Colón 46
46004 Valencia
Habitación: 107
Fecha de entrada: 24/01/19
Tarifa: 56€ (SA)
Un estrecho edificio empotrado en una de las manzanas del ensanche valenciano. En la zona más céntrica y comercial de la ciudad. Ocho alturas en blanco, recientemente reformado, con algunos puntos de luz y algunos dibujos en tonos azules. Aunque la fachada destaca comparada con los edificios contiguos, nada llama la atención sobre él a pie de calle, sobre una acera repleta de escaparates.
Unas puertas
correderas de cristal con el logo azul del hotel, que permanecen siempre cerradas
hasta que la recepción las activa con un botón, nos introducen en el pequeño
hall. Minúsculo. Techo altísimo. Suelo negro porcelánico con dibujos
geométricos y coloristas. A la izquierda el mostrador. De madera. Con dos
ordenadores y dos sillas altas para que las recepcionistas se puedan sentar. Algunos folletos por encima con información del hotel. Tras él dos
cuadros, que se venden. La sensación es cálida y moderna, aunque el bullicio de la calle está allí mismo.
Una simpática joven nos recibe sonriente. Pese a que la
víspera nos llegó un mail para hacer el "check-in online" (que
hicimos), al llegar, no hay diferencia. Otra vez a copiar el DNI, la tarjeta...
Tedioso. Por fin, nos explica el horario del desayuno (que no tomaremos), el
funcionamiento del cobro del parking, firmamos un par de papeles y por fin nos
entrega un cartoncito con la tarjeta de la habitación y la clave del wifi que
es gratuito y veloz en todo el hotel.
Un paso más adelante y en un recoveco protegido por algunas maderas está el ascensor. Algo antiguo pero
renovado. Puertas automáticas. Un espejo en la pared del fondo, y un pasamanos
en azulón. El techo algo envejecido. Las paredes negras aparecen pintadas con
mensajes del hotel como si de una pizarra se tratara.
Las puertas se abren ruidosamente en el mismo pasillo. No es muy ancho. Moqueta de figuras geométricas en verde y marrón en
el suelo. Paredes de color verde. Luces indirectas a la altura del suelo. Las
puertas de las habitaciones aparecen pintadas en distintos, y vivos, colores.
Cada una tiene a su izquierda un brillante cuadro con el número de la
habitación y colgando desde el techo un cable rematado en una bombilla. A la
derecha, en la pared, varias láminas de vivos colores algo plastificadas dan el
contraste de la decoración.
Tras la puerta, gris, de apertura por contacto de la
tarjeta, entramos directamente a la habitación. Sensación moderna y algo
oscura. Un punto de frío. El aire acondicionado está apagado y la noche es fría. Suelo de madera algo envejecida pero limpia y agradable. Paredes grises
y escasa luz: un halógeno junto a la puerta, otro sobre el escritorio y dos
lámparas retro sobre las mesillas. Junto a la puerta una ranura para meter la
llave de la habitación y activar las luces y el display del aire acondicionado:
algo enrevesado, sin opción automática y terriblemente ruidoso, terriblemente,
incluso con el sistema apagado.
A la izquierda, tras un visillo y un foscurit color arena,
que no consigue parar la luz, una ventana a un estrecho patio interior decorado
con formas geométricas de colores.

Frente a la puerta están las dos camas. Colchones de buen
calibre pero de ajustada anchura situados sobre unos canapés en metal morado.
Los cabeceros, irregulares, en símil piel en tonos morados y marrones. Junto a las camas, dos
mesillas, anchas, de cuatro patos y sin cajón. Sobre una de ellas el teléfono y
un lapicero con el logo del hotel. Sobre la otra, el mando a distancia de la
televisión. Dos lámparas dirigibles ancladas a la pared crean una cálida
atmósfera, aunque su luz es algo escasa para la lectura desde la cama. Encima
de ambas mesillas, interruptores para todas las luces y enchufes para los
aparatos electrónicos.
La cama aparece vestida con
un edredón suave, pero estrecho y corto. Parece como si el calibre del colchón
fuera excesivo para esa prenda. Dos almohadas de distinta dureza y grosor con
unos detalles en azul. Cómodas. Aún así, el descanso cuesta. Al ser la
habitación interior no escuchamos el ruido de la calle, pero la insonorización interior es terrible. Por las paredes se escucha lo que pasa en las
habitaciones contiguas y las rejillas del aire acondicionado funcionan como
caja de resonancia de las cosas que ocurren en los pisos superiores (voces,
gritos, movimientos, aguas, duchas...). Si a eso le añadimos que el foscurit no
frena la luz, y que la puerta no encaja del todo y se cuela la luz del pasillo
por la rendija inferior y lateral, tenemos el completo.


Frente a la puerta del baño encontramos el inodoro, moderno
y con la cisterna empotrada en la pared con dos curiosos pulsadores. A su lado,
una escobilla de baño negra. A la derecha, una enorme cabina de ducha separada
del resto por una mampara de cristal de techo a suelo. La pared pasa a ser de cerámica imitando
madera. El suelo, en blanco muy agradable. Una ducha de teléfono anclada a la
pared y en el techo un enorme rociador de efecto lluvia. Aquí tanto la presión
como el caudal y la temperatura son exquisitas. Quizá le cuesta mucho al agua
ajustar los cambios de temperatura, pero por lo demás, formidable experiencia
mañanera bajo el agua.
Por la mañana al salir, nos preguntan por el minibar, y también por si ha ido todo bien. La factura, el pago y poco más.
Servicio: 7
Ambiente: 8
Habitación: 6.5
Baño: 8
Estado de conservación: 9
Desayuno:
Valoración General: 8
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