martes, 24 de abril de 2018

HOTEL SARATOGA (PALMA DE MALLORCA - ISLAS BALEARES)

HOTEL SARATOGA (****)
Paseo de Mallorca 6
07012 Palma de Mallorca (Islas Baleares)



Habitación: 513
Fecha de entrada: 10/11/2017
Tarifa: 

En uno de los Paseos de Palma, en concreto el Paseo de Mallorca, embutido en una manzana de viviendas, a un paso de EsBaluard, a dos del casco histórico y a tres de la zona comercial más chic de la ciudad. Unos soportales en una amplia acera esconden la entrada al hotel, cuya fachada, de siete plantas aparece pintada en color albero con generosos balcones de hierro forjado negro. 

La puerta de entrada es pequeña y circular, pero está en obras y desvían el tráfico a una puerta lateral algo estrecha que normalmente se utilizará para los equipajes. No sólo la puerta está en obras, también la recepción, lo que provoca que el espacio resulte agobiante y abigarrado. Mucha luz, que proviene de la cristalera que da al Paseo y de la enorme cristalera que hay al fondo del espacio que da a la piscina. Entre medio, un montón de sofás, butacas y mesas de centro (con algunas lámparas de pie, y varios ejemplares de revistas y periódicos locales) en tonos salmón y de corte clásico.  

A la derecha queda la recepción provisional. En la pared del fondo hay varios equipos de impresión y un par de armarios con carpetas y ficheros. Delante, dos mesas cubiertas por un mantel azul sobre las que se han dispuesto sendos ordenadores. Dos empleadas ajustan algunas facturas en el puesto de la derecha. En el otro nos atiende un joven. Nos pide el DNI y la tarjeta de crédito. Los fotocopia y nos lo devuelve. Nos prepara la llave de la habitación (una tarjeta con una colorista fotografía del hotel) y nos la entrega envuelta en el bienvenida del hotel en el que firmamos y nos indica que en ese papelito encontraremos todos los horarios y servicios del hotel. Le preguntamos por el wifi, que es gratuito y veloz en todo el hotel y funciona con una contraseña sencilla.

Damos la vuelta hacia atrás, sorteando de nuevo las butacas y las mesas para introducirnos en un pasillo angosto y de techo bajo recubierto con maderas por las obras. Al salir de él llegamos a una escalera en la que encontramos, junto a una mesa con folletos de propaganda de distintas actividades que ofrece el hotel y la zona, los ascensores, y un poco más allá un amplio salón con el mismo tipo de mobiliario pero mucho más ordenado, y acogedor. 

Los dos ascensores son nuevos y modernos. Metálicos por fuera. Por dentro, las paredes forradas de espejos algo ahumados. Poca luz. En las paredes, carteles de los espectáculos de jazz que hay en la terraza del edificio los fines de semana. Botonadura moderna con una rendija para meter la llave y activar el ascensor a modo de seguridad. Cuando se abren las puertas, salimos a un pequeño recibidor al que se abren dos pasillos con las habitaciones. Unos carteles amarillos indican las direcciones de las habitaciones. Mucha luz, poco efectista, aumentada por el suelo y paredes blancos. La sensación es un poco fría (y no precisamente de temperatura), pese a la cálida madera negra que enmarca las puertas de las habitaciones con una curiosa marquetería en la que se encuentra el número.

Tras la puerta de la habitación notamos calor. Y sensación de nuevo y moderno. La calefacción, de aire, está encendida. No es muy ruidosa, pero no tiene posición automática y si lo mantenemos mucho rato, acaba agobiado la excesiva temperatura. Se maneja desde un sencillo display con una rueda de temperatura, un pulsador de potencia y otro para encendido y apagado. El suelo blanco porcelánico imita la piel. Un pequeño pasillo nos conduce hacia el dormitorio. Antes encontramos a la izquierda la ranura para activar la luz con la tarjeta y la puerta de cristal blanco del baño, con un pequeño pomo metálico. A la derecha, las puertas correderas del armario de madera oscura con cristales opacos. Por dentro, vestido en madera clara tiene una zona con colgador alto (y perchas normales de varios tipos con el logo del hotel), y otra zona con baldas, algún cajón y la caja fuerte. En el interior además de los mullidos albornoces hay una luz automática que se enciende con un detector de presencia. 

A continuación llegamos al dormitorio. No es grande, pero si suficiente. Quizá se eche en falta algún sofá o butaca para descansar. A la derecha, la pared aparece cubierta de madera negra. Un maletero de madera con un cojín en piel blanca encima. A juego, un generoso escritorio bajo el que hay un surtido minibar de puerta transparente. La silla, en piel blanca, no es demasiado cómoda para trabajar. Sobre el escritorio, una generosa pantalla de televisión, activada automáticamente desde que abrimos la puerta con mensajes de bienvenida del hotel y publicidad de servicios tanto internos como externos. Varios enchufes disponibles, y hasta una regleta con varias salidas VGA y HDMI para proyectar el portátil en la televisión. Sobre el escritorio además del mando de la tele hay una botella de aceite de cortesía. En el espacio que queda hasta la ventana, hay un generoso espejo casi de cuerpo entero, sin marco.

A la izquierda de la entrada en el dormitorio encontramos la cama. Está enmarcada en una pared cubierta también de madera negra. En el centro, a modo de cabecero de la cama, un recuadro de piel en tono crudo. A ambos lados, mesillas de madera negra. Sobre una, el teléfono, un bloc de notas y un lapicerito. En la otra una vieja y deteriorada carpeta con información sobre los servicios que ofrece el hotel. A ambos lados hay enchufes disponibles, e interruptores para apagar todas las luces. El juego de luces es muy efectista. Se pueden encender y apagar creando distintos ambientes. Destacan tres puntos de luz situados sobre el cabecero de la cama en tono azulado. Sobre las mesillas, en unos retranqueos del cabecero sendas lámparas de noche con unos focos regulables de lectura. 

La cama aparece vestida en blanco, con unos rulos negros sobre los que se apoyan sendas almohadas y dos cojines rojos. A los pies, un plaid en tonos granates. La lencería es agradable y ofrece un suave nórdico. Sin embargo la cama es bastante desastrosa. En realidad son dos camas separadas pero hechas con una única sábana más grande. Son camas de 1,80, por lo que los que somos altos, no cabemos y hemos de dormir en diagonal. El problema es que se notan demasiado las juntas de las camas en el centro. Han olvidado (o no está previsto) poner un topper para evitar esa sensación de burletes en el centro de la cama. Pero si la cama es un desastre, la insonorización interior del hotel todavía lo es más. Se escuchan todos los movimientos del pasillo, voces, pasos, ruedas de maleta... 

Para colmo, toda la pared final del dormitorio es de cristal. Una enorme ventana a una generosísima terraza con dos sillas una mesa. Vistas al patio interior de la manzana y la piscina del hotel. Alguno de los edificios que componen ese patio casi amenazan ruina, pero las vistas de las torres de la Almudaina y del rosetón de la Catedral allí mismo, destacan sobre cualquier otra cosa. Lástima que semejante ventana aparezca protegida sólo con un ligero foscurit y un visillo en tonos oscuros metalizados que poco hacen para detener la luz matutina.

El baño es de tamaño adecuado. Muy nuevo y moderno. Con alguna luz azulada que le da un ambiente especial. El mismo suelo que la habitación. Paredes en porcelana negra con discretos colgadores metalizados. A la izquierda el inodoro (con escasa presión en la cisterna). A la derecha, sobre un armario de madera oscura en el que se encuentran dos nuevas y generosas toallas de baño, se presenta un largo lavabo blanco. Moderna grifería en el medio y una generosa encimera a cada lado. En ella se ofrece un larguísimo set de amenities (set dental, de afeitado, pañuelos de papel, toallitas desmaquillantes, un par de jabones de manos...). La presión y el caudal son correctos, y la temperatura todavía más. Anclado a la pared hay un secador de pelo de escasa potencia y enfrente un espejo alargado al que le falta algo de luz. En el otro lado de la encimera, se ofrecen dos toallas de lavabo igualmente nuevas y mullidas.

Al fondo encontramos la ducha. Una cabina de lado a lado protegida por una mampara de cristal de la que cuelga una alfombrilla de baño con el logo del hotel y de aspecto retro (o quizá es que es vieja). Dentro, paredes de baldositas pequeñas azuladas. Suelo como de cantos rodados, muy agradable. En un rincón sobre una repisa dos botes de champú y gel y un par de sobres modernos con crema hidratante para el cuerpo. Un grifo de teléfono es prescindible cuando la ducha ofrece una enorme alcachofa de ducha efecto lluvia con una presión, caudal y temperaturas envidiables. 

Por la mañana, en un salón con vistas a la terraza de la piscina se sirve el desayuno. Mesas con mantel de tela y servilleta de tela. Sillas cómodas y servicio amable y simpático. Lástima que la luz del espacio sea también fría y poco acogedora. En un lateral, sobre un gran armario se ofrece todo el desayuno: zumos naturales variados, platos calientes (huevos fritos, revueltos, bacon, salchichas, chorizos, churros, verduras...), fiambres, quesos, embutidos, patés, frutas cortadas y preparadas, minibocadillos de jamón y de queso, frutos secos, distintos tipos de cereales, bollería pequeña de distintos tipos (ensaimadas -no demasiado atinadas-, napolitanas, croissants...). El café lo sirve una máquina y resulta bastante agradable.

Al salir a la recepción, simplemente nos preguntan por el minibar. Y nos vamos.

Calidad/precio:
Servicio: 7
Ambiente: 6
Habitación: 6.5
Baño: 8.5
Estado de conservación: 8.5
Desayuno: 8.5
Valoración General: 8 

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