HOTEL LANDA (*****)
Autovía A1 km 235
09001 Burgos
Habitación: 201
Fecha de entrada: 14/05/2016
Tarifa: 180€ (SA)
La respuesta a la petición de reserva en este maravilloso hotel ya presagia que algo distinto y especial encontraremos en él. Si además, la víspera de llegar recibimos otro correo de la encargada de recepción en la que nos reconfirma todo y se pone a nuestra disposición para ayudarnos en cualquier cosa que ocurra cuando lleguemos al hotel, entonces ya entendemos porqué el Landa es un sitio tan especial.
Cualquiera que haya viajado con frecuencia entre Madrid y el norte de España seguro que ha parado alguna vez en esta antigua casa de postas famosa por su cordero, sus huevos fritos y sus morcillas. Junto a aquella antigua casa se construyeron otras edificaciones con habitaciones y se trajo, piedra a piedra una torre medieval de un pueblo cercano, que acoge además de la recepción, las habitaciones más especiales.
A pié mismo de la Nacional I y justo donde termina la ciudad de Burgos, rodeado de un enorme y tranquilo jardín (con pista de padel, piscina y hasta helipuerto) Landa es un ejemplo de buen hacer, lujo, elegancia y tranquilidad.
Un timbre nos comunica con la recepción desde donde nos bajan un bolardo que limita el acceso al hotel sólo a los vehículos de los huéspedes alojados. A la puerta de la torre medieval acude raudo un botones elegantemente vestido que se hace cargo de nuestro equipaje y de nuestro coche. Tres escaleras nos sitúan junto a la enorme puerta de madera de la torre medieval. Tras ella dos enormes, pesados y larguísimos cortinones separan la calle de un espacio espectacular. Lo primero que nos impacta es el olor, maravilloso, que impregna todas las estancias del hotel. Huele a elegancia. La luz, tenue que proviene de algunas saeteras de la torre y de una decena de lámparas de pie que decoran el espacio. Una serie de alfombras muy gruesas en color crudo cubren el suelo. A la derecha una señorial escalera, también alfombrada y decorada con un enorme escudo de la España medieval. A la izquierda una zona con varios sofás y butacas, espejos y mesas bajas... todo ello cómodo y tranquilo para la lectura.
Bajo la escalera, el mostrador de recepción, de acero y cristal, discreto y elegante. Oculta la zona de trabajo pero se observa como que tuviera dos puestos de trabajo. Es atendido por una simpática empleada elegantemente vestida de blanco. Nos pregunta por nuestro viaje, por si estamos cansados, nos pide la documentación y nos entrega la llave de la habitación, que cuelga de un enorme llavero de madera. El proceso no ha sido rápido, tampoco lento, pero ha sido sumamente cordial.
La recepcionista sale del mostrador y nos acompaña al ascensor. Queda junto al mostrador de recepción en una puerta de madera separada por un enorme y elegante pórtico geminado de estilo gótico. El ascensor es antiguo, pero enorme. De madera todo él con un elegante espejo. Sube despacio la planta que nos separa de nuestra habitación. Al abrir la puerta un enorme espacio cuadrado de techos enormes y decoración medieval: algunas cómodas, unos espejos y algunas lámparas de pie. A la derecha nuestra habitación, a la izquierda otra y enfrente una bellísima puerta de madera que da a un salón.
El pomo de la puerta queda un poco bajo, pero se olvida en cuanto uno traspasa el umbral de la misma. Luz a raudales, pese a que la habitación sólo dispone de tres ventanas que se abren en la torre. El mismo olor elegante que en el resto del establecimiento. Moqueta en el suelo, de color crudo, mullida y sumamente limpia.
Al abrir la puerta encontramos hacia la izquierda un pasillo corto que nos deja en el dormitorio. Enorme. Destaca especialmente la gigantesca cama de 2x2 hecha en forja dorada rematada con un dosel coronado. Del cabecero cuelga una rica tela de lino en tonos arenas. A cada lado de la cama hay una mesilla. En una lado una mesa camilla redonda pequeña, vestida con faldas en tonos verdosos muy elegante. En el otro lado una mesilla clásica rectangular de madera. Sobre ellas elegantes lámparas con pantalla. Junto al cabecera e incrustadas en la pared hay un par de brazos direccionables de luz para la lectura. Sobre las mesillas interruptores para apagar las luces del dormitorio y el pasillo y un par de enchufes disponibles para los gadets tecnológicos. La cama es comodísima. Exquisitamente vestida con sábanas de hilo lavadas y planchadas en el Monasterio de las Huelgas. Dos almohadas excelentes, aunque por la noche, en el servicio de cobertura, nos ofrecen además, un cuadrante más voluminoso, un pie de cama, una chocolatina y una botella de agua.
Al pie de la cama se ofrece un descomunal maletero de tijera. Quizá excesivo. Junto a la puerta de entrada al dormitorio hay una enorme cómoda de madera oscura sobre la que hay un gigantesco plasma y una cadena de sonido. A su lado, una silla. Y sobre ella un sencillo display para el aire acondicionado con una rueda que le hace funcionar de forma silenciosa y automática. La pared pintada en tono arena clara parece algo manchada por el roce de la televisión, que es direccionable para verla desde la cama, o desde la zona de estar que hay en el otro extremo del dormitorio. Sobre otra gruesa alfombra y haciendo una L se dispone un enorme y mullido sofá doble, una butaca independiente y una mesa auxiliar, cuadrada, con una lámpara con pantalla. En ella se ofrecen unas fresas en una delicada cesta de mimbre.
La estancia se ilumina con las lámparas de las mesillas, la de la mesa auxiliar, una lámpara de pie para la lectura que hay junto al sofá doble y unos focos que hay incrustados en el techo. Todo ello consigue crear un ambiente cálido y acogedor. Además, una enorme ventanal se abre al jardín en primera instancia, aunque allí adelante vemos los camiones que sin descanso recorren la carretera que une Madrid con Irún. La ventana cierra espectacularmente bien y no se oye un sólo ruido del exterior del hotel. Tampoco del interior. La ventana además tiene unas poderosas contraventanas de madera que se cierran desde el interior y una pesada y rica cortina. Junto a la ventana, enmarcado hay un trabajo de ganchillo con una imagen de San Antonio.
Frente a la puerta de la habitación encontramos tras una mampara de cristal y elegante acero, un enorme vestidor con zona de trabajo. El suelo sigue siendo de moqueta y la estancia se llena de luz con la ventana que da al jardín, algo matizada con la maceta que hay en su alfeizar. Enormes y pesados cortinones la separan de un precioso escritorio de corte inglés sobre el que descansa una lámpara y varios folletos con información del hotel. La silla no es muy cómoda para el trabajo y hay un par de enchufes cercanos para conectar el portátil. El establecimiento dispone de wifi gratuito y bastante veloz, aunque en algunos puntos la señal es algo débil. La pared de la izquierda de esta estancia es un enorme armario dividido en tres puertas con espejos en dos de ellas. En uno, hay cajones y colgadores de distintos tamaños. Baldas y colgadores en los otros dos. En el último además hay una caja fuerte y un minibar con cuatro botellas de agua de cortesía. En las cajoneras además de un elegante y enorme calzador hay un cepillo de ropa, dos bolsas de zapatos y dos gamuzas para limpiarlos.
La pared de la derecha de esa estancia vestidor/despacho es de nuevo de cristal y acero. Y da al baño. Enorme. Descomunal. Mármol claro en el suelo y en parte de las paredes. Frente a la entrada hay una bañera incrustada en una enorme encimera de mármol marrón algo más oscuro sobre la que se disponen dos albornoces, dos juegos de champú, gel y bodymilk de Loewe, una esponja que crece al contacto con el agua y un par de maceteros decorativos. La grifería en acero impecablemente limpio y cuidado es de corte clásico y un punto rococó.
Junto a la bañera hay un calienta toallas del que cuelgan dos enormes toallas de baño y un pie de ducha, todos con el logotipo del hotel bordado en azul. Junto al toallero tras una puerta de cristal entramos en una cabina de ducha alucinante. Gran espacio y grifería clásica, como en la bañera. Ofrece una ducha de teléfono y una enorme alcachofa con un punto antiguo de la que sale un excepcional caudal, a una fenomenal presión y con la temperatura que deseemos.
A la derecha de la entrada al baño, tras otra puerta de cristal encontramos el inodoro y el bidet, también de corte clásico y en porcelana blanca. A la izquierda de la entrada en una encimera de mármol con patas de madera se ofrecen dos pilas de lavabo de metal, con grifería clásica y sobre la que se dispone un enorme espejo hasta el techo. En la encimera encontramos el resto del set de amenities (gorro de ducha, set dental y de afeitado y kleenex) y el resto del impecable juego de lencería de baño (dos toallas de manos, otras dos de lavabo y dos toallas de damasco).
El baño dispone de dos lámparas con pantallas a cada lado de los lavabos, pero también algunos puntos de luz en el techo. Una ventana saetera también da luz natural a la estancia. La iluminación del baño.
Por la mañana, el servicio de desayuno no está del todo bien conseguido. No hay buffet sino una especie de menú cerrado, a 17 euros que ofrece una excelente bollería, deliciosas mermeladas y mantequillas, excelente café, zumo de naranja natural y varias piezas de fruta que no vienen preparadas ni cortadas. Quizá sea mejor opción desayunar sobre la barra de la cafetería un café con un bollo.
En la recepción al despedirnos no hay más preguntas que sobre nuestra estancia, sobre lo bien o mal que hemos estado, sobre si pudimos utilizar la piscina o si disfrutamos de la gastronomía. Mientras pagamos, nos dan la factura el botones nos trae el coche a la puerta con el equipaje ya cargado en su interior.
Calidad/precio: 10
Servicio: 10
Ambiente: 10
Habitación: 10
Baño: 10
Estado de conservación: 9
Desayuno: 7.5
Valoración General: 10
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