miércoles, 3 de junio de 2020

VIÑAS DE LÁRREDE (LÁRREDE - HUESCA)

VIÑAS DE LÁRREDE (****)
San Juan de Busa 12
22666 Lárrede (Huesca)

Hab: 14 Patricia
Fecha de entrada: 31/08/2019
Tarifa: 157€ (AD)

Entre Sabiñánigo y Biescas, a las puertas del Pirineo Aragonés, y con unas vistas espectaculares de las montañas cercanas, en una finca compartida con dos preciosas ermitas románicas se levanta de nueva planta este chalet de montaña, de dos alturas, construido mayormente en cristal y madera. Ubicado en una ladera, hemos de acceder al jardín desde una verja automática corredera que nos abren desde recepción tras llamarles desde un interfono ubicado junto a unos arbustos. Fuera llueve fuerte, y desde recepción nos indican que subamos con el coche hasta la puerta. Nada más pasar la verja metálica encontramos a la derecha un largo (y algo desordenado) aparcamiento sobre gravilla. Al fondo del mismo una casa típicamente aragonesa con un espectacular huerto. 

Subimos con el coche por una rampa casi hasta la puerta del establecimiento. Allí, en una rotonda ajardinada encontramos además del edificio del hotel, un precioso jardín con piscina, hamacas, tumbonas, camas balinesas... La persona de recepción ha bajado hasta el coche con un paraguas (de una cadena hotelera andaluza) para recogernos y hacerse cargo de nuestro equipaje y del vehículo (que aparcan en el parking de la entrada). Cruzamos un gran porche, hoy deslucido por el tiempo, y accedemos al establecimiento por una enorme puerta de madera antigua abierta. A cada lado hay sendas mesas llenas de folletos, un libro de firmas, revistas... todo algo desordenado. Tanto que la decoración preparada con antiguos esquís, elementos de montaña, adornos florales, algunos espejos... apenas se ven. 

Un paso más y tras una puerta de cristal corredera accedemos a la recepción. Esta es estrecha y larga. A la izquierda se abre la sala de estar/bar, con una enorme cristalera con terraza, bajo la que hay un impresionante macizo de flores y vistas al valle. A la derecha hay un curioso banco tapizado como con piel de animal y una mesa anclada. A continuación una especie de muralla de madera tras la que se refugian dos recepcionistas. No hay mostrador, sino una especie de valla de madera con un espacio de tamaño folio sobre el que se pueden dejar los documentos... Detrás de la "valla" un enorme escritorio lleno de cosas (papeles, cuadrantes, cajas, vasos, ordenadores...) y algo desordenado. 

El recepcionista que nos ha recogido en el coche nos pide los DNIs que transcribe al sistema informático. Mientras imprime los documentos a firmar nos entrega y explica una octavilla con los datos de la reserva, los horarios de los servicios del hotel, la extraña clave del wifi que es gratuito y veloz en todo el edificio... Después de firmar en la pequeña repisa que hay sobre la valla que nos separa de él, nos entrega la llave de la habitación que es una tarjeta con el logo del hotel y un post it con el número de la misma. 

Un par de pasos más adelante, están los ascensores. Justo enfrente una librería abierta con vistas al salón de estar, la puerta del comedor, cerrada en ese momento, en madera, cristal y con unos coquetos visillos, y un rincón que hace las veces de tienda donde se amontonan, desordenados, jerseys, colgadores, portapajas, muñecos, cuadros... Dos ascensores. Nuevos y modernos. En gris, con la pared del fondo en espejo, botones metálicos y un cuadro con publicidad del spa (de pago) que hay en el establecimiento.     

Las puertas del ascensor se abren a una planta rectangular, con el centro abierto con vistas a la mesa de recepción desde arriba. Quizá el techo abuhardillado retumbe demasiado el sonido de lo que pasa abajo. Alrededor de ese balcón se abren las habitaciones. Cada una con nombre de mujer. Suelo de madera clara, paredes igual, sólo rotas por las puertas de madera y los cuadros que con ganchillo indican los números de las habitaciones y sus nombres. Además entre algunas habitaciones hay unos grandes cuadros con fotos de niños. 
Acercamos la llave a la moderna cerradura metálica de la puerta, y se abre. Tras ella, el olor a madera lo llena todo. Un primer pasillo de techo bajo y pared pintada con un papel con dibujos de animales de caza en blanco y negro que da la sensación de ser tela. La parte baja de la pared está simplemente pintada en blanco. Varios interruptores de luz de la marca B-ticino y una ranura para meter la tarjeta que activa la luz. En ese pasillo también encontramos la puerta del baño, corredera de madera con cuadrados de cristal y un coqueto visillo que tapa aquellos trozos del cristal que dejaran a la vista el interior del baño.

Un paso más adelante está el dormitorio. El techo allá arriba, a cinco metros de altura. La pared sigue con el papel blanco y negro de motivos animales y al fondo una enorme cristalera. El recepcionista que nos ha acompañado hasta la habitación nos enseña el curioso sistema de polea que hay establecido con dos grandes bloques de madera para correr las cortinas que protegen la ventana, que se abre a un pequeño balcón con coqueta barandilla de madera decorada con flores de lis y con vistas al jardín del hotel aquí abajo, a un feo monte ahí delante y a una pequeña torre medieval allí arriba.

Nada más entrar en el dormitorio, a la izquierda hay un sencillo display para manejar el aire acondicionado que aunque no es ruidoso, tampoco es silencioso. Una rueda para la temperatura y varios botones para regular la intensidad. Allí mismo nace una escalera de madera, algo estrecha y empinada que sube a una especie de segundo piso abalconado y abuhardillado. En ese espacio encontramos colgando de la pared una televisión plana, un aparador antiguo con varias revistas de decoración en su interior y una mesa de centro también antigua. Bajo un aplique de luz de pequeños cristales anclado a la pared y junto a unos cuantos enchufes encontramos dos confortables butacas protegidas con unas fundas de pelo blanco. Ambas situadas sobre una gruesa alfombra de color gris. La madera de la pared y del suelo, limpia y agradable.

Volviendo al dormitorio encontramos, antes de la ventana, y junto a una fina columna revestida en madera con un colgador en forma de diminuta cabeza de animal, un armario de madera sin barnizar, como casi toda la que hay en la habitación, que hace las veces de maletero y de escritorio. Sobre este hay varias carpetas con información sobre el hotel y la zona, y una bandeja de plástico con motivos florales con dos vasos y una botella e agua de cortesía que se agradece. Quizá falte el minibar, aunque con los precios que hay por ahí... Bajo la escalera que desciende del saloncito hay otro maletero de madera negra y cintas de tela, en una zona con varias humedades en la pared. Además un armario con varias baldas abiertas y otro, cerrado, con puertas con tiradores de metacrilato que ofrece un colgador con perchas normales, una pequeña caja fuerte, la bolsa de la lavandería y un par de juegos de zapatillas de baño. 
La cama es doble, con dos colchones unidos por una misma lencería: Sábanas blancas, colcha en tono blanco y un plaid a los pies en tono grisáceo. El colchón resulta confortable y la variedad de almohadas y cuadrantes permiten el elegir el más adecuado para nuestro cuello. No tiene cabecero y aparece directamente empotrada en la pared, aunque en esta hay una línea de luz led muy agradable que crea una cálida sensación. A cada lado de la cama hay sendas mesillas de madera, sobre una un gran teléfono, y sobre la ambas, anclados a la pared, dos brazos de luz direccionables para la lectura desde la cama. Además un montón de interruptores para encender o apagar todas las luces. El efecto de estas es más que agradable y variado.

El descanso es correcto, porque el hotel es tranquilo y el entorno más. Aún así, la gran cortina que trata de cubrir la descomunal ventana no consigue evitar que por los laterales se cuele la luz de la mañana. Por otro lado, hasta la media noche avanzada se escucha demasiado el sonido de lo que pasa en la planta inferior (restaurante, recepción...). Durante la noche el silencio es extraordinario.

Quizá echemos en falta un espejo de cuerpo entero, porque tampoco en el baño lo vamos a encontrar. Este es cuadrado, de tamaño normal revestido por completo en baldosas porcelánicas hasta media altura, y luego tras un friso de madera, un papel pintado muy elegante en tono crudo con listas negras. A la izquierda encontramos el inodoro y a su lado una papelera en sitio algo incómodo y que puede molestar a personas con piernas grandes. A la derecha, el lavabo exento y generoso sostenido sobre una mesa de madera a juego con el resto de la habitación. Sobre ella en una bandejita blanca un bote grande negro y rellenable de jabón de manos y cuatro botecitos de champú, acondicionador, gel y crema hidratante de marca no personalizada para el hotel. Además dos vasos de cristal. En la parte de abajo de la mesa se ofrece un secador de pelo de mínima potencia y dos toallas de manos y dos de ducha de buena calidad y tamaño. Encima del lavabo, cuelga de la pared aunque descentrado de la encimera, un pequeño espejo ovalado con el marco en metal con motivos vegetales. Insuficiente tanto su tamaño como la luz que ubicada sobre el techo justo encima crea espacios de sombra. Junto a la puerta, lejos del lavabo hay otro espejo direccionable de aumento. Dos colgadores negros para las toallas completan la decoración, además de un chirriante cartel pegado en la pared avisando de la necesidad de ahorrar agua o algo parecido.. 

En la pared de enfrente hay un enorme calienta toallas que hará las veces de radiador en invierno. En él, para completar el set de lencería de baño, una alfombrilla para la ducha. Esta está protegida en una generosa cabina con una mampara de cristal. En su interior hay un colgador de cinco ganchos de estilo rústico (igual que los colgadores del lavabo, el portarrollos... todos decorados con flores de lis). La ducha presenta un doble acabado: en teléfono direccionable y una enorme regadera sobre el techo. La regadera del techo no funciona, porque apenas arroja agua. En el teléfono aunque falta un pelín de caudal, tanto la temperatura como la presión son adecuadas, igual que en el vistoso grifo monomando del lavabo.

Por la mañana, en el restaurante ubicado junto a la enorme cristalera y terraza se sirve un desayuno con un cortito buffet. El zumo de naranja hay que pedirlo y se sirve en unas copas poco agraciadas. Quizá puedan destacar los embutidos (longanizas, chorizos, fuets...) de la zona, jamón y queso (aunque estos sean más bien corrientes), algunos yogures, pan y bollería industrial (a destacar los crujientes croissants), cereales y unas máquinas de café, que emiten mucho ruido, pero a cambio ofrecen una bebida más que apañada. Todo ello bastante desorganizado y en muchos momentos desabastecido. Las mesas, con mantel de papel y servilletas de papel y un camarero que hace lo que puede.

Frente a la muralla de la recepción en la salida el personal nos pregunta por nuestra estancia, por si hemos estado a gusto y aunque promete enviarnos la factura por email, esta no llegó. Sale de su puesto para despedirnos en la puerta con un apretón de manos mientras nos entrega dos botellas de agua fresca para el camino. No está mal.

Calidad/precio: 8
Servicio: 7
Ambiente: 8
Habitación: 8.5
Baño: 7
Estado de conservación: 9
Desayuno: 7.5
Valoración General: 8

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