NH MURCIA CENTRO (***)
Madre de Dios 4
30004 Murcia
Fecha de entrada: 15/02/18
Tarifa:
En el mismo corazón de la ciudad, al lado de la
Catedral y en la zona comercial de tráfico restringido, NH ha reformado un antiguo hotel
"de los de toda la vida". Un edificio empotrado en una manzana de viviendas. Siete alturas de ladrillo anaranjado y ventanas de aluminio blanco en una estrecha calle semipeatonal. Frente a la puerta hay media docena de sitios reservados para la carga y descarga de
pasajeros antes de llevar el coche a un vertiginoso y peligroso parking que
queda a dos pasos.
Diez metros de fachada de cristal con puertas que hay que
empujar nos introducen a una recepción muy nueva y moderna. No grande, pero tampoco pequeña. Luces un punto
frías, maderas grises en el suelo y claras a lamas intercaladas con luces en el techo. Alguna butaca y una pequeña mesa con agua y golosinas
como bienvenida. En medio dos columnas poderosas redondeadas. A la izquierda
unas enormes letras de NH y a la derecha el mostrador de recepción que más bien
es un búnker metido en la pared. Dos puestos de trabajo tras un anchísimo
mostrador de mármol blanco rematado junto al suelo con unas luces. Algunos folletos de la cadena y un par de pantallas con imágenes del
hotel. Dentro hay algunos armarios viejos.
Nos atiende un recepcionista algo mayor, con más voluntad
que acierto. Algo lento, y eso que es entrada la madrugada. Imprime todo lo que
hay que firmar después de volver a copiar los datos del DNI que ya debería
tener la cadena. Nos indica el horario y la ubicación del desayuno y nos
entrega la tarjeta de la habitación. Sobre el mostrador hay un cartelito que
ofrece la clave del WiFi que funciona bastante mal.
Seguimos avanzando hacia el interior del establecimiento y
tras tres escalones (también hay rampa) encontramos el ascensor. Es pequeño,
antiguo, con las puertas, estrechas, algo deterioradas. Pintadas en blanco, a
juego con la luminosidad del resto del espacio. El interior, en cambio, es más oscuro, con botones metálicos algo antiguos, una zona de espejo y un enorme
cartel ofertando el servicio de desayunos del hotel.
Las puertas se abren, algo desvencijadas, frente a un pasillo
muy luminoso en tonos crudos. Suelo de moqueta algo rosada, paredes en vescom
crudo con indicadores de los números de las habitaciones en acero y algunos
tramos de pared recubiertos con enormes y curiosos vinilos en blanco y negro con estampas
de la ciudad. Al pasillo principal, ancho, se abren otros bastante más
estrechos que conducen a las habitaciones. Luz abundante y sensación de nuevo.
Puertas de madera clara con modernos pomos de acero brillante.
La puerta se abre justo frente a la puerta del baño, en un
estrecho pasillo. Junto a ella, unos interruptores en gris con la ranura para
la tarjeta. Suelo de madera nueva, limpísima y cuidada en tono claro. Paredes
en vescom a elegantes rayas blancas y crudas. Dos pasos y llegamos al
dormitorio, aunque antes encontramos a la derecha un espejo de cuerpo entero
con sencillo marco de madera. El espacio es más bien reducido. Pero suficiente.
Y muy luminoso.
Al fondo, una generosa ventana algo endeble (menos mal que
la calle es tranquila) cubierta por un eficaz foscurit y un visillo en marrón oscuro casi negro. Antes de ella, un moderno escritorio blanco, de madera con patas
metálicas, delante del que hay una cómoda silla de trabajo en piel blanca con
ruedas y giratoria. Sobre la mesa algunos folletos del hotel, un moderno flexo
fenomenal para el trabajo, y dos enchufes para los aparatos electrónicos. En el
suelo, una papelera, y colgando de la pared un enorme plasma.
Entre el escritorio y la ventana hay un maletero de tijera
en acero con cintas de tela negra.
A la izquierda están las dos camas, algo justas de anchura
(90 cm). Vestidas en blanco con un suave y mullido nórdico. Muy confortable.
Dos almohadas de distinta dureza y grosor en cada una. Los colchones, de
generoso calibre, se empotran en un mullido cabecero como en capitoné de piel
algo verdosa retroiluminado. A ambos lados de la cama, sendas mesillas exentas, redondas,
modernas en metacrilato blanco. Sobre una un moderno teléfono, un block de notas y el mando a
distancia de la televisión. Sobre ambas, enchufes disponibles, interruptores para todas las luces, y dos lámparas de noche, ancladas a la pared, de escasa potencia y que funcionan con interruptores independientes situados en las mismas.
En general el juego de luces es muy agradecido, sobre todo el toque cálido que produce la luz retranqueada tras el cabecero. Si no fuera por la mala insonorización interior del hotel (que deja escuchar cualquier movimiento en las habitaciones contiguas) y por el reflejo de la luz de emergencia situada sobre la puerta de entrada, el descanso sería formidable. Hasta el aire acondicionado es increíblemente silencioso: se trata de un aparato exento anclado a la pared sobre el armario y manejado con un mando a distancia portátil muy sencillo. Aunque le cuesta un poco arrancar, cuando lo hace, es tan eficaz como silencioso.
Junto a las camas está el armario. De tres cuerpos. Uno con baldas y sin puerta en el que además se ofrece el minibar de corto y caro surtido y la caja fuerte. Los otros dos cuerpos combinan colgador largo y corto con perchas antirrobo con un armario cajonero. Aquí si que unas puertas de madera clara, a juego con el suelo, cierran el armario.

A la izquierda de la puerta encontramos el lavabo, moderno, blanco y que presenta una pequeña encimera sobre la que se ofrecen dos vasos de cristal, dos de plástico y una bandeja con el set de amenities (jabón de manos, gel, champú, gorro de baño y crema hidratante) propio de la cadena de buena factura. El grifo monomando moderno funciona sin problemas y ofrece buen caudal y temperatura. Sobre el lavabo hay un espejo con un pequeño espejo redondo en el interior que hace las veces de aumento.
En el rincón del fondo, tras una mampara de cristal y aluminio metálico brillante está la cabina de ducha. No muy grande, pero tampoco pequeña. Una de las paredes es un vinilo enorme con una foto de la contigua torre de la Catedral. Suelo de piedra blanca agradable al piso y al fondo una moderna grifería rematada en una gran alcachofa. La presión, el caudal y la temperatura son envidiables. ¡Qué más podemos pedir!.
En el entresuelo, en un salón de luz algo amarillenta, por la mañana se ofrece un variado buffet de desayuno. Nos reciben, tras una pared de cristal que separa una zona de espera con periódicos, simpáticos, una pareja de camareros que enseguida nos ofrecen prepararnos algo de lo que no hay expuesto en el buffet (tortilla, huevos recién hechos...). El surtido generoso y de calidad más que correcta: zumos variados, siendo natural el de naranja, platos calientes (huevos revueltos, fritos, bacon, salchichas, vegetales...), fiambres (jamón, chorizo...), quesos, fruta preparada y cortada, variedad de panes, churros, y un surtido de bollería más que amplio, con algunos toques de dulces locales. El café se ofrece en una máquina bastante correcto, y con la opción de poder llevarse un vaso de cartón para terminar de despertarse.
Tras el mostrador nos atiende ahora una recepcionista muy atenta que se desvive por explicarnos cómo salir del parking, dejar la maleta en la consigna... Al final, nos invita a tener un excelente día, y se lo agradecemos.
Servicio: 8
Ambiente: 8
Habitación: 8
Baño: 8.5
Estado de conservación: 9
Desayuno: 8
Valoración General: 8
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