lunes, 18 de mayo de 2020

EL CORRAL DE CONCILIO (CONCILIO - HUESCA)

 
EL CORRAL DE CONCILIO (**)
Concilio 13
22808 Concilio (Huesca)

Hab: 1 Violeta
Fecha de entrada: 30/09/2019
Tarifa: 75€ (AD)

En uno de los pueblos más pequeños de la provincia, a un paso de Huesca capital y a las puertas del Reino de los Mallos, encontramos sobre la misma carretera la aldea de Concilio, con cinco habitantes, una iglesia medieval, una calle y una fuente, y al final de todo ello, una antigua casa de labor, convertida en alojamiento. Junto a ella, una enorme explanada convertida en parking. La casa, de piedra, rota con un puñado de ventanas, tiene dos alturas.

Tras la puerta, antigua y de madera, entramos en una enorme estancia en forma de L llena de armarios, sofás, y elementos decorativos. Junto a la puerta un armario antiguo de puertas de cristal que ofrece a la venta productos artesanales de la zona, una estatua de un búho de madera, un sofá, una pizarra en la que anotar la hora deseada de cena y desayuno y el número de habitación, librerías, juegos, sillas pequeñas, una chimenea, relojes, butacas, instrumentos musicales antiguos... Nada allí parece decir que estamos en un hotel. Frente a la puerta, otra puerta de aluminio y cristal accede a un jardín con varias tumbonas, butacas, sillas y veladores bastante bien cuidado y dispuesto.

El propietario sale a nuestro encuentro desde una puerta con un cartel que pone "Privado". Nos da la bienvenida a su casa y nos explica todo lo que hay allí. De momento en esa parte de la L hemos visto como la acogida y un salón de estar. En el otro lado de la L  y tras una poderosa columna de piedra antigua está el comedor, con varias mesas y sillas (algo mejorables), un armario con juegos de mesa, otro armario aparador de cristal y madera con vajilla. Junto a él, otro armario con un minibar (con sus precios) y un equipo de café y te que es gratuito. Todo lleno de pequeños detalles, figuritas de pájaros, jarras y teteras, cuadros de corte oriental, libros...

Nos explica además que la casa utiliza la geotermia para mantener la temperatura y el agua caliente y que eso hace que todo sea como más sostenible. Nos entrega un sobre con una postal para poder enviar a alguien y una carta en la que explica el por qué del alojamiento, sus características y distintas opciones de ocio por la zona. También nos las explica sobre un mapa. 

Intenta hacerse cargo de nuestras maletas pero declinamos y salimos tras él al patio exterior, amplio, bien cuidado y y muy agradable en esa hora de la tarde en la que llegamos. Allí, a la izquierda sube una antigua y vieja escalera, al aire, hasta el piso superior. Tras una puerta antigua y de madera, algo baja, entramos en la zona en la que están las habitaciones. Sólo cinco. Suelo de porcelana que trasmite el frío en verano y el calor en invierno de forma radiante. Nuestra habitación está hacia la derecha, al fondo, al final del pasillo abuhardillado con varias ventanas al jardín y algunos curiosos elementos decorativos. Junto a la puerta, también antigua de madera hay un papel plastificado en color verde con el número y nombre de la habitación (quizá una porcelana hubiera resultado más efectista). La luz del pasillo se enciende automáticamente con un detector de presencia. Normal, sin mucho efecto. En tono algo amarillento.
 
La habitación no es grande. Tampoco pequeña. La llave está dentro de la habitación y cuando el propietario nos la enseña nos la deja colgando de la cerradura. Lleva un llavero de madera con el logotipo del hotel. Un par de interruptores a la izquierda permiten encender las luces de la habitación. A la derecha y casi tras la puerta, sobre la pared de piedra antigua un perchero con cuatro ganchos. 

Las dos paredes principales (la de la derecha de la entrada y la del cabecero de la cama) son de piedra. Las otras dos aparecen pintadas en un tono verde claro. El techo, abuhardillado, con vigas de madera y un color azul. De una de las vigas cuelga un ventilador de techo que además de fresco genera cierto ruido. La temperatura es adecuada, quizá con más calor en el exterior la cosa cambie, pero... Echamos de menos algún aroma u olor. Todo neutro. 

A continuación de la puerta encontramos un baúl antiguo con una manta de repuesto en su interior. Junto a él, una lámpara de pie de media altura de metal con tulipa también de de metal perforada con formas florales. Al lado hay un sofá individual algo incómodo que puede convertirse en cama recubierto con una tela de fina pana roja y un par de cojines a juego. Sobre una mesa antigua, baja y de madera, se ofrece una gran pantalla plana de televisión. 

En la pared del fondo está la ventana, doble, grande y moderna, en aluminio color marrón y protegida en su exterior con un rete que evita la entrada de moscas y mosquitos, y en su interior por dos cortinones grandes, uno rojo y otro verde que corren sobre una barra metálica. Aunque las cortinas cumplen su función eficazmente, la separación de esta respecto de la ventana hace que la luz de la mañana se cuele en el dormitorio. Desde ella vemos el jardín y la parte de atrás del hotel. 

La cama no está mal, resulta cómoda sin más. Pero podría ser mucho mejor. Resulta grande para ser individual y algo pequeña para ser doble. Aparece bajo un cabecero de forja antiguo y curiosamente labrado con motivos florales. Quizá el colchón sea demasiado simple y blando. Igual que las almohadas. Quizá estaría bien además disponer de algún cuadrante para sentarse en la cama sin clavarse el hierro del cabecero. Las sábanas son muy suaves, como lavadas en casa, sin que se note para nada la aspereza química de las lavanderías industriales. Está vestida con una colcha de colores variados como de patchwork, y varios cojines a juego. A cada lado salen dos piedras de la pared haciendo las veces de mesillas. Sobre ellas, sendas lámparas de noche de madera imitando una torre de piedras y una tulipa en color claro. La luz de la habitación resulta efectista, aunque algo escasa para leer desde la cama. Además de las lámparas de las mesillas y la de hierro junto al sofá hay un aplique en la pared de corte oriental. No hay enchufes disponibles en la mesilla para los aparatos electrónicos, pero sí un interruptor que permite apagar las otras luces y el ventilador. Junto a la puerta del baño hay dos enchufes disponibles. 

El descanso es sencillo. El hotel por pequeño es muy tranquilo, y el pueblo increíblemente silencioso. De hecho en algunos momentos de la noche, el silencio resulta sobrecogedor. 

A la izquierda de la entrada, en esa pared encontramos un hueco abierto que hace las veces de armario, con dos baldas de madera y un tronco del que cuelgan algunas perchas normales sin personalizar. A continuación un aplique de luz, la puerta de madera clara y lamas abiertas del baño y un cuadro con motivos marineros. Quizá se eche en falta un espejo de cuerpo entero en la habitación y una mesa para trabajar o una silla para poder sentarse.

El baño resulta algo pequeño. La puerta se abre hacia dentro, lo que limita más los movimientos. Rectangular, alicatado en baldosas de decoración antigua en tonos crudos y azules hasta media altura. Desde ahí pintura azul hasta el techo, abuhardillado como la habitación y con las vigas de madera al aire.

A la derecha queda el inodoro. Frente a él dos portarollos anclados a la pared y una curiosa percha con tres ganchos plegable. Sobre él, una repisa con dos toallas de bañera. Enfrentado con la puerta está el lavabo, blanco y exento con una moderna y vistosa grifería ubicada sobre una encimera de madera oscura. Sobre el lavabo un espejo rectangular y generoso, y encima de él, una lámpara como antigua que ilumina deficientemente para verse en el espejo. A la vez que se enciende la luz (la lámpara sobre el espejo y un punto de luz en el techo) se activa un extractor de humedad y olores con su característico y molesto zumbido. A cada lado del espejo hay un secador de pelo de escasa potencia y otro espejo extensible de aumento. En la encimera, en una bandeja de porcelana blanca se presenta el juego de amenities de baño: un gorro de ducha, un paquete de pañuelos de papel, una pastilla de jabón, dos vasos de plástico protegidos en plástico y en una madera, cuatro botecitos personalizados para el hotel con champú, gel, leche corporal y colonia, todo de buena calidad. De la encimera cuelgan de una barra metálica dos toallas de manos. 

A la izquierda de la puerta está la cabina de ducha. Amplia y generosa. Alicatada como el resto del baño. Limpia. Cerrada con una mampara de cristal con puerta. Temperatura y presión correctas. Quizá falte un poco de caudal, y quizá la terminación de la ducha, en teléfono, pudiera ser algo más espectacular. Las toallas de bañera (situadas en una repisa sobre el inodoro algo lejos de la ducha) son correctas sin más. Limpias. Igual que las de mano. 

Por la mañana en el salón se sirve un cortito buffet de desayuno expuesto en un par de mesas junto a la ventanas que dan al jardín. Lo que tiene de corto y limitado lo tiene de exquisito y delicioso. Todo con productos de la zona: jamón, chorizo, lomo, queso, cereales, zumo de plátano y naranja, pan en rebanadas, exquisitas magdalenas y bizcochos caseros, aceite, mantequilla y una enorme variedad de mermeladas hechas en casa. Una simpática joven con rastas y piercings nos atiende encantadora explicándonos todos los productos y preguntándonos por el café, que preparan en la cocina y es más que bueno. 

En la salida hay que esperar porque tienen que traer "de dentro" la factura. No hay prisa. Nos preguntan si hemos estado a gusto. Si necesitamos ayuda para seguir el viaje y nos invitan a regresar cuando queramos.
  
Calidad/precio: 8
Servicio: 8
Ambiente: 8.5
Habitación: 7.5
Baño: 7
Estado de conservación: 9
Desayuno: 9.5
Valoración General: 8

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