martes, 25 de junio de 2019

EUROSTARS GRAN VALENCIA (VALENCIA)

HOTEL EUROSTARS GRAN VALENCIA (****)
Vall d' Aiora 3
46015 Valencia 

Hab: 1809
Fecha de entrada: 14/06/2018
Tarifa:

Un enorme edificio exento, con 25 plantas, compartido por tres hoteles. En la zona de expansión de la ciudad, rodeado de amplias avenidas y de algunos solares sin construir. Algo alejado del centro, pero junto a las vías de circunvalación de la ciudad, y al palacio de Congresos. En pocos metros de calle hay tres entradas a tres hoteles diferentes y casi ninguno de los tres llama especialmente la atención, que parece más dedicada a un parking de un supermercado que ocupa la parte baja del edificio. Una amplísima acera y varios puestos para aparcar delante del hotel junto a una parada de taxis. Una mínima pérgola de acero hueca sostiene el nombre del hotel en letras también de acero. Apenas llama la atención.

Unas puertas de cristal automáticas, correderas nos dejan en la misma recepción. No es muy grande, aunque el techo esté altísimo, y la luz de la cristalera que se sitúa sobre las puertas lo llene todo. Suelo de mármol gris. En diagonal a la derecha se encuentra el pesado mostrador, levantado en el mismo material. Empieza primero con una zona con un montón de folletos sobre el hotel, la cadena y distintos servicios de Valencia. Después, el largo mostrador con tres puestos de trabajo. Tras él, una especie de cuarto construido en cristal opaco y una lámina con una imagen de la ciudad. Al final del mostrador, sobre un carro portaequipajes se amontonan unas cuantas cajas, maletas, trajes dando una sensación algo desordenada. Nos atienden dos jóvenes (ella y él) algo distantes. Copia, al menos rápida, del DNI, asignación de la habitación y entrega de la tarjeta de la habitación. Hemos de preguntarle por el régimen de reserva que tenemos y por el funcionamiento del WiFi, que es gratuito y veloz en todo el edificio con una clave imposible de recordar que se presenta en un display sobre el mostrador. Hay que hacerle una foto, dice la joven. 

Dos pasos más adelante a la izquierda encontramos los dos ascensores. Frente a ellos un sofá en tonos dorados, una vitrina con algunos recuerdos de Valencia a la venta. Los ascensores (dos) son modernos. Poca luz. Suelo de mármol negro, madera en la parte de abajo de las paredes y espejos en la superior, lo que da sensación de amplitud. En un display metálico se presenta algo de publicidad del hotel y de nuevo la clave del WiFi. 

El ascensor se abre directamente al pasillo. Corre de derecha a izquierda. Moqueta oscura en color algo morado en el suelo. Gruesa. Paredes negras. Puertas de madera oscura con algunos detalles de marquetería. Aunque a ambos lados del pasillo hay ventanas, estas están tapadas con unas cortinas. Por lo que el ambiente es algo oscuro. Luces puntuales cerca de las paredes. Varios carteles metálicos nos indican la dirección de las habitaciones. 
 
El pomo de la puerta es redondeado y metálico. Metemos la tarjeta en la ranura pero no abre bien. Lo volvemos a intentar y tampoco. Pero a la tercera va la vencida. Una vez dentro, la moqueta del suelo deja paso a una madera rojiza algo desgastada (especialmente en algunos puntos). A la derecha, la ranura para la tarjeta que activa las luces, aunque el aire acondicionado ya está funcionando, y permitiendo que la habitación nos reciba con buena temperatura, porque fuera hace un calor brutal. Tras la puerta, el pasillo que acabará conduciendo al dormitorio. A la derecha hay dos puertas recubiertas en piel blanca. Dentro está el armario. Bien vestido con colgador largo, corto, cajones y varias perchas antirrobo de distintos formatos. También se ofrece dentro la caja fuerte. Un poco más adelante y ya en madera clara hay un hueco retroiluminado con un par de vasos de cristal. Bajo ellos y tras una puerta de madera, el minibar, de caro y amplio surtido.

En la pared izquierda, hay una puerta corredera, también protegida en piel que cierra el acceso al baño. 

Unos pasos más adelante está el dormitorio. Cerrado por otra puerta corredera que lo aísla más del pasillo. También rematada en piel en tono crudo. No es grande, pero tampoco pequeño. Cuadrado. Rematado al fondo con una ventana, no muy grande, con fenomenales vistas a la ciudad (no en vano estamos en un piso 18). La ventana aparece protegida por un foscurit que no cubre por completo todo el espacio, un visillo y una gruesa cortina de tonos azules y morados con algunos círculos. La luz de la ciudad se cuela abundantemente en cuanto se ilumina el día. Bajo la ventana hay un estrecho escritorio en madera negra con algunos folletos del hotel y una lámpara con pantalla a juego con las de las mesillas. Es difícil encontrar enchufes salvo detrás de las pesadas cortinas. Las silla tapizada a juego con las cortinas no resulta incómoda. Junto a la mesa hay un armario bajo con ruedas, de madera negra, sobre la que se encuentra una gran televisión plana. La luz azul del standby es tan brutal que tenemos que desenchufar el aparato por la noche.
La pared derecha del dormitorio resulta un tanto desangelada. Toda blanca sólo ocupada por un generoso maletero de madera negra y una puerta en tono claro que comunica con la habitación contigua.

A la izquierda de la entrada al dormitorio, en esa pared encontramos la puerta corredera que aísla más la habitación. También está recubierta de piel blanca. Junto a ella, el display del aire acondicionado. Una pantalla permite seleccionar la temperatura deseada, y nos indica la real. Además hay dos botones más, uno para encendido y otro para la potencia. Funciona perfectamente pero es algo ruidoso. Allí mismo se encuentra la cama. Blanca, con un buen nórdico quizá demasiado abrigado, porque de noche nos despertamos empapados en sudor. Cuatro almohadas, un cojín y un plaid a juego con las cortinas. En el plaid encontramos un tarjetón de bienvenida del director del hotel y otro de la compañía externa que se encarga de la limpieza de las habitaciones.

A cada lado de la cama sendas mesillas en madera negra rematadas en cristal. Sobre ellas unas lámparas de noche con pantalla en tono crudo. Sobre ellas interruptores para encender y apagar todas las luces. Además, un potenciómetro que permite regular la intensidad de los cuatro puntos de luz que se ubican en el techo en la pared de la ventana y en la del maletero. El juego de luces resulta atractivo. En una de las mesillas hay un teléfono estrecho de corte moderno, un block de notas con un lapicero y algunos folletos con los servicios del hotel. La cama aparece empotrada contra un maletero de piel marrón oscura haciendo cuadros. Sobre él, una lámina alargada con tres imágenes modernas de la ciudad. A cada lado del cabecero sendos espejos de cuerpo entero. Delante de ellos las dos mesillas, que hemos de mover un poco para acceder a los enchufes disponibles para no dormir demasiado lejos de los aparatos electrónicos enchufados. 

El descanso, una vez desenchufada la luz de la televisión, resulta sencillo. El interior del hotel es tranquilo y las dos puertas aíslan mucho. La ventana exterior también aísla formidablemente bien, y la altura del piso hace que no se escuche nada del exterior, por mucho tráfico que soporten esas avenidas. 

El baño aparece dividido como en tres espacios. A la izquierda, tras unas puertas correderas de metal y cristal opaco está el inodoro enfrente del bidet (a este le falta la toalla) con un teléfono en el centro. Ese espacio resulta especialmente luminoso.  En medio está el lavabo. Una encimera de mármol rosado con patas metálicas recoge el lavabo de cerámica blanca. Sobre él, un enorme espejo hasta el techo con sendas lámparas con pantalla en tonos crudos. En una bandeja se ofrecen las amenities de Aromas de Ibiza, propias de la cadena (un bote de champú, otro de gel, otro de crema hidratante, una pastilla de jabón, unos pañuelos de papel y un gorro de ducha). Dos vasos de cristal. En un cajón, bajo la encimera un potente secador. En el espejo, un enchufe. Cuelgan de una barra anclada en la encimera dos toallas de manos. La luz resulta, quizá por efecto de las pantallas del espejo, algo amarillenta.

A la derecha, y separada del lavabo por una mampara de cristal hay una poderosa bañera de hidromasaje. De tan poderosa que es, quizá resulte algo incómodo entrar en ella a las personas de más edad, ya que el bordillo de esta es demasiado ancho, rematado en mármol en tonos rosas. Dentro de la bañera hay una ducha rematada en teléfono. El brazo en el que esté se engancha está algo desgastado, y cada vez que se cierran los grifos, este se cae al suelo. En un calienta toallas dos enormes toallas de baño, limpias y blancas aunque una algo envejecida, y la alfombrilla de baño. Tanto temperatura como caudal y presión son excelentes. 

Por la mañana en el piso 14, en un comedor con ventanas demasiado pequeñas para las fabulosas vistas que se podrían ofrecer, se sirve un variado bufet de desayuno. Zumos variados (destacando el de naranja), fruta preparada, platos calientes (huevos, balcón, chorizo, tortilla de patata...), fríos (embutidos, fiambres, quesos de distintos tipos...), cereales, repostería...  Café de bastante calidad. El servicio, aunque está, se le siente poco.

Y al salir, en recepción, un escueto: "pues ya está todo" .


Calidad/precio:
Servicio: 7
Ambiente: 8
Habitación: 8
Baño: 8
Estado de conservación: 8
Desayuno: 8
Valoración General: 8 

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