Paseo de la Estación 32
23008 Jaén
Habitación: 501
Fecha de entrada: 18/11/2016
Tarifa:
Uno de los hoteles clásicos de la ciudad.
Ubicado en el mismo centro de la misma. En el cruce de dos amplias avenidas
junto al Hospital, la zona comercial y turística y a un paso de todo, con las puertas abiertas a un parque. Nueve plantas de un edificio de ladrillo marrón oscuro con ventanas tintadas y rematado con un letrero
amarillo.
Tres escaleras de mármol marrón nos dejan ante
dos pares de puertas de cristal, que se abren empujando grandes tiradores de
madera. Tras ellas, el hall. Tan generoso de tamaño como caduco en su
decoración. Mantenemos el suelo marrón de frío mármol. Luces algo
amarillentas. A la izquierda se encuentran las escaleras que van al restaurante
y a la cafetería. Por su puerta abierta se escucha bastante jaleo. A la
derecha el mostrador de recepción, largo, poderoso y potente. En madera oscura y más mármol marrón. Rematado por
detrás con uno de aquellos antiguos casilleros de madera para cada habitación.
Antiguo y viejo, con papeles en algunas casillas, y cierta sensación de
desorden. Junto al mostrador una vitrina iluminada que vende algunos productos de moda y recuerdos.
El trato es frío y distante. Nos piden el DNI,
lo copian y nos asignan la habitación. Nos entregan la llave. Preguntamos por
el wifi que es gratuito, y que funciona bastante bien con una clave.
Preguntamos también por el desayuno. Y nos damos la vuelta para ir hacia los
ascensores, que quedaban a nuestra espalda.
Son dos. Lo más moderno de todo el hall. Más
anchos que profundos. Con suelo de cerámica con el logo del hotel. Paredes con
espejo y acero. Botonadura moderna.
Las puertas automáticas se nos abren en un
extraño recibidor. Ancho y largo. Suelo de moqueta plastificada en gris como si
fuera de espiga. De frente una pared blanca, en estuco, con dos puertas una en
el extremo derecho y otra en el izquierdo. Las puertas son como de obra,
metálicas blancas con un pomo de plástico negro. A la izquierda del ascensor
queda el hueco de la escalera, con ventanas ahumadas y vistas a la
ciudad.
Tras la puerta "de obra" accedemos a
otro pasillo paralelo. Se mantiene el suelo gris. La luminosidad baja más
todavía. Puntos de luz sobre las viejas puertas de las habitaciones. Las
paredes decoradas con un papel pintado que imita a una librería. Aunque las
puertas son viejas, y los números de las habitaciones se sitúan en una placa de
corte algo anticuado, la manivela es modernisima. Se abre por contacto de la
llave.
Tras la puerta, el suelo cambia a un frío
mármol marrón oscuro. Terriblemente frío para el pie descalzo. Nos damos de
bruces con las puertas del armario. Tres. En su interior colgador con perchas
de distintos tipos (normales, antirrobo, de falda...), una cajonera, la Bolsa
de la lavandaria y una manta y un almohadón de recambio.
Junto a la puerta y casi en el techo, el
display que maneja el aire acondicionado. Una rueda de temperatura y un botón
para la intensidad. Muy efectivo, pero muy ruidoso. No hace frío en la
estancia, pero el suelo produce una desapacible sensación de frialdad.
A continuación del armario y ya en lo que es
el dormitorio encontramos una pared pintada en estuco gris. Con una lámpara en
medio de la pared. A cada lado de la misma, un maletero de madera oscura y un
estrecho escritorio con una gran silla correcta para el trabajo. Entre ambos
muebles, varios enchufes. Sobre la mesa falta una lámpara de trabajo. La
iluminación de la habitación en general es sumamente escasa. Tan sólo ese punto
de luz y los dos de las mesillas. Especialmente oscura es la zona que queda
entre la puerta de entrada y el armario.
A la izquierda del armario encontramos la
cama. Doble, pero no enorme. Cómoda. Vestida con suaves sábanas blancas, una
manta y una colcha blanca muy limpia. Un largo almohadón. La pared del cabecero
también es gris, pero este, de madera brillante con algunas rayas verticales en
negro ocupa casi toda la pared. A cada lado sendas mesillas a él ancladas.
Pequeñas. De madera negra. Sobre una de ellas un moderno teléfono. Sobre ambas
interruptores y enchufes.
En la pared que se sitúa a los pies de la
cama, encontramos una butaca pequeña en tonos blancos, una televisión de plasma
colgando de la misma y la ventana, amplia, generosa y con buenas vistas de la
ciudad aquí y de los olivares allí. Protegida por una cortina foscurit en tonos
también marrón oscuro. Cumple eficazmente su misión de parar la luz. La
insonorización exterior es fenomenal, porque además la habitación da a la parte
trasera del edificio a un patio abierto con una piscina. La interior es
manifiestamente mejorable y se escuchan las voces y puertas del pasillo con
mucha facilidad.
A la izquierda de la cama, encontramos un
espejo de cuerpo entero y la puerta, antigua, que da acceso al baño.
El baño da más sensación de antiguo. Precioso
mármol rosado en paredes y suelo. Sanitarios en color marrón. A la izquierda un
radiador que calienta, ¡y cuánto!, la estancia. A continuación el bidet, el
inodoro y una pequeña encimera también de mármol que recoge el lavabo. Sobre él
un espejo iluminado. La luz en general es abundante, quizá aquí demasiada. Pero
también demasiado fría. Sobre la encimera en una bandeja de plástico negro el
set de amenities, personalizado para el hotel y envuelto en elegantes fundas
negras: peine, lustrazapatos, gorro de ducha, pastillas de jabón, y dos botes
de gel/champú. Dos vasos de cristal higienizados y envueltos en plástico.
Un secador de pelo de escasa potencia anclado a la pared.
El grifo del lavabo está viejo. Le falta
caudal y presión y para colmo el agua sale disparada en distintos chorros y
direcciones, mojando el pantalón si uno anda demasiado cerca. La lencería son
dos toallas de manos y dos de baño. Grandes. Un par (de ambas) nuevo y
formidable. El otro par (de ambas) viejo y deshilachado. Las de baño se
presentan en un potente toallero ubicado dentro de la bañera.
La bañera también es marrón y tiene varios
"desconchones". Protegida por una bajita mampara de cristal con
algunos vinilos a rayas. El agua salta por encima de ella. Dentro de la bañera
hay una ventana con vistas al exterior. El grifo es antiguo, pero el
dispositivo de ducha no. Está rematado con un teléfono como de plástico
imitando al acero. Resulta difícil encajarlo en su enganche, pero al final lo
conseguimos. El caudal es escaso, pero sale con una fuerza (aire) descomunal.
Además la temperatura pasa del frío a calor de forma cíclica.
Por la mañana en un oscuro salón se sirve un
desayuno buffet con un buen surtido de productos (huevos fritos, revueltos,
bacon, fiambres, quesos, panes, untables, cereales, fruta, zumos, agua...), un
café bastante aceptable pero una decoración y presentación francamente
mejorable.
En la recepción por la mañana, el trato es tan
distante como rápido. Teclean el número de la habitación y nos dicen adiós.
Servicio: 6
Ambiente: 6
Habitación: 6.5
Baño: 6
Estado de conservación: 6.5
Desayuno: 5
Valoración General: 6
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