Mar Adriático 1
35.100 Meloneras (Las Palmas)
Habitación 1003
Fecha de entrada 21/11/17
Tarifa:
En Maspalomas, al sur de la isla, rodeado de dunas, otros
enormes complejos hoteleros y varias fincas rústicas esperando nuevos
desarrollos urbanísticos, encontramos este inmenso complejo hotelero que
pretende recrear visualmente el África más oscura y negra.
Un inmenso atrio con cascadas, exuberante vegetación,
troncos traídos de África y varios puentes nos conduce hacia la recepción.
Atrás queda un amplio espacio en el que los autobuses y taxis evacuan decenas
de viajeros casi constantemente. Bajo un parasol nos recibe un tipo uniformado que
nos pregunta si necesitamos ayuda con el equipaje.
Atravesamos el atrio y entramos en una oscurísima recepción.
El espacio sigue siendo enorme: techos altísimos, sofás y butacones con motivos
africanos (caretas, pieles de animales, cañas...) por todos los sitios. Un
inmenso y largo mostrador aparece atendido por tres personas vestidas con un
uniforme de aire colonial. Varios cordones indican la manera de hacer la fila para ser atendidos. Sobre el mostrador simplemente un cuenco como de concha con algunos caramelos. Nada más. Todo muy oscuro.
Mucho. Demasiado. Nos atiende un simpático joven de color que nos da la
bienvenida y nos ofrece una copa de bienvenida. Nos pide el DNI, la tarjeta de crédito. Todo demasiado procedimental. Amable pero tedioso. Copia los datos y nos asigna
una habitación. Nos entrega un plano para que sepamos ubicarla pero apenas se
ve lo en él aparece. Incluso sobre el mostrador falta luz. Nos explica la
dirección para llegar hasta nuestro dormitorio y nos entrega en un folio las claves del wifi gratuito que funciona bastante rápido y sin cortes en todo el complejo. Nos indica que está a nuestra disposición por si luego queremos acercarnos a que nos explique todas las posibilidades del complejo, que son infinitas (gimnasios, varias piscinas, bares y restaurantes...).
Volvemos sobre nuestros pasos, cruzamos de nuevo el atrio y
entramos en un edificio en el que alrededor de un patio lleno de exuberante
vegetación se abren las habitaciones. Todo oscuro. Apenas unos puntos
anaranjados cada tramo de pasillo nos ofrecen algo de luz. A la derecha están
los ascensores. Tres, enormes, de puertas automáticas y forrados en madera
tropical. En un lado un enorme espejo con un marco de tela de animal. En el otro, una pantalla de televisión que ofrece el carrusel de
información del hotel (horario de bares y restaurantes, espectáculos, piscinas,
alquiler de barcos...).
El piso de arriba sigue siendo igualmente oscuro. Resulta
casi complicado leer las indicaciones de las habitaciones. Suelo porcelánico
oscuro, paredes en madera con alguna iluminación indirecta. La sensación es
ciertamente africana. Como si nos encontráramos en un poblado del medio del
África negra. Introducimos la tarjeta en la ranura de la puerta y la abrimos.
Dentro, sigue la oscuridad: luces de poca intensidad, y muchas indirectas.
Suelo porcelánico negro. Hay que entrar un poco adentro para introducir la
tarjeta en una ranura que activa la escasa luz. El espacio en general resulta
muy amplio, cálido y acogedor.
A la derecha hay una repisa verde bajo un gran espejo en la
que se presentan varios folletos con servicios del hotel y un par de botellas de agua. A la izquierda, el
lavabo, sin puerta y la zona de baño.
Un largo pasillo de madera en ambas paredes nos lleva hasta
el dormitorio. En el lado derecho del pasillo, un largo armario con tres
puertas. Tiene de todo: baldas, colgadores altos y cortos, perchas normales y
antirrobo, algunas incluso forradas de terciopelo y tela de de leopardo,
cajoneras, zapatero, caja fuerte, un calzador, la bolsa de lavandería, una
gamuza lustrazapatos y un set de costura. El pequeño minibar también está en el
armario. Surtido fenomenal, casi tanto como sus precios.
Unos pasos más adelante encontramos el enorme dormitorio.
Oscuro. A la derecha hay un maletero de metal y tela que quizá desentona en el
conjunto. De seguido un armario bajo con varios cajones, y a continuación un
generoso escritorio que es una madera anclada a la pared sin patas. Frente a
él, una comodísima silla de trabajo (giratoria y con ruedas) en piel blanca. En
la pared de enfrente hay dos enchufes para poder trabajar con el portátil
conectado. Por encima de todo ese mobiliario hay un largo trozo de madera
pintada con motivos indígenas. Retranqueo en su parte baja hay un largo punto
de luz que ilumina un poco la zona del escritorio. En medio hay dos puertas
correderas de madera que ocultan una televisión plana. Sobre el maletero,
anclado en la pared hay una rueda que permite encender el aire acondicionado,
algo ruidoso, y regular su potencia, pero no hay opción de regular la temperatura ni una opción
automática. Sólo encendido y apagado.
Al final del escritorio está la terraza. Toda la pared es de
cristal con dos enormes y pesadas puertas con un curioso sistema de apertura
que cuesta entender. Protegida por un visillo de lino color crudo y un cortinón
con foscurit de rayas negras y doradas. Fuera, generoso espacio, con dos
butacas, una mesa, un tendedor plegable y una barandilla en metal rematada con
un tronco. Por la noche dos luces amarillas iluminan automáticamente la
terraza.
A los pies del escritorio hay un formidable y cómodo sofá de
piel en tono crudo. Varios cojines, una lámpara de pie que no luce y una mesa
pequeña y redonda como para apoyar una copa o una botella. Sobre el sofá un gran cuadro.
Las camas son dos, empotradas contra un alto cabecero de
piel como de serpiente. Aparecen cubiertas con una única colcha de punto de
tono verde. Blancas. Con una almohada cada una. Vestidas con suave lencería y
un ligero nórdico. A cada lado hay sendas mesillas. En una el teléfono con un
bolígrafo y un bloc de notas. En la otra, algunos avisos del hotel y un bombón
de cortesía. Bajo cada una de ellas hay un enchufe disponible. Sobre ellas hay
dos lámparas de noche con pantallas de tela cruda y dos brazos direccionables
de potente luz para leer desde la cama. Los interruptores, en negro, son un
lío. Hay algunos que no sirven para nada, y hay otros activan luces que quedan
demasiado lejos.
La insonorización es manifiestamente mejorable. Se escucha
demasiado lo que pasa en las habitaciones contiguas (enchufes, interruptores,
pasos, voces, duchas...) y también lo que pasa en el pasillo exterior (rodar de
maletas...).
El baño está junto a la entrada. La zona de lavabo sin
puertas. Una encimera oscura recoge un lavabo blanco exento. Sobre él hay un
gran espejo enmarcado en metal. A un lado un espejo de aumento. Al otro, un
potente secador, junto a los interruptores que encienden las luces de la zona y
que cuesta encontrar. En un trozo de tronco se ofrecen algunas -quizá escasas,
aunque curiosas- amenities: gorro de ducha, peine, crema exfoliante y tónico,
dos vasos y una caja de pañuelos de papel. Un bote anclado a la pared provee el
jabón de manos. Bajo la encimera hay una bandeja extraible con dos toallas de
manos y dos de ducha, grandes, blancas, mullidas y cuidadas personalizadas para
la cadena.
A la izquierda del lavabo, en la pared de madera, encontramos casi oculta la puerta del wc. Un pequeño espacio con el
inodoro. Como la cisterna apenas tiene presión hay colocada una antihigiénica
escobilla de baño.
A la derecha, tras una puerta de cristal opaco de la que
cuelgan dos suaves albornoces de tela, encontramos un espacio con la ducha y
una generosa bañera. Paredes oscuras de porcelana y suelo de piedra pulida muy
agradable al tacto. La ducha ofrece un grifo de teléfono, y un gran rociador muy alto. Así como la presión y el caudal del lavabo eran algo
justos, el de la ducha es descomunal. Da gusto. El champú/gel se ofrece desde
un bote anclado a la pared. Falta la alfombrilla de baño, y por debajo de la
puerta se cuela el agua, dejando perdido todo el espacio del lavabo tras
ducharnos.
Por la mañana en un gigantesco y bullicioso salón (con
terraza) se sirve un descomunal buffet de desayuno. Una seria joven con un Ipad
chequea que estemos autorizados para entrar. Dentro todo es un poco follón.
Gente por todos los sitios, niños gritando, una enorme barra de cocina en
directo en la que además se ofrecen todos los platos calientes inimaginables
(sándwiches, huevos fritos, cocidos, revueltos con distintas opciones,
salchichas, chorizos, bacon, patatas, verduras, churros...). En varios puestos
se ofrecen fiambres, quesos, jamones, untables, salmón, multitud de tipos de
panes, zumos naturales de todo tipo, mezclas de zumos y batidos de verduras,
crujiente bollería de infinidad de variedades. Varios camareros se aseguran de
que no falte de nada y de ofrecer enormes jarras de café que uno puede
sustituir por café de la máquina que ofrece distintas y curiosas posibilidades
(capuchino, macciato, latte...) no malas.
La despedida en recepción es algo atropellada. Pregunta por
el minibar y por si necesitamos ayuda con el equipaje o el transporte.
Calidad/precio:
Servicio: 8.5
Ambiente: 9
Habitación: 9
Baño: 9
Estado de conservación: 8.5
Desayuno: 8.5
Valoración General: 8.5
Ambiente: 9
Habitación: 9
Baño: 9
Estado de conservación: 8.5
Desayuno: 8.5
Valoración General: 8.5
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