Avda de la Constitución 102
03400 Villena (Alicante)
Habitación: 106
Fecha de entrada: 19/12/2024
Tarifa: 49€ (SA)
En el mismo centro de la pequeña población alicantina un feo edificio de ladrillo rojo remodelado en su parte delantera, donde está el restaurante del mismo nombre, encontramos este modesto y vetusto alojamiento. En la esquina de la calle, y tras dos escalones accedemos a un pequeño porche con algunas macetas. Allí mismo dos ruidosas puertas automáticas de cristal y aluminio negro nos introducen en la pequeña recepción. Algunas macetas grandes en el suelo, una papelera, un par de sillas de esas de sala de espera de centro de salud y una mesa con antiguos folletos de atracciones de la zona. Luz fría, paredes en estuco amarillo, silencio.
De frente, el mostrador de recepción, de madera clara brillante. Sobre él, un cartel indica un número de teléfono al que llamar en caso de que no haya nadie atendiendo. Enseguida llega una simpática joven que nos saluda por nuestro nombre. En la limpia y ordenada mesa que hay bajo el mostrador ya está preparada nuestra llave, de grueso y pesado llavero metálico de los de antes, un papel con la clave del wifi (que funciona perfectamente) y el mando de la televisión. Nos pide el DNI que fotocopia rápidamente, nos cobra la estancia y nos indica que podemos recoger la factura por la mañana.
Un estrecho pasillo de paredes estucadas en amarillo con suelo de terrazo blanco recubierto por una alfombra negra nos conduce a la habitación que se encuentra en esa misma planta. Antes pasamos junto a las viejas escaleras y a un ascensor de puerta manual de color rojo.
Puerta de madera oscura, con una pequeña placa metálica con el número de la habitación. Pomo negro de plástico con la llave que se abre con dificultad. Dentro, espacio más que ajustado. Suelo de dañada madera de color natural, paredes estucadas en rosa y azul muy claros y techo en blanco. Caemos directamente sobre el dormitorio. A la derecha la puerta del baño, también de madera con pomo metálico dorado. A la izquierda un interruptor de la luz, que prende dos apliques metálicos situados sobre la cama. Luz fría poco efectista. A su lado un poderoso armario exento de madera brillante, algo desvencijado. Dos cuerpos. En uno baldas y cajonera. En el otro una barra colgadora con una decena de finas perchas de madera antirrobo. Junto a él un espejo con un marco en madera y dorado, y a continuación, en el estrechísimo espacio que deja el pie de la capa para pasar, una pequeña televisión de pantalla plana y un perchero de otra madera con tres perchas.
En la pared del fondo hay un pequeño, incómodo y casi impracticable (por espacio) escritorio con una lámpara de cristal en la pared que se enciende con un tirador y dos enchufes disponibles. Bajo él un pequeño radiador apagado y una silla de madera algo destartalada tapizada en azul. Una fea cortina de tonos azules y un visillo protegen una ventana de madera barnizada brillante, con portillos y con vistas a una impracticable persiana. Apenas hay espacio para sacar la silla.
En el lado derecho del dormitorio encontramos el viejo mando del aire acondicionado. Funciona ruidosamente pero de manera eficaz durante un rato. Luego deja de funcionar. En el centro, la cama. Grande para ser individual y algo pequeña para ser doble. Colchón cómodo y una larguísima almohada. Vestida con unas suaves sábanas, una colcha morada con flores y un edredón del mismo color algo sucio. Dos feos cojines en blanco y gris tratan de darle un punto decorativo al conjunto. A cada lado sendas mesillas, de madera con tapa de cristal. Por debajo cajones. La cama está empotrada contra un pequeño cabecero de madera que queda asimétrico con las mismas. A cada lado hay un enchufe disponible y un interruptor para la luz, que en uno de los lados queda algo alejado de la cama.
Durante el día se escuchan bastante los ruidos y voces de la recepción. Incluida una impresora de cinta que escupe papel continuo durante un largo rato. Por la noche la tranquilidad del hotel permite conciliar pronto el sueño hasta que muy temprano en la mañana empiezan los movimientos en las habitaciones contiguas y la recepción.
El baño resulta de tamaño adecuado, pero de aspecto algo vetusto. Suelo y paredes en porcelánicos de tonos arenas. De frente un lavabo exento con moderna grifería monomando con buen caudal y presión. Encima, una repisa de cerámica blanca con dos sobres de champú, dos pastillas de jabón y dos vasos de plástico. Por encima un espejo rectangular hasta el techo. Buena iluminación que se activa a la vez que un ruidoso extractor situado en la bañera. A un lado, el toallero con dos toallas grandes de lavabo de justa calidad. Al otro, un bote de jabón de Mercadona. Debajo una papelera y una banqueta de plástico.
A la izquierda está el inodoro, sin cisterna. Esta se descarga con un interruptor (como de luz) situado encima. A su lado, una escobilla de plástico y a continuación la bañera, protegida por una fea y antihigiénica cortina. En el interior, un toallero recoge dos grandes toallas blancas de ducha de calidad adecuada, que junto con el pie de ducha completan el juego de lencería. La grifería está completamente destartalada y se nos cae de las manos al intentar adecuarla a nuestra altura. Presión y caudal correctos. Por encima, el techo, que es practicable, está bastante deteriorado.
Por la mañana en la recepción otra señora amable nos espera con un sobre con la factura en el interior. Despedida y adiós sin más.
Calidad/precio: 6
Servicio: 6
Ambiente: 4
Habitación: 4
Baño: 5
Estado de conservación: 3
Desayuno:
Valoración general: 5
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