lunes, 9 de octubre de 2017

PRAKTIK METROPOL (MADRID)

PRAKTIK METROPOL (**)
Montera 47
28013 Madrid

Habitación: 901

Fecha de entrada: 20/05/2017
Tarifa: 111€

En el mismo corazón de la ciudad de Madrid, en la esquina de la Gran Vía con Montera, donde pasa todo. Un edificio sin rotulo alguno, entre un enorme McDonalds y otra franquicia de restauración tan sólo avisado por unos parterres sobre la acera peatonal encontramos un portal como de vivienda, sin cartelería. Las puertas, de cristal correderas están abiertas. En el portero automático vemos que Praktik Metropol se indica en la primera planta, pero que en otras plantas se anuncian también otros Hostales. 

Tras la puerta un espacio de mármol y espejos, como un portal de casa de vecinos, algo pequeño, algo desvencijado y con una pequeña mesa tras la que hay un portero en camisa y corbata que lee el periódico sin prestarnos atención alguna. A la derecha de él encontramos un pequeño distribuidor con las escaleras y los ascensores, y allí, si, un enorme cartel con las nueve plantas del edificio y lo que podemos encontrar en cada una de ellas. En la primera la recepción del Metropol. Y el resto se reparten entre otros hostales, y habitaciones del Metropol. 


Los ascensores son muy modernos y nuevos. Muy anchos y poco profundos. Algo oscuros, con espejo, una botonadura iluminada y una réplica del cartel del distribuidor con el reparto de las plantas del hotel. Salimos en el primer piso como si a un edificio de vecinos se tratara. Una puerta a derecha, otra a la izquierda y otra enfrente. En la de la izquierda pone "Hola" y entendemos que será la recepción. Empujamos la pesada y antigua puerta y aparecemos como en un piso. Madera en el suelo y un largo y ancho pasillo desde el que se adivina una larga mesa comunal al fondo. A la derecha hay una ventana a un oscuro patio interior. A la izquierda hay un marco de puerta doble que da a un salón, paralelo al otro con varias butacas tapizadas a cuadros y sofás delante de una enorme cristalera con vistas a la calle Montera. Allí mismo, hacia atrás encontramos el mostrador de recepción desde el que nos saludan con un desenfadado "Hola cómo estáis". 


El mostrador es de madera antigua, con un par de puestos de trabajo, aunque sólo atiende una persona. Nos trata de tú, nos indica que nos han hecho un upgrading en la habitación y que nos han puesto en una tipo skyline. A continuación nos pide todos los datos, el DNI y la tarjeta de crédito. Todo un poco lento para haber rellenado ya todos los datos por internet. El mostrador tiene varios folletos de la ciudad, algunos libros de arte y varios folios sobre los que trabaja la recepcionista. En la pared del fondo hay algunas palabras escritas sobre la pared. Todo da la sensación de esa "modernidad antigua" que se lleva ahora. Una vez que nos entrega las llaves nos explica el funcionamiento del wifi que es tan gratuito como inservible. No conseguimos conectarnos ni un sólo instante de las 12 horas que estuvimos en el hotel. La señal estuvo "Limitada" todo el tiempo. Además nos explica que el desayuno se sirve desde las 7.30.


Volvemos al rellano y volvemos a coger el ascensor hasta la planta 9. Allí, de nuevo un rellano de escalera de viviendas con tres puertas. En una no hay cartel, en la que se sitúa frente al ascensor pone 906 y  en la de la derecha, hay un cartel que pone "Hola", por lo que entendemos que allí debemos dirigirnos. Junto a la puerta, hay una ranura en la que introducimos la tarjeta y se abre. Accedemos a un pasillo largo que inicia con un pequeño recibidor con un sofá doble de corte antiguo. Paredes blancas con frases y palabras escritas por todos los sitios. Allí mismo está la puerta de nuestra habitación, blanca, y con un metal que imita a un cristal como si pudiéramos ver la habitación desde allí (o viceversa). 


Una vez abierta la puerta lo primero que vemos es un generoso espacio rectangular en el que está todo. Pero también notamos un extraño olor como a pozo. En la jamba de la puerta, la ranura para la tarjeta y el display del aire acondicionado. Aparentemente su manejo es sencillo, con posición on, off, auto y una rueda para seleccionar la temperatura. Sin embargo, y pese al ruido, no conseguimos hacer que la temperatura varíe. Sorprendentemente la extracción del aire genera un molesto ruido durante toda la noche. El suelo es de una madera muy bonita y cuidada, como si fuera antigua, en marrón oscuro. Todo lo demás es blanco. Las paredes aparecen recubiertas por unas lamas de madera blanca rematadas en unas especies de colgadores a lo largo de toda la habitación. Abajo un gran rodapiés negro de madera. A la izquierda hay un armario exento con las puertas de espejo. Dentro, algunas baldas (con una manta extra), una caja fuerte y una barra con perchas. Las patas del armario son curiosamente redondeadas y de corte antiguo. Bajo el armario hay una papelera metálica en blanco como antigua.


A continuación del armario hay dos estrechas puertas de color negro con cristales tapados por unos visillos en color crudo que dan acceso al baño. Junto a ello, una estrecha y larga mesa de trabajo casi de plástico decorada con un dibujo de un plano de Madrid. Sobre ella hay un antiguo flexo de cobre.  Algunos papeles del hotel sobre ella, y un par de enchufes debajo. Delante, una silla no demasiado cómoda para trabajar. Sobre el conjunto, cuelga de la pared una moderna televisión plana. Antes de la pared del fondo, donde hay dos generosos balcones (aunque de terraza estrecha) con bonitas vistas al centro de Madrid, se sitúan dos enormes sofás orejeros de piel marrón antigua con una mesa redonda de centro que usamos de maletero. 


Dos camas blancas. Con sábana y colcha. Colchón cómodo pero sin más. Sábanas algo duras. Sobre cada cama un par de almohadas de distintos tamaños, durezas y grosores; y una toalla enrollada con un cartel de esos que fomentan la culpa en uno mismo por querer sábanas limpias. Por encima de las camas y ancladas a la pared hay cuatro enormes lámparas, metálicas en negro, situadas a distinta altura. Las altas iluminan la estancia. Las bajas sirve como lectura. Luz potente. A cada lado de las camas hay sendas mesillas modernas de madera. Sobre una de ellas, un teléfono. Y junto a ellas, interruptores para las luces y un enchufe. 


Pese a que la cama es cómoda, entre el ruido de la extracción de aire (que no se apaga ni con el aire acondicionado desconectado), los ruidos del pasillo (se escuchan todos los pasos, las puertas...), el bullicio del centro de Madrid (pese a la que las puertas del balcón no están muy mal insonorizadas) y el flojo foscurit (que no frena la luz de la mañana), el descanso no es estupendo. 

El baño huele terriblemente a pozo. Aunque es moderno, todo recuerda a antiguo. No es muy grande. El suelo tiene pequeñas baldosas hexagonales negras, grises y blancas. Las paredes, alicatadas con baldosas blancas cuadradas hasta media altura. Las juntas aparecen como pintadas en negro. Desde el final de las baldosas hasta el techo, pintura blanca. La estancia posee mucha luz porque además de la artificial, hay una ventana de madera blanca al exterior con vistas directas a un grifo antiguo e indirecta a los tejados de la ciudad. A la derecha un inodoro moderno. De frente un lavabo exento, sin encimera. En él, un bote de champú y otro de gel. No hay pastilla de jabón. Sobre el lavabo un espejo rectangular, y junto a él un pequeña repisa metálica para dejar nuestros útiles de aseo. De allí cuelgan las dos toallas de mano que complementan el juego de lencería con  las que había sobre la cama: muy limpias, nuevas y mullidas.


La presión del grifo del lavabo es normal. Pero al abrir el grifo aumenta ese olor extraño. A la izquierda de la entrada hay una generosa cabina de ducha, protegida por una mampara de cristal con puerta. Dentro una enorme alcachofa en el techo de efecto lluvia y anclado a la pared un grifo de teléfono de corte antiguo como de mango de marfil. Presión, caudal y temperatura envidiables.


Por la mañana en recepción no pueden hacernos la factura porque ya habían cerrado el programa (?) quedan en enviarla a lo largo de la mañana pero hemos de reclamarla un par de veces. No nos preguntan muchas cosas, ya que no hay minibar, así que simplemente nos indican que el desayuno se sirve en un bar de una cadena de cafeterías que hay junto a la puerta del hotel: un zumo de naranja, un minibocadillo de tortilla congelada, un buen croisant y un buen café. 


Calidad/precio: 5
Servicio: 5
Ambiente: 8
Habitación: 7.5

Baño: 7
Estado de conservación: 8.5

Desayuno: 7
Valoración General: 5.5

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