martes, 13 de junio de 2023

HOTEL EXE GUADALETE (JEREZ DE LA FRONTERA - CÁDIZ)


HOTEL EXE GUADALETE (****)
Avenida del Duque de Abrantes 84
11407 Jerez de la Frontera (Cádiz)

Habitación: 273
Fecha de entrada: 29/05/2023
Tarifa: 

A la entrada de la ciudad, a unos veinte minutos a pie del centro histórico, en medio de un barrio residencial de amplias avenidas ajardinadas, y unifamiliares con jardín encontramos una enorme parcela, con gran jardín y exuberante vegetación que recoge este hotel que -sin duda- tuvo tiempos mejores. Un gran edificio de tres alturas, de corte clásico, y líneas rectas, recubierto por grandes placas de piedra rugosa en tonos salmón, y roto por ventanas cuadradas de aluminio marrón oscuro. Un carril de conducción, enmarcado entre parterres y jardineras, con algunos vehículos aparcados nos sitúa ante media docena de escalones en mármol blanco que nos dejan frente a una larguísima cristalera de aluminio y cristal oscuro con dos puertas automáticas que acceden a la recepción. A ambos lados de los escalones, de forma simétrica hay sendas rampas de acceso para evitar las escaleras. 

Atravesamos dos pares de puertas consecutivas de cristal, separadas por una zona con una mullida alfombra antes de entrar en una inmensa y algo desangelada recepción. Todo resulta demasiado clásico, demasiado antiguo, demasiado apagado. De frente encontramos un largo mostrador de madera oscura partido en dos con una columna en tono amarillento en el centro. A derecha e izquierda se abren sendos -y simétricos- enormes y largos espacios con viejos sofás tapizados en terciopelo de los que te hundes al sentarte. Paredes con madera, ventanas al exterior protegidas con cortinas blanquecinas, algunas mesas, algunos muebles de corte clásico, algunas columnas y focos de luz -algo fría- en el techo rellenan un espacio que parece languidecer. Sobre el mostrador, la pantalla del ordenador, y detrás, una señora que nos atiende fríamente recogiendo nuestros datos. El proceso de registro es lento. Al final, tras firmar un documento, nos entrega una cartulina con la tarjeta que hace de llave de la habitación. Nada más. El wifi, gratuito y correcto, funciona sin contraseña, y lo descubrimos nosotros mismos mientras caminamos hacia la derecha para llegar a los ascensores. Son tres, de puertas metálicas automáticas. En su interior, suelo de mármol negro, paredes de madera, mármol y un espejo al fondo, y botonadura metálica.

Las puertas se abren a un amplísimo recibidor en el que confluyen los dos pasillos de las habitaciones. Moqueta color granate, paredes en tono oscuro y puertas, viejas con molduras en blanco. Tras ella, el suelo pasa a ser de madera, bastante cuidada y renovada. Paredes en estuco color crudo, luces algo amarillentas en general y sensación algo antigua y desangelada. En un corto pasillo antes del dormitorio encontramos a la derecha un armario con tres puertas labradas en blanco. En su interior un colgador largo, otro corto, cajoneras y una vieja caja fuerte. A la izquierda, la puerta del baño, que no termina de encajar del todo y junto a ella una ranura para introducir la tarjeta y que se activen las luces. 

El aire acondicionado, que está encendido, hace ruido y presenta la habitación quizá demasiado fresca. Ya en el dormitorio encontramos en la pared un interruptor en forma de rueda con tres posiciones (dos potencias y el apagado) y una pequeña rueda para manejar la temperatura. A la derecha, un maletero de madera con unas lamas de metal sobre el mismo y dos en la pared para evitar los golpes en la misma. A continuación, un viejuno escritorio, de patas de metal y mesa de madera sobre el que hay una lámpara de mesa con pie de metal y tulipa de tela en crudo. Sobre ella una televisión de pantalla plana con el mando a distancia envuelto en un sobre de papel blanco. Bajo la mesa, una sencilla silla de piel marrón y un minibar vacío dentro de un armario. 

La pared del fondo presenta la ventana. Larga. En aluminio marrón que no cierra. El ruido de la calle se cuela como si no hubiera ventana. Menos mal que la calle resulta tranquila. Vistas a la puerta principal del establecimiento. Protegida por un visillo en tono crudo y un foscurit en marrón claro algo desvencijado. Ni lo uno ni lo otro son capaces de frenar el ruido exterior, ni la luz de la mañana. Aunque el hotel es sumamente tranquilo, la insonorización interior tampoco es demasiado buena y se oyen algunas voces en los pasillos y ruidos en las habitaciones contiguas.

En el lado izquierdo encontramos las dos camas. Vestidas en blanco con una suave sábana y decoradas con plaids en color chocolate a los pies. Resultan cómodas, con su colchón de buen calibre y dos almohadas cada una. Empotradas contra un cabecero de tela en color teja y forma de capitoné. Tras él, la pared estucada desnuda. A cada lado hay sendas mesillas, con patas de metal y mesa de madera. En una de ellas un teléfono grande. Sobre la otra un dispositivo de hilo musical que en algún momento funcionó. Encima de ambas, interruptores en negro, algún enchufe disponible y sendos apliques, anclados a la pared, de metal y tulipa de tela blanca plisada de los que salen dos brazos articulados para iluminar la lectura desde la cama. 

El baño resulta algo caduco. Tras la puerta de molduras en blanco con pomo dorado algo antiguo encontramos un espacio correcto de tamaño, con suelo en mármol blanco con vetas grises y paredes en mármol verdoso. De frente una vieja encimera de granito que recoge un lavabo en porcelana blanca con un grifo monomando algo roñoso por el uso. Delante, en un colgador, dos toallas de lavabo. Las otras dos que completan el juego de lencería, de tamaño y calidad justa se presentan en un toallero metálico, algo caído, que encontramos en la bañera.  Bajo el lavabo hay una papelera metálica. Sobre la encimera, una caja negra con pañuelos de papel y dos vasos de cristal sobre posavasos de cartón. En la pared, un espejo grande, otro de aumento dirigible y dos botes de jabón de manos y crema hidratante. Luz fría desde un par de focos ubicados en el techo. 

A la derecha el inodoro, también en blanco y a continuación la bañera, protegida por una móvil mampara de cristal algo desgastada por la humedad. En su interior, además del toallero caído, una grifería algo vieja que remata en una ducha de tipo teléfono por la que sale agua a buena temperatura, buena presión pero algo escaso caudal. Un bote de champú y otro de gel de baño se ofrecen anclados a la pared. 

Por la mañana, en un salón, también desangelado, con demasiadas mesas y sillas vestidas con telas en color marrón claro se ofrece el desayuno. El surtido resulta muy amplio con productos fríos (fruta, embutidos, quesos, fiambres...) y calientes (huevos revueltos presentados de forma poco atractiva, salchichas, verduras...) salados y dulces con un gran -aunque poco atractivo- surtido de bollería. Zumos variados naturales, y café bastante aceptable de una máquina que salpica excesivamente al accionarse. 

En el mostrador, la salida, tan fría como la entrada. 

Calidad/precio: 
Servicio: 6.5
Ambiente: 6
Habitación: 6
Baño: 6.5
Estado de conservación: 6
Desayuno: 7
Valoración general: 6.5

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