miércoles, 5 de abril de 2017

URH PALACIO DE ORIOL (SANTURCE - VIZCAYA)

URH PALACIO DE ORIOL (****)
Cristóbal de Murrieta 27
48980 Santurce - Vizcaya

Habitación: 603
Fecha de entrada: 17/11/2016
Tarifa: 65 (A+D)


En la frontera entre Santurce y Portugalete, casi en la boca de la ría, un palacete de principios del siglo XXI acoge un hotel antes abanderado por NH y eso se nota en casi toda la decoración, estructura... Una pequeña zona ajardinada junto a la acera nos acerca hasta la verja de la finca, tras la que se eleva el estilizado edificio con torreones. Una decena de escaleras cubiertas por una alfombra roja nos sitúan frente a la entrada, protegida por una especie de baldaquino y con dos puertas de cristal correderas que nos introducen en la recepción.

Lo primero que nos salta a la vista una vez dentro es un armario grande de puertas abiertas en el que se venden patatas fritas, champú y botellas de aceite. Y después un montón de maletas que hay acumuladas junto a las escaleras. La recepción tiene como dos cuerpos. El primero a lo ancho acoge a la derecha el mostrador, y a la izquierda unos cuantos sofás y mesas para la tertulia y espera. Sorprende lo alto de los techos, y la luz que entra por las ventanas estrechas y altas de la estancia. 

De una puerta situada a la izquierda sale la recepcionista que nos saluda cariñosamente y después de situarse en el mostrador nos pide la documentación y nos asigna la habitación. Un poco lento todo, siendo tarde, pero amable y cariñoso. Al terminar, nos prepara la tarjeta de la habitación y nos dice que tiene una noticia buena y una mala. La mala es que ya no hay habitaciones como la que yo tenía reservada (que no sé cuál era) y la buena es que me va a dar una mejor. No está mal para empezar. Después nos explica el funcionamiento del wifi que es veloz y gratuito en todo el hotel, y el horario del desayuno. Como este no empieza hasta las 7.30 y hemos de salir antes ella se compromete a prepararnos algo a las 6.45. 

Damos dos pasos y accedemos a la segunda parte del recibidor, que es un espacio con un techo altísimo al que se abren algunas habitaciones y sobre todo una majestuosa escalera de madera que da acceso al resto de plantas. Allí, en un rincón hay un pequeño recibidor con dos ascensores. Todo recuerda al NH de antaño. Los ascensores, aunque no son nuevos, están bien cuidados. Protegidos por unas placas de metal rosado en dos paredes. En la otra un espejo. Junto a los números la descripción de los servicios de cada planta. El suelo con motivos florales. 

Salimos a un nuevo recibidor y de allí al pasillo de las habitaciones. Moqueta gruesa color rojo en el suelo, que amortigua pasos y ruedas, barandilla de madera oscura, a juego con las puertas, que se abre a ese enorme espacio en el que abajo está el segundo recibidor. Pomo metálico brillante en el que introducimos la llave. Al abrirse la puerta, el suelo pasa a ser de madera oscura, muy limpia, brillante y bien conservada. Hay un primer espacio como un pasillo corto en el que a la derecha encontramos la puerta del baño y a la izquierda las puertas correderas del armario. Dentro, una zona de colgador con perchas normales, otra de baldas donde está la caja fuerte y una gamuza limpiazapatos. 

Tras otra puerta que aísla bastante e insonoriza mucho la habitación el resto del interior del hotel entramos en la habitación. Adecuada de tamaño. Con un techo altísimo. Escasa luz. Quizá demasiado amarillenta, acrecentada por lo amarillento del vescom de las paredes. Las dos luminarias de las mesillas y la lámpara del escritorio son claramente escasas para un espacio tan alto. Todo queda un poco tenue. Y además el suelo, marrón oscuro, tampoco da luminosidad. A la izquierda un largo escritorio, de madera también oscura, con una cómoda silla. Sobre él una lámpara con luz algo justa para trabajar. una bandeja con un hervidor, un par de tazas y varios servicios de café e infusiones. Un espacio de trabajo y al final una gran pantalla de plasma. Bajo ella y dentro de un armario, el minibar.

A continuación de la mesa, en la pared situada frente a la puerta está la ventana. Estrecha y alta. Con bonitas vistas a la Escuela de Ingeniería Naval y a la ría. Por allí delante pasa un tren , pero o bien no circula por la noche o bien la insonorización exterior también es formidable porque no oímos nada en toda la noche. También influye que el entorno del hotel es súmamente tranquilo. La ventana se protege con un gran visillo y dos enormes cortinones que impiden el paso de la luz. Al llegar la sensación es de frío. Pero encendemos el aire acondicionado que se maneja desde un sencillo display con opciones de potencia y temperatura (pero no de auto) y la estancia coge calor. Aunque no es muy ruidoso, quizá sí bastante como para dormir con él encendido. 

A la derecha de la puerta hay un galán de noche, y junto a él la cama. A sus pies un maletero tapizado en tela color verdoso y patas metálicas. Y a continuación la cama. Grande, de matrimonio. Muy cómoda. Vestida con un suave nórdico blanco y rematada con cuatro almohadas y dos cojines marrones. El cabecero, de madera también oscura que contrasta con dos trozos de tela mullida en el mismo tono verdoso que el maletero. A cada lado sendas mesillas. Muy simples. De madera, otra vez oscura. Sobre una de ellas el teléfono. Sobre ambas, las lámparas de noche, dos pequeños focos de lectura direccionables y varios interruptores para apagar todas las luces de la estancia. Bajo ellas, a cada lado un enchufe. 

El baño resulta un poco caduco. No viejo. Es de los NH antiguos. Mármol color arena en suelo y paredes. A la derecha de la puerta sobre una encimera el lavabo. Su presión y caudal son escasos, muy escasos, pero es el lavabo. Junto a él, una bandeja ofrece un set de amenities compuesto por un champú, un gel, una loción corporal, gorro de ducha, peine y pañuelos de papel. Delante del lavabo un buen espejo (el único que hay en toda la habitación) bien iluminado y colgando de la pared un gran secador de buena potencia. 

Tras la puerta, un calienta toallas eléctrico que además sirve para caldear la estancia al despertar. Inodoro enfrente del bidet y al fondo la bañera, con una ducha rematada en una gran alcachofa de efecto masaje. Aunque la grifería está ya un poco raída presión y caudal en la ducha son correctos. Sin más. Pero sin menos. La iluminación del baño sigue con ese cierto tono amarillento que desprende toda la habitación. Dos toallas de manos, dos de baño y una alfombrilla de ducha son el set de lencería que es más que correcto en tamaño y calidad. 

Por la mañana no podemos probar el desayuno buffet que se sirve desde las 7.30, pero cumpliendo su promesa, la recepcionista nos ha dejado una bandeja con mucho más de lo que esperábamos: zumo, varias piezas de fruta cortada, un bocadillito de fiambre, un croisant, un donut, mantequilla, mermelada y un café solo doble, como nos gusta...

En la puerta, al despedirnos nos atiende un joven. El trámite es algo lento porque la tecnología no acompaña y además ha de dar de alta los datos de la empresa para la factura. Pero al menos se preocupa por nuestra estancia, por nuestro descanso y por la continuación de nuestro viaje. 

Calidad/precio: 8
Servicio: 8.5
Ambiente: 7.5
Habitación: 7.5

Baño: 7
Estado de conservación: 7.5

Desayuno: 
Valoración General: 7.5

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