Paseo de la Alameda 32
46023 Valencia
Habitación: 444
Fecha de entrada: 29/04/2017
Tarifa: 152 (A+D)
Ubicado en la orilla del antiguo cauce del
Turia, justo enfrente del Palau de la Música, a cinco minutos andando del
centro comercial de la ciudad y a diez del centro histórico y cultural. En un
moderno edificio de siete alturas, en acero y cristal marrón y rodeado de
edificios de oficinas de similar porte.
Aunque la avenida en la que ubica es grande y
con fuerte tráfico, el carril lento en el que se abre la puerta hace que la
zona sea un poco más tranquila. Tras pasar una, algo vieja ya, alfombra con el logo
del hotel, una puerta giratoria algo lenta nos introduce en un gigantesco
recibidor con techo altísimo. Las paredes de cristal a la calle llenan aquello
de la luz valenciana. Suelo de granito negro muy brillante. A la izquierda tras
una pared de cristal con una puerta vemos la cafetería. A la derecha varios
sofás y butacas de piel marrón en capitoné incluyendo un sofá redondo alrededor
de una columna recubierta de mármol retroiluminada. Un poco más hacia
adelante, encontramos un business corner, una zona de escaparates comerciales,
más zona de descanso y tertulia... hasta que al fondo, están las escaleras que
suben al restaurante y bajan al desayunador.
Antes de llegar al mostrador de recepción,
ubicado frente a la entrada, un mozo se nos acerca por si necesitamos ayuda con
el equipaje. El mostrador es alargado, en granito negro y contundente. Tres
puestos de trabajo, aunque sólo lo atienden dos personas. Detrás hay un espacio
generoso rematado con una pared de madera color rojiza con un par de mesas de trabajo y algo de sensación desordenada con algunas
maletas, unas bolsas, un ramo de flores protegido por unos plásticos, algunos
folios... Varios carteles de papel y electrónicos nos ofrecen algo de
información sobre una app que ofrece el hotel para conocer Valencia, sobre el
parking y sobre el wifi del hotel, que es gratuito, velocísimo y funciona bajo
un complejo juego de contraseñas.
Un joven nos atiende amable, eficaz y
rápidamente. Busca nuestros datos en el ordenador y nos asigna la habitación.
Nos entrega el bienvenida para firmar, junto con las tarjetas de la habitación y un
papelito con las claves del wifi. Además nos explica el horario del desayuno y
nos ofrece su disposición para lo que podamos necesitar.
Unos pasos más a la derecha encontramos los
ascensores. Son cuatro, rapidísimos. Junto a los botones de llamada, una
pantalla digital con la hora y la temperatura. Siempre que los llamamos
(estemos en el piso que sea) llega uno rápidamente. Modernos, elegantes y
grandes. Paredes de acero y espejo. Techo de mármol retroiluminado, una pantalla
con noticias y una columna de techo a suelo con fotos de los distintos
servicios del hotel (piscina, gimnasio, restaurante, desayuno...) y su
ubicación.
Salimos a un generoso distribuidor de paredes
de mármol blanco, gris y negro, y tras una mampara de cristal se abre a derecha
e izquierda un ancho pasillo. Puertas de madera en color rojizo, paredes
acolchadas en gris azulado, moqueta gris con algunas flores color anaranjado.
Luz cálida a lo largo de todo el pasillo. Junto a la zona de ascensores, al inicio del corredor, una mesa
con un sofá y un teléfono.

Luz a la raudales por la enorme ventana que se
sitúa al final de la estancia. Cubierta por un foscurit, un visillo y dos
cortinones en tonos arena clara, apenas se abre unos centímetros. A la derecha
de la entrada, dos armarios de techo a suelo protegidos por enormes puertas de
madera clara a juego con el mobiliario de la habitación. En uno un zapatero,
una balda y un colgador alto con perchas antirrobo. El calzador, un
lustrazapatos, y la bolsa de la lavandería. En el otro el mimibar, muy bien
surtido pero de precios elevados, una caja fuerte, vasos y copas, un maletero y
seis cajones.
La cama es blanca, con un plaid en tono arena con motivos florales.
Sábana, manta y colcha blanca. Muy agradable y con colchón cómodo. Dos
almohadas y dos cuadrantes. Algo pequeña para ser doble. Más que grande para
ser individual.
Un cabecero de la misma madera clara del resto
del mobiliario sube hasta el techo. Algo retranqueado hacia adelante porque
tras él se enciende alrededor una luz, que hace la estancia acogedora. En los
extremos interruptores para todas las luces y un par de enchufes a cada lado.
También un par de potentes focos de lectura. A cada lado igualmente sendas
mesillas de madera con cajón. Sobre ellas, algunos folletos con información del hotel, un bloc de notas, un lapicero y el teléfono.
A los pies de la cama, la pared pasa del
vescom blanco a madera de techo a suelo. Sobre ella cuelga una televisión plana
quizá algo pequeña, y a continuación un espejo y bajo él un generoso escritorio
con cajones con un par de folletos del hotel, varios enchufes y un punto de
luz justo encima. Una cómoda silla para trajabar. Una papelera. Entre la cama y la
ventana hay una butaca color arena y sobre ella en la pared un cuadro de inspiración valenciana.
La doble puerta insonoriza mucho la habitación
y la confortable cama ayudan al descanso. El aire acondicionado, que funciona
desde un sencillo display lo hace silenciosamente, pero no conseguimos poner la
temperatura que indica el display, debe estar limitada desde la recepción entre
dos valores.

A la izquierda, tras dos puertas de cristal
opaco encontramos el inodoro y el bidet, en una estancia decorada con espejos
oscuros desde media altura.
A la derecha de la puerta, una bañera con
mampara de cristal. Ancha y no muy alta. Presión y caudal por la ducha
absolutamente formidables. Dentro, un toallero con dos toallas de baño. El
juego de lencería se completa con sendos mullidos albornoces. Todo muy limpio
aunque la prestancia de alguna toalla podría ser mejor.
Por la mañana en un bullicioso salón en el
sótano se sirve el desayuno. Zumo de naranja natural recién exprimido, con la
máquina allí mismo. Platos calientes (huevos revueltos, bacon, judías,
verduras, salchichas, chorizo...) que pueden ser cocinados en el acto.
Embutidos , jamón, fiambres, quesos. Fruta cortada y preparada, cereales de
distintos tipos, panes variados, bollería recién horneada, mermeladas caseras,
y un café de máquina más que aceptable. Todo servido en mesa con mantel de
tela, servilleta de papel y atendido con simpatía por un maitre y su equipo.
Al final, en el mostrador la despedida es algo
más fría que la acogida, pregunta por el minibar, pago y eso sí, interés por
nuestro descanso y por si necesitamos ayuda para proseguir viaje.
Calidad/precio: 8.5
Servicio: 9Ambiente: 8.5
Habitación: 9
Baño: 9
Estado de conservación: 9
Desayuno: 8.5
Valoración General: 9
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