miércoles, 23 de octubre de 2019

OCCIDENTAL PLAYA DE PALMA (PALMA DE MALLORCA)

OCCIDENTAL PLAYA DE PALMA (****)
Avenida Fra Joan Llabrés 16
07600 Palma (Islas Baleares)

Habitación: 429
Fecha de entrada: 30/11/2018
Tarifa: 48€ AD

Ubicado en el Arenal de Palma, a escasos minutos del aeropuerto en una zona invadida prácticamente por ingleses y alemanes, visitamos el hotel en su temporada más baja, encontrando una población prácticamente desierta. Entre pinares y palmeras, en una calle en cuesta emerge rodeado de jardines y unas cuantas plazas de parking un edificio de tonos albero con una pequeña torre y con un enorme pórtico bajo el que paran los taxis y otros vehículos. Tras ese edificio se abre un frondoso jardín con piscina y con varias construcciones entre ellas un molino, que asemejan a un pueblo tradicional mallorquín. 

Bajo ese pórtico, en ladrillo claro y con un techo interior en madera oscura, encontramos el acceso al edificio. Una enorme pared de cristal con una puerta giratoria nos deja en un amplísimo hall, con dos paredes de cristal al exterior, que lo llena de luz por las mañanas, y con techos altos. Suelo de mármol negro y gris. Una gran lámpara cuelga en el centro sobre una mesa labrada decorada con motivos navideños. A la derecha, varios sofás de enea con cojines oscuros y zonas de espera y tertulia. A la izquierda el largo mostrador de recepción, en madera oscura rematada en cristal con algunos carteles del hotel sobre el mismo. Dos puestos de trabajo separados. Atrás una enorme e impactante imagen de un detalle de la catedral de Palma. 

Nos atiende una joven algo fría. Una vez más el tedioso trámite de copiar los datos personales en el ordenador. Cuando por fin termina, nos indica que debemos abonar la estancia en ese momento. Y entonces hay que volver a copiar los datos para la factura, por más que todos ellos ya estuvieran registrados en la reserva online. Firmamos unas cuantas veces y nos entregan un cartoncito con las llaves de la habitación y la clave del wifi que es gratuito y bastante veloz en todo el establecimiento. La sensación es cálida, aunque algo impersonal y excesivamente descomunal.

Otra pared de cristal con una puerta corredera nos introduce en el interior del hotel en busca del ascensor que queda algo escondido tras una columna, en un gran atrio que se abre al restaurante, al bar y al jardín. Paredes rojas, decoración algo anticuada pero cálida. Los ascensores son grandes, pero están algo deteriorados, especialmente las puertas, que cierran de forma algo violenta. El ascensor se abre a un recibidor al que también llegan las escaleras. A la izquierda, un pasillo a ambos lados recoge las habitaciones.

Suelo de porcelana marrón de grandes baldosas algo ruidosas para andar con ruedas de maletas. Paredes en color albero. La de la izquierda con ventanas al jardín de la entrada. A la derecha, se abren las puertas de las habitaciones, en madera clara con algunas lamas y unos detalles en tonos azulados. Quizá la sensación del pasillo sea algo desangelada, con luz excesivamente fría cuando no es el sol el que lo ilumina desde el exterior.

Tras la puerta se mantiene ese suelo de gres en color marrón con aire rústico. Las paredes estucadas en un rancio amarillo algo desgastado en esquinas y bajos. La habitación es estrecha, mucho. Tras la puerta queda el cuadro eléctrico, que zumba un poquito llegando a molestar algo en la calma de la noche. A la derecha una ranura para la tarjeta y un interruptor que enciende una fría luz sobre nuestra cabeza. 

Al lado está la puerta corredera de cristal opaco del baño, con un pomo metálico en forma de bola. Dos pasos más allá y justo antes del dormitorio está el display del aire acondicionado. Funciona ruidosamente pero de forma eficaz, incluyendo el modo automático: un botón de encendido y apagado, otro de frío y calor, otro de potencia y una rueda para fijar la temperatura.

Un paso más y encontramos el estrecho dormitorio. Lo primero que encontramos  a la derecha es el armario empotrado con puertas correderas de espejo. Dentro baldas, un par de barras colgadoras con perchas normales, una caja fuerte y un lustrazapatos. 

A continuación, la cama, que deja apenas cincuenta centímetros de paso a sus pies. Blanca, ancha, formada por dos colchones unidos. Pero excesivamente corta. 180 cm, posiblemente para dejar hueco a los pies de la cama para pasar. Eso hace que resulte incómoda para los que somos de talla grande. Seis almohadones de distintos tamaños, formas y durezas. Colchón muy confortable y un elegante y suave edredón blanco con listas. Tras la cama un cabecero de madera clara con un decorado de enea en tonos azules y marrones. Sobre él, una colorida lámina de un paisaje rural mallorquín. A cada lado, sendas mesillas de madera con la parte superior de cristal en blanco. En ellas una balda y un cajón. Sobre las mismas, interruptores para apagar todas las luces y enchufes disponibles. Encima, incrustados en el cabecero sendas lámparas de noche metálicas direccionables que ofrecen una luz cálida pero insuficiente para trabajar o leer sobre la cama. La iluminación en general resulta algo escasa.

Tras la cama y hasta el balcón a la izquierda encontramos una pantalla de televisión plana y bajo ella un sofá doble algo incómodo y un poco viejo, que usamos a modo de maletero. Frente a él, un escritorio en forma de cuña hasta la ventana. La misma madera clara que en el cabecero y las mesillas, y el mismo tape superior de cristal blanco. Sobre él, además de una lámpara metálica y con pantalla blanca hay, como cortesía del hotel, dos botellas de agua y unas cuantas almendras en un estuche de plástico personalizado para el hotel. Varios folletos sobre la cadena y algunos otros sobre los servicios del hotel. Cuelga de la pared, un gran espejo con un marco de madera. Bajo el escritorio un pequeño armario con baldas y una silla de madera tapizada en tonos salmón. 

Al fondo de la habitación protegido por un foscurit y un visillo, incapaces de detener la luz mallorquina, está el balcón. Pequeño, con dos sillas y una pequeña mesa. Puertas correderas de techo a suelo. Las vistas, aquí abajo al patio central del hotel, que imita a un pueblo mallorquín con el molino, sus casitas... Y entre medio las piscinas, una de ellas cubierta. Allí al fondo, entre otros edificios, se alcanza a ver el mar.

El descanso se hace complicado. La insonorización de las habitaciones es escasa. Y se escucha cualquier voz en la habitación contigua y cualquier paso por el pasillo. Además, de madrugada se escucha alguna juerga en alguna habitación lejana y a primera hora los primeros huéspedes que abandonan el hotel arrastrando sonoramente sus maletas por el pasillo.

El baño resulta frío, pero no de temperatura. Dos focos que se encienden con vibración aportan esa frialdad al ambiente justo encima del lavabo. No es grande, pero tampoco pequeño. Aunque su puerta es corredera. El mismo suelo que en la habitación, pero las paredes recubiertas de gres marrón y azul con baldosas cuadradas. A la izquierda el inodoro, blanco, moderno, con la cisterna empotrada en la pared. De frente el lavabo, ovalado, extenso y generoso situado bajo un gran espejo con un marco de color metálico y sobre una encimera de cristal bajo la que hay un armario. La grifería, muy nueva, dispensa buena temperatura de agua, aunque le falta un poco de caudal. 

Sobre la encimera se ofrece un completo y generoso juego de amenities. Bien envasadas en sobres de papel plastificado de elegantes colores. Encontramos (todo por dos) un set dental, un set de afeitado, gorro de ducha, un bote pequeño de champú y otro de gel, unos pañuelos de papel y una pastilla de jabón. 
 
A la derecha queda la pequeña bañera. No sirve para darse un baño porque es excesivamente pequeña. Protegida por una mampara de cristal que cierra mal y hace que por la mañana el agua de la ducha caiga al suelo del baño. Dentro, la grifería es moderna. Un grifo permite llenar la bañera. A media altura otro grifo de ducha como de teléfono. Y arriba una gran regadera de efecto lluvia. Aunque la temperatura es adecuada, falta bastante caudal y presión. Lástima porque la grifería prometía. Junto a ella hay un bote dispensador de jabón anclado a la pared, que no usamos.

El set de lencería es lo mejor del baño. Dos grandes toallas de ducha, ubicadas en un viejo toallero metálico  dentro de la ducha y dos de lavabo en una barra junto al mismo. Todas ellas blancas, mullidas y muy bien conservadas.

Por la mañana, en un enorme y bullicioso salón decorado con aire rústico se sirve el desayuno. Un enorme despliegue de productos en distintas estaciones, incluyendo una cocina que hace sobre la marcha y a demanda productos calientes (huevos, bacon, salchichas, tortitas, tortillas...). Hay puestos de ensaladas y verduras, de zumos -mejorables- y frutas, de embutidos y quesos, de dulces y bollería, una enorme variedad de lechos, siropes y productos sin gluten... platos calientes (judías, verduras asadas, champiñones...), y un pequeño rincón para platos locales (ensaimadas, sobrasada, quesos, embutidos...). El café se ofrece en unas máquinas que sirven un líquido aguado manifiestamente mejorable. 

En la recepción la salida, habiendo hecho todos los trámites el día anterior, y no habiendo minibar resulta rapidísima. Un repaso al ordenador, pregunta de qué tal ha ido todo, y hasta pronto...

Calidad/precio: 9
Servicio: 6.5
Ambiente: 6.5
Habitación: 6

Baño: 6.5
Estado de conservación: 5

Desayuno: 8
Valoración General: 6

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