miércoles, 15 de noviembre de 2023

HOTEL SAN LUIS LINDAVISTA (CULIACÁN, SINALOA, MÉXICO)


HOTEL SAN LUIS LINDAVISTA (*****)
Río Sinaloa 1, Guadalupe
80220 Culiacán Rosales, Sinaloa (México)

Habitación: 528
Fecha de entrada: 16/10/2023
Tarifa: 

En el centro de la capital sinaloense, desparramado por el cerro más famoso de la ciudad (La Lomita) hallamos un enorme complejo en piedra color marrón envuelto en exuberante vegetación. Hasta ocho alturas en distintos edificios que parten de distintos niveles y que terminan en la cima de la loma, junto a un formidable santuario mariano. Desde la calle hay un doble acceso, por un lado el peatonal, salvando cuatro escaloncitos, y por otro lado un acceso a ras de suelo desde una pequeña zona de parking semi subterráneo. 

En ambos casos hemos de tirar de una puerta de cristal con pomo metálico para acceder a una cuadrada recepción, de paredes acristaladas a la calle y a la zona de recogida en vehículo. Suelo negro de mármol, techo altísimo. Luces algo frías. A la izquierda hay una zona de sofás para la espera o la tertulia y una mesa en la que se sirve como bebida de bienvenida agua fría y café. En el lado de la derecha hay una elegante escalera curva con pasamanos dorado y barandilla de forja. A los pies de la misma, una máquina lustrazapatos. En el centro, una mesa redonda con un enorme jarrón con una decoración vegetal. Tras ella, empotrado en la pared de elegante madera oscura, el mostrador de recepción. En él un simpático empleado nos atiende de forma rápida y eficaz. Nos explica los servicios del hotel, nos indica la clave del wifi que es gratuito en todo el hotel, aunque a veces se corta, y nos entrega una cartulina con una tarjeta de plástico blanca sin personalizar que hace las veces de llave de la habitación. Las luces hacen el espacio algo oscuro y la sensación general es de cierta elegancia clásica. Quizá demasiado clásica.

Salimos hacia la izquierda, pasando junto a una hornacina en la que hay una lámpara, un teléfono y una pequeña planta. Atravesamos una puerta de cristal y salimos a una pequeña y calurosa zona de aparcamiento, en la que hay media docena de vehículos. A la derecha, al fondo encontramos otra puerta iluminada con un cartel que anuncia un ascensor. Abrimos de nuevo la puerta de cristal y accedemos a un recibidor con unas escaleras protegidas con una alfombra de colores y un ascensor de puertas metálicas con un punto vintage. A su lado hay una papelera y un cartel metálico en la pared en el que se indica la ubicación de los distintos servicios del hotel (parking, piscina, restaurantes...). El interior del ascensor es en parte panorámico, con vistas hacia la ciudad a nuestros pies. Las dos paredes laterales son de espejo y la botonadura metálica. Las puertas se abren a otro recibidor al que también llegan las escaleras, y a la derecha se abre el pasillo con las habitaciones.

Moqueta color salmón en el suelo, puertas de madera clara con unos carteles metálicos en dorado y verde que indican el número de las habitaciones. En el lado derecho, un larguísimo ventanal con vistas a los jardines colindantes al hotel aquí, y a la ciudad, allá. Demasiado calor, porque la zona no está climatizada. Acercamos la tarjeta a una zona negra que hay en el metálico pomo, y se abre la puerta. El calor del pasillo contrasta con el frescor de la habitación en la que está encendido el aire acondicionado, algo ruidoso, pero que funciona eficazmente manejado desde un sencillo y antiguo display con un botón para encendido y apagado, una pantalla para seleccionar la temperatura deseada y un botón con tres opciones de potencia. 

La moqueta salmón del pasillo muta en moqueta marrón clara, bastante limpia y cuidada. A la derecha un interruptor iluminado sirve para activar las luces de la habitación. A continuación las puertas de madera clara con algunas molduras que acogen el generoso armario. En su interior un largo y algo colgador con media docena de perchas antirrobo, una balda por encima en la que encontramos un par de almohadas de recambio, la bolsa de la lavandería, una plancha y un albornoz mullido aunque algo pequeño (especialmente para los que somos de talla XXL). Anclada a la pared interior del armario, la tabla de planchar. 

En el lado izquierdo, la puerta del baño, con un pomo metálico redondeado algo abollado. y unos pasos más adelante el enorme dormitorio. Paredes en vescom color arena, techo blanco, mobiliario en madera clara. Sensación de amplitud, todo quizá algo anticuado, pero correcto. En el lado derecho un maletero de tijera de metal con tiras de tela negra, a su lado un poderoso armario con dos puertas en la parte superior, que ocultan la televisión, grande y plana, y una caja fuerte. En la parte de abajo, varios cajones. Después, una mesa de escritorio con un cajón, y tapa de mármol negro. Sobre ella hay una lámpara de lectura de potencia algo escasa, en metal y con una tulipa en color crudo. Además, una bandeja con una hielera, un par de vasos y dos botellas de agua mineral de cortesía. Debajo de la mesa, una papelera metálica, una silla de madera tapizada en tela verdosa, una papelera en piel oscura y un par de enchufes disponibles. En la pared de encima debía haber un cuadro o un espejo (que se echa en falta en la habitación) porque hay un clavo abandonado.    

Al fondo de la habitación un enorme ventanal en aluminio de color marrón con unas fantásticas vistas a toda la ciudad. La insonorización exterior es algo deficiente y en la mañana se escucha demasiado el pesado tráfico de las avenidas colindantes. Un visillo blanco, un foscurit en el mismo color y unos cortinones en color verdoso, todo ello bastante envejecido, paran de forma bastante eficaz la luz de la mañana. Junto a la ventana hay un enorme sofá tapizado en azul sobre el que hay dos feos cuadros. Delante del mismo, una mesa baja rectangular de cristal y metal dorado. 

En el lado izquierdo, la gigantesca cama vestida con una sábana y una colcha en color blanco con elegantes cuadritos. Dos almohadas muy confortables, un colchón de buen calibre recubierto con un mullido y acogedor topper. Todo ello ubicado sobre un canapé protegido por una tela de color verdosa, y todo empotrado contra un cabecero de madera y un trozo de pared de vescom verde claro. A cada lado sendas mesillas de madera con la tapa en mármol negro. Sobre una de ellas, un teléfono y un despertador. Detrás de ambas, enchufes para los aparatos electrónicos. Ancladas a la pared sendas lámparas de metal cromado con tulipa blanca y potencia algo escasa para la lectura desde la cama. Además estas se encienden desde un pequeño interruptor que hay que girar y que, del uso, empieza a estar algo deteriorado. 

El descanso se hace muy cómodo por lo mullido de la cama, y por la excelente insonorización del interior del hotel. Es cierto que en la mañana el tráfico exterior resulta ruidoso. El conjunto de luces del dormitorio se queda un poco escaso. Y en algunos puntos resulta algo fría. 

El baño resulta adecuado de tamaño. Suelo de mármol blanco con una cenefa en color rojo. De frente encontramos la encimera, en mármol rojizo con una grifería elegante de dos mandos algo antigua, que sin embargo funciona a la perfección. En la encimera, empotrado, un lavabo blanco que no traga demasiado bien. Sobre ella una caja de metal con pañuelos de celulosa y una bandeja negra en la que se ofrece una pastilla de jabón de ducha, una de bajón de manos, un bote de champú y otro de crema hidratante. En el lado izquierdo, anclado a la pared un secador de pelo de escasa potencia y un abrebotellas. En el lado derecho, un espejo de aumento. De frente, y enmarcado en madera, un enorme espejo de lado a lado y hasta el techo. 

En el lado derecho, y tras la puerta, encontramos el inodoro típicamente americano. El suelo en esa zona está algo más deteriorado. Empotrados en la pared, dos portarrollos y un teléfono góndola algo amarillento. Cuatro puntos de luz en el techo hacen quizá algo escasa la iluminación en algunos puntos. Los dos interruptores que se ubican en el lado izquierdo del interior del baño activan también un potente extractor de humedad y de olores que suena demasiado. En el lado izquierdo, y tras unas puertas correderas de aluminio y cristal encontramos una enorme cabina de ducha. En su interior hay incluso un asiento de piedra para sentarse. La grifería -a juego con la del lavabo- acaba resultado algo compleja de manejar. En la pared, hay una zona remetida que permite dejar allí el jabón y el champú. El grifo, anclado a la pared ha perdido alguna de sus piezas y aunque el agua sale perfecta en cuanto a caudal, presión y temperatura, acaba siendo la suma de cuatro potentes chorros independientes. 
 
Por la mañana salimos excesivamente temprano y encontramos la recepción casi en penumbra. Nos despiden de forma cálida atendiendo si necesitamos algo para proseguir nuestro viaje.  

Calidad/precio: 
Servicio: 8
Ambiente: 7
Habitación: 8.5
Baño: 7.5
Estado de conservación: 7.5
Desayuno: 
Valoración General: 8

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