirrobo, y con pinzas en el colgador, lo que hace que sean algo estrechas para colgar pantalones. El armario no es muy profundo y la ropa queda demasiado ajustada al colgarse de la percha. 

Junto al armario hay un maletero de la misma madera y con unas lamas metálicas que lo protegen. Sobre él, hay un pequeño televisor plano anclado a la pared. A continuación hay un generoso y sencillo escritorio. Sobre él, algo de información sobre las opciones termales del hotel, una lámpara de sobremesa en metal y con pantalla cruda, el mando a distancia de la televisión y un par de enchufes para los equipos electrónicos. Bajo él, hay una papelera, y una cómoda silla de piel blanca con apoyabrazos de madera oscura.

Al fondo de la habitación están las ventanas. De vieja carpintería, tres, estrechas y protegidas por unos visillos blancos y persianas de las de antes que se suben fácilmente con unas cintas. Junto a ellas hay una butaca no demasiado cómoda. Las vistas son a la estrecha calle que conduce al garaje. Al ser una calle de acceso restringido, es todo muy tranquilo y silencioso. Pero cuando pasa algún coche, se escucha demasiado. Demasiado. Tampoco la insonorización interior es modélica, y aunque el establecimiento es muy tranquilo, molestan por la noche algunas voces y movimientos por los pasillos. El aire acondicionado se maneja desde un sencillo y moderno display situado junto a la puerta. Una rueda para seleccionar la temperatura, y un selector de potencia de aire. Funciona eficazmente pero es bastante ruidoso. 

A la derecha de la entrada, y junto a un espejo de cuerpo entero, está la puerta del baño. El espacio no es muy grande, pero suficiente. Suelo porcelánico gris. Paredes, también de porcelana pero en tonos arena. Frente a la puerta hay una gran encimera con el lavabo poco profundo en tono crudo. De ella cuelgan dos toallas de mano. Sobre ella, hay un enorme espejo hasta el techo. Encima de ella se ofrecen dos pastillas, dos vasos de plástico, dos pastillas de jabón y cuatro botecitos con gel y champú. Todo ello envasado en tonos azules brillantes personalizadas para una cadena a la que debe pertenecer el hotel.  Dos puntos de luz en el techo sobre la encimera iluminan el espacio. En la pared, un espejo de aumento, algo lejos del lavabo y un secador de escasa potencia anclado a la pared. Abajo, en el suelo, una papelera metálica.

Sobre el inodoro, que quizá está situado demasiado cerca de la pared, hay un calentador de toallas que hace también de radiador del espacio, por lo que por la mañana al entrar en el baño, la sensación es muy agradable. En ese calentador descansan dos toallas de baño y una alfombrilla. Su tamaño y calidad son un poco justos. A la derecha de la puerta hay una larga (y algo estrecha) cabina de ducha protegida con una mampara de cristal. El suelo es de baldosas de distintos colores haciendo motivos geométricos, quizá como un guiño a la decoración antigua de unas termas. Está rematada con un grifo termostático con dos salidas: una normal "de teléfono" y un colosal rociador de efecto lluvia. Lástima que la presión y el caudal sean lamentables: un remate así, merece ser disfrutado. En un rincón, una pequeña repisa para dejar el jabón. Y junto a la entrada, dos perchas para colocar las toallas.

Por la mañana, atravesamos un pasillo con puertas antiguas, y varias láminas con fotos de época del establecimiento, y en un doble salón, con techos altos y cierto aire rancio se sirve un corto buffet. Mesas sin mantel ni cubiertos, que hay que coger como el resto del servicio. Platos calientes (huevos y bacon), algo de fruta preparada, algunos embutidos y quesos de justa calidad. El zumo, artificial, se sirve desde una máquina de grifo. Y el café de otra máquina más que aceptable. Destaca sin embargo un variado surtido de panes y el aceite que se ofrece junto con una crema de tomate machacado para el pan amb tomaquet. 

En recepción al salir el trámite es breve y eficaz. Al no haber minibar, no hay pregunta al respecto. Pero tampoco nada más.


Calidad/precio: 7
Servicio: 7
Ambiente: 5.5
Habitación: 8

Baño: 6.5
Estado de conservación: 7

Desayuno: 6
Valoración General: 6.5

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