martes, 5 de noviembre de 2019

IBIS MADRID PRADO (MADRID)

IBIS MADRID PRADO (***)
Calle del Prado 11
28014 Madrid

Habitación: 506
Fecha de entrada: 20/11/2018
Tarifa: 119 A+D

En el mismo corazón del Madrid de Las Cortes. A un paso del Congreso de los Diputados y de Sol, en una calle en cuesta, adoquinada y de acceso restringido encontramos haciendo esquina un feo edificio de ladrillo rojizo y siete alturas. Contrasta su moderna e insulsa fachada con el resto de edificios de la zona, mucho más trabajados y antiguos. El exterior de la planta baja, quizá para llamar la atención, se ha redecorado pintando todo en negro, con unas columnas de vivos colores y abriendo grandes Ventanales y una enorme puerta corredera de cristal en verde flúor. 

Tras las dos puertas correderas, accedemos a la recepción, Blanca y por tanto luminosa. Generosa de tamaño. Techo muy alto. Demasiado Blanco quizá la hacen un poco fría.  A la izquierda hay unas butacas para esperar junto a una cristalera a la calle ante la que hay una gran repisa llena de folletos. Las paredes, decoradas con letras de distintos tamaños y de vivos colores recopilando un montón de Denominaciones de Origen del vino español. El hotel está dedicado al mundo del vino. Junto a la puerta hay unas pequeñas butacas construidas con formas de tapón de corcho de botellas de vino y champagne. A la derecha hay una mesa alta, con seis sillas altas, varios periódicos, alguna planta y al fondo un pequeño espacio con una nevera con bebidas a modo de bar, y una máquina de café nespresso también de autoservicio, aunque no gratuito. 

Hacia la izquierda y al fondo encontramos los dos mostradores de recepción. Junto a el, en una pequeña mesa se ofrece una jarra de agua fría con limón y un par de botes de gominolas todo ello esta vez si, a disposición libre de los clientes.

El mostrador es alto, blanco. Hay dos, separados por una columna. Pero sólo uno parece estar en uso. Tras el, un despacho con la puerta abierta, en una pared también Blanca con unas ventanas protegidas con vinilos. Sobre los mostradores algunos cuadros con información sobre el hotel, la cadena, Madrid...

Nos atiende una joven simpática y educada vestida con un polo azul que nos acompaña en el ascensor de coches a dejar el vehículo en el parking subterráneo.  Desde este subimos en un ascensor de paredes metálicas con pequeños espejos estrechos y altos, con una pantalla de noticias y con varios carteles con información del desayuno, del parking y de la opción de salir con otros huésped a hacer footing en el Retiro. 

El proceso en recepción no es lento. Aunque tampoco rápido. Quizá algo frío. Nos explica el funcionamiento del WiFi, el horario del desayuno y nos entrega un cartoncillo con la tarjeta de la habitación. A la derecha del mostrador, justo enfrente de la puerta de la calle encontramos un pasillo que avanza hacia el interior bajando tres escaleras o una rampa. El techo ahí está demasiado bajo. Al fondo, está el ascensor. Antes de llegar a él a la derecha hay una pequeña sala de reuniones (y cata) con una biblioteca sobre vino y algunos utensilios que tienen que ver con el vino. El suelo se convierte en moqueta en distintas tonalidades de verde. Al fondo, junto a una pared recubierta con un vinilo con una foto enorme de unas parras volvemos a encontrar el ascensor.

Las puertas automáticas se abren a un pasillo en forma de T. Nuestra habitación, al fondo de pasillo. Luces puntuales, puertas en un gris claro azulado con unos recuadros de vivos colores con el número de la habitación y el nombre de una Denominación de Origen. La sensación tiene un punto de oscura, fría y algo kich por los brillantes colores de la decoración complementaria. Hasta llegar a la habitación pasamos junto a la puerta abierta de un office repleto de sábanas, toallas y productos de limpieza y junto a unas escaleras. 

Tras la puerta, con un pequeño pomo en el centro para colgar el no molestar y con mirilla, el suelo deja atrás la moqueta para ofrecernos una madera agradable y limpia en un tono gris claro. Tras la puerta aparecemos en un diminuto distribuidor cuadrado con un espejo que se queda detrás de la puerta. Luz fría en el techo. De frente, una puerta de cristal opaco al baño, con un pomo redondeado. A la derecha, el dormitorio. 

Suelo de madera gris clara y paredes blancas. La frontal, que recoge la cama y el armario está decorada con coloridos trazos dibujando botellas de vino. La pared de la derecha, con vescom blanco dispone de un mural con datos sobre la Denominación de Origen que da nombre a la habitación. La pared situada frente a esta acoge la ventana, grande, con aluminio negro muy cuidado y doble contraventana. La insonorización es perfecta y las vistas ahí delante, a los tejados de Madrid y ahí abajo, a la entrada principal. La ventana dispone de una persiana que se mueve eléctricamente con unos pulsadores a los que le falta la función automática y tenemos que estar apretando el botón hasta que esta cae por completo. Por delante, una cortina en tonos negros brillantes y un visillo también brillante pero en color morado.

La cama es blanca, lo que aumenta la luminosidad que ya de por si tiene la habitación. Grande para ser individual y algo pequeña para ser doble. Dos confortables almohadas, un buen colchón y un edredón nórdico bastante agradable, pese a que se nota un poco en la lencería la textura industrial. Tras la cama hay un pequeño cabecero de color gris acolchado. A cada lado de la cama hay sendas mesillas reducidas a tablas blancas ancladas a la pared. Sobre una de ellas el teléfono y sobre la otra el mando de la televisión. En ambas hay enchufes disponibles e interruptores para apagar las luces de toda la habitación. Sobre ellos, hay dos feos apliques metálicos que ofrecen una luz cálida aunque algo escasa para trabajar desde la cama. No obstante esa luz es mucho más agradable que la enorme lámpara redonda que hay ubicada en el techo de luz fría. El descanso es correcto, aunque la insonorización interior es manifiestamente mejorable.  

Junto a la cama y en el espacio que hay hasta la ventana hay un armario empotrado sin puerta. Revestido en blanco, con perchas normales también blancas. Dentro hay un maletero de metal y tela negra, la caja fuerte y el colgador. Junto a él, una mesa de centro redonda blanca y una butaca no muy cómoda en rojo.

A los pies de la cama, la pared vestida en vescom crudo, y en ella un minibar con dos botellas de agua mineral de cortesía, una tabla blanca anclada a la pared que hace las veces de escritorio. Sobre ella varios enchufes y una televisión plana. Bajo ella una silla de madera blanca y finas patas metálicas. Sobre todo ese espacio la lámpara de fría luz cenital.

El baño también es blanco. Y de luz fría que viene de un feo aplique ubicado en el techo justo encima del lavabo. El suelo de mármol gris y las paredes de grandes baldosas porcelánicas blancas con algún detalle en verde flúor. El lavabo es grande y exento, con una encimera a su alrededor. Grifo monomando y una bandeja de plástico, también blanco con dos vasos de cristal y un simpático set de amenities: pequeños botes de champú, gel y crema hidratante, una pastilla de jabón y un gorro de ducha, todo ello envuelto en papel blanco con las letras en tonos flúor. En el grifo la temperatura es colosal, aunque sobra un poco de aire y le falta algo de caudal. Junto al lavabo y quedando detrás de la puerta, hay un completo lote de toallas: dos de ducha y dos de lavabo. Correctas y muy bien cuidadas con un bordado en rojo que dice "Hotel El Prado". Bajo la repisa en la que se ofrecen las toallas hay un radiador que ofrece calor al espacio.

A la izquierda de la entrada queda el inodoro. Y enfrente de la puerta la generosa cabina de ducha protegida por una mampara de cristal con una zona en verde flúor para proteger a la persona que esté dentro. El suelo de la ducha es de un granito claro bastante agradable. La grifería es correcta aunque la sensación es algo endeble, como si fuera de plástico. Temperatura y presión correctas aunque quizá falte un punto de caudal. Dentro de la ducha hay un asidero con la alfombrilla de baño, y junto a ella una banqueta de plástico blanco.

En el sótano por la mañana se sirve un desayuno en un luminoso (y frío -no de temperatura-) comedor. Paredes blancas con dibujos coloristas de paisajes vinícolas. Mesas blancas cubiertas con manteles de papel y servilletas también de papel. Un variado surtido de frutas, zumos, embutidos, fiambres, algún plato caliente (bacon, salchichas, tortilla...), bollería crujiente recién hecha, churros, variedades de pan, cereales, mantequillas y mermeladas envasadas en unidosis y una máquina de café bastante correcta. Todo ello atendido por una distante pero eficaz camarera.

Al salir, en recepción todo demasiado procedimental y frío. Una joven nos cobra la estancia sin demasiado interés y así como al llegar nos acompañaron para ayudarnos en las engorrosas tareas del ascensor del aparcamiento, para salir nos abandonan a nuestra suerte...

Calidad/precio: 7
Servicio: 7
Ambiente: 6
Habitación: 7
Baño: 7
Estado de conservación: 9
Desayuno: 7

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