miércoles, 20 de septiembre de 2023

THE WESTIN MICHIGAN AVENUE CHICAGO (CHICAGO, IL, USA)


THE WESTIN MICHIGAN AVENUE (****)
909 Michigan Ave
60611 Chicago, IL, (USA)

Habitación: 1443
Fecha de entrada: 28/07/2023
Tarifa: 225$ SA

Excelentemente ubicado en la milla de oro de la ciudad, rodeado de tiendas de lujo, entre la playa y la torre Hancock, encontramos este edificio exento, en granito gris, de aire clásico, con dos decenas de plantas con ventanas cuadradas y rematado por un voladizo en el que se ilumina en blanco el logotipo de la cadena. A pie de calle, un largo pórtico negro recoge unas cuantas puertas giratorias en metal negro -algo viejo- y cristal, que nos introducen en un enorme y bullicioso hall, que se abre hacia la derecha. Suelo de moqueta oscura atravesada por largos pasillos de madera brillante muy cuidada. Techo blanco retroiluminado y columnas en mármol blanco.

En el lado izquierdo queda simplemente una imponente puerta doble de madera oscura que da acceso al bar. Enfrente un primer bloque de ascensores. Y hacia la derecha la recepción en si. Allí mismo un armario cuadrado nos ofrece -por la mañana- toallas y agua fría para los que gustan del deporte mañanero. A partir de ahí en un largo pasillo encontramos varias cintas para formar filas para el check in frente a cuatro mostradores dobles independientes, en madera brillante y mármol blanco. Pegados a los grandes ventanales con vistas a la calle se disponen algunos sofás tapizados en gris, butacas con cojines color calabaza, mesas altas para el trabajo compartido y algunas plantas. Todo bastante moderno, aunque hay una sensación en el ambiente de que estamos ante un edificio antiguo y clásico, renovado. La cola en el mostrador es abundante. Y pese a que hay uno dedicado en exclusiva a los clientes Elite de la cadena, nos toca esperar un rato.

Cuando llega nuestro turno, una empleada es incapaz de encontrar nuestra reserva. Le mostramos nuestro pasaporte, nuestro DNI, el código de reserva, y no lo consigue. Nos pasa a otro compañero en un mostrador contiguo, que tampoco es capaz de encontrarla. Le entregamos el documento de reserva y la app de la compañía en la que aparecen todos los datos, y ni aún así. En la parte de atrás de los mostradores, que se presentan algo desordenados, con una pantalla de ordenador que separa bastante ambos lados y un jarrón con decoración floral, corre una bonita pared de madera con luces retranqueadas y una bonita lámina de motivos vegetales, que ofrecen una calmada acogida. En un extremo hay una puerta, por la que el empleado accede a un despacho y viene con otra empleada que por fin da con nuestra reserva. Entonces empieza una surrealista discusión en la que nos indican que tenemos que pagar una tasa de 20$ diarios para que nos den una bolsa de palomitas (que no vimos ninguno de los tres días), y un crédito de esa cantidad para consumir -diariamente- en el hotel. Estamos cansados -del viaje transoceánico- y no queremos discutir, así que... Nos preguntan si queremos que nos hagan la habitación cada día, a lo que sorprendidos, contestamos que si. La tercera viene cuando el aparato de la tarjeta de crédito no lee ninguna de las tarjetas que llevamos. Le decimos a la empleada que utilice los datos de la tarjeta que tiene en la reserva (prepagada) y dice que no sabe. Vuelta adentro a buscar a otra empleada que sí que lo sabe hacer, y entonces la tarjeta funciona sin problema... Casi 15 minutos de check in, y eso que -como suele ocurrir en USA- no copiaron ninguno de los datos de nuestra documentación.

Avanzamos por el hall hacia la derecha dejando a los lados un mostrador para atención de grupos, una tienda de bisutería y regalos, y un escritorio curvo que ofrece información turística de la ciudad. Junto a una escalera giratoria, una máquina de vending que ofrece productos de conveniencia (sándwiches, agua, cargadores, champú, pastillas...) y un pequeño mostrador de Starbucks, encontramos el otro bloque de tres ascensores. Uno de ellos estuvo en la cuarta planta los tres días que estuvimos. Los otros dos, enormes, de suelo enmoquetado y paredes que combinaban el metal con el espejo oscuro. Botonadura baja que se activa acercando la llave de la habitación a un lector como medida de seguridad. Cuidados, pero no nuevos.

Las puertas se abren a un recibidor con gruesa moqueta en tonos azules y rojos. Enfrente unos espejos bajo los que hay una ligera mesa de metal dorado y cristal con un motivo floral encima. A derecha e izquierda corren los pasillos de las habitaciones. Anchos, estucados en blanco. Techos algo bajos. Puertas de madera con voluminosos pomos metálicos con lector por acercamiento de la tarjeta. 

Tras la puerta, en cuyo interior hay varios cierres de seguridad, encontramos un pequeño recibidor con techo bajo, paredes en blanco con un cuadro a un lado, dos puertas blancas, con grandes pomos metálicos en el otro, y suelo de mármol blanco con un recuadro en negro. Un aplique de luz, algo amarillenta en el techo. Interruptores de luz para toda la habitación. Tras la primera de las puertas de la izquierda hay un generoso espacio, con iluminación, que hace las veces de armario: Una balda alta, un largo colgador con una decena de perchas de madera de diversos tipos (con pinzas, sin pinzas...), la bolsa de la lavandería, una tabla de planchar, una plancha metida en una bolsa de tela negra y una estrecha caja fuerte de combinación anclada a la pared. La primera sensación es de esa antigüedad renovada y clásica que inspiraba la recepción y los pasillos, pero la acogida por temperatura, luminosidad... resulta más que agradable.

Un paso más adelante el suelo se convierte en una moqueta gruesa en tonos grises. Paredes de vescom crudo y techo blanco más alto con un par de aparatos antiincendios. A la derecha una puerta de madera blanca con varios pestillos que podría comunicar con la habitación contigua. A continuación un robusto armario de madera oscura que acoge en un lateral una cafetera con varios servicios de café de filtro de Starbucks, vasos de cartón de la misma firma, azúcar y sacarina. En el frontal varios cajones vacíos y una puerta de madera que oculta un minibar vacío. Sobre el armario una poderosa pantalla plana y su mando a distancia. A continuación un escritorio en madera blanca brillante. Sobre él, una lámpara de mesa, con patas metálicas y tulipa blanca, un folleto con información del hotel y un par de botellas de agua de cortesía. Por encima, un espejo con marco metalizado. Por debajo, una silla de trabajo en piel con patas de metal y cinco ruedas, y una papelera con distintos espacios para el reciclaje. 

Junto a la pared del fondo se encuentra el display digital para manejar de forma sencilla el aire acondicionado, que funciona con gran eficacia y escasa sonoridad. Justo delante de la enorme ventana (no practicable) con vistas a un amplio patio de vecinos con varios edificios clásicos, y muy altos, alrededor, hay un cómodo sofá doble con dos cojines en tonos azulones. Al lado dos mesas bajas en blanco y metal y una gran lámpara de pie en metal negro con tulipa de tela negra. La ventana se protege con un estor automático que se sube y baja desde unos botones ubicados junto a la mesilla y por delante un grueso cortinón en tonos grises. La luz de la mañana se cuela por los laterales. 

En el lado izquierdo del dormitorio está la cama. Enorme. Blanca. Un colchón de gran calibre ubicado sobre un canapé cubierto con una tela también blanca. Nórdico suave y cuatro almohadas de distinto grosor y dureza y un largo cojín en gris. Todo ello empotrado contra un pequeño canapé en terciopelo rojo y tras él una lámina en tonos granates con dibujos de reconocidos puntos de la ciudad. La cama resulta comodísima y agradable. La insonorización exterior es perfecta. Pero la interior es manifiestamente mejorable. A cada lado de la cama, mesillas. Ambas distintas: una redonda, con el bloc de notas, el teléfono y una lámpara de noche con tulipa blanca y pie de cristal verdoso. Sin enchufes ni interruptores. En el otro lado, donde hay varios interruptores y enchufes disponibles, la mesilla es cuadrada, con dos cajones, una lámpara con pie de bola negra y tulipa blanca y un radiodespertador con varias salidas USB para cargar aparatos electrónicos. El juego de luces resulta más que agradable en la habitación conjugando los puntos de luz del techo con las lámparas de noche. 

La puerta del baño está junto a la entrada. Abre hacia afuera, y la parte interior es toda de espejo. Suelo de láminas de mármol del mismo color y forma que en pasillo de la entrada. Paredes en vescom y pintura color arena. Muy bien cuidado y en parte reformado, pero se le nota viejo. A la derecha hay una larguísima encimera de mármol negro limpia y bien pulida. En el centro, empotrado, un lavabo de cerámica blanca. Grifo con dos mandos en aluminio bonitos. Buena temperatura, caudal y presión. Sobre la encimera una bolsa de tela negra con el secador de pelo, dos vasos de cristal y dos de plástico, una pastilla de jabón sobre una jabonera y un bote de crema hidratante. Además una caja de pañuelos de celulosa y dos toallas de manos. De la parte de abajo de la encimera cuelgan, junto a la taza del baño, dos rollos de papel higiénico. La pared frontal está vestida de un vescom en tonos grises y figuras de espiga con un enorme espejo de marco con luz muy agradable y eficaz. Además, junto a la entrada hay un espejo de aumento. 

De frente a la puerta queda el inodoro, clásico americano, aunque con la tapa y el accesorio para sentarse algo enclenque. Sobre él, que queda extrañamente separado de la pared, hay un cuadro enmarcado en negro con una lámina de la ciudad en colores. En el lado izquierdo encontramos colgando de una percha una preciosa bata de baño de algodón con el logo de la cadena. Confortable y eficaz. A continuación la bañera, baja, protegida por una cortina de tela -como suele ocurrir en USA- de forma curva, que amplia el espacio interior. Dentro, una ducha rematada por un acabado en teléfono y otro en una gran regadera de efecto lluvia. La grifería de la ducha es nueva y brillante, pero los mandos y y el grifo de la bañera están bastante envejecidos. Al activarlo hace bastante ruido (los de los baños contiguos también se escuchan en nuestra habitación), que desaparece al activar los grifos de la ducha. Hay un único mando que regula la temperatura y a la vez el caudal, que aunque es adecuado no llega a ser brutal. Presión y temperatura correctas. Dentro de la bañera, tres botes de champú, gel y acondicionador de buen aroma anclados a la pared. Además en un toallero metálico se ofrecen dos toallas de lavabo, dos de baño y el pie de ducha. Todo ello en blanco y de excelente limpieza y prestancia. Además de la agradable luz del espejo, dentro de la bañera hay otro punto de luz de cristal blanco algo amarillento. 

El último día tras el mostrador la despedida resulta algo fría e incómoda.

Calidad/precio: 8
Servicio: 6.5
Ambiente: 8
Habitación: 8.5
Baño: 8
Estado de conservación: 7.5
Desayuno: 
Valoración general: 8

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