miércoles, 22 de abril de 2020

IBIS VILADECANS AEROPUERTO BARCELONA (VILADECANS - BARCELONA)

IBIS VILADECANS AEROPUERTO BARCELONA (**)
Carretera de Barcelona 82
08840 Viladecans (Barcelona)

Habitación: 220
Fecha de entrada: 28/06/2019
Tarifa: 78€ (AD)

A escasa distancia del aeropuerto, en medio de un parque industrial, lejos del centro de Barcelona y del de Viladecans, rodeado por restaurantes de comida rápida, supermercados y naves industriales encontramos un edificio alargado, de tres alturas en granito gris con largos ventanales blancos en la fachada, dividido entre las dos enseñas de Ibis, la normal, en la que nos alojamos y Budget, la más económica. Todo el edificio está rodeado por una verja metálica blanca con puertas de apertura controlada. En el interior, una zona de parking gratuito, otra de parking de pago y una pequeña zona ajardinada y la terraza de la cafetería. 


Junto a dos grandes maceteros, encontramos dos pares de puertas correderas consecutivas que nos dejan en la recepción. Es un espacio grande, amplio, que abre a izquierda y derecha, sin separación alguna la cafetería y el restaurante. Justo de frente queda el mostrador. Bastante bullicioso todo, y algo desangelado con espacios por aquí y allá. Al menos se está fresquito. Fuera hace un calor terrible. El mostrador curvo, de madera clara y brillante, típico de la cadena nos recibe con dos personas atendiendo. Folletos de la ciudad, logos de la cadena y un par de cubiteras de plástico rojo que ofrecen a la venta botellas de agua fría. Suelo de mármol blanco, algunas macetas de plantas artificiales junto a las poderosas columnas de color rojo. A la derecha el restaurante, con la televisión (con fútbol) encendida a gran volumen. A la izquierda, el pasillo que lleva hasta los ascensores y las habitaciones de la planta baja, pasando antes por la cafetería, animada en ese momento. Nos toca esperar porque hay más huéspedes esperando ser atendidos. Una joven por fin nos atiende. Aunque la empleada se esfuerza por ser simpática y acogedora, el proceso resulta tedioso para haber dormido en casi todos los hoteles de la cadena en el país. Nos entrega la llave de la habitación explicándonos el funcionamiento del wifi y los horarios del desayuno, ofreciéndonos la posibilidad de pagar la habitación en ese momento o al día siguiente. 

Avanzamos hacia la izquierda por un ancho pasillo que cruza la cafetería y en el que encontramos varios armarios con folletos de la ciudad y una máquina de vending con productos electrónicos de conveniencia (enchufes, adaptadores, cables...). Al final, a la derecha encontramos el ascensor. Este es grande, de puertas automáticas, con espejos oscuros y varios carteles con los servicios del hotel y de la cadena. Al salir lo hacemos a un ancho recibidor por el que corre el pasillo de izquierda a derecha. Puertas en tonos verdosos claros, moqueta gris con cuadrados en rojo y luces amarillentas que salen de algunos apliques colocados entre las puertas en la parte superior de la pared. 


La pesada puerta se abre a una habitación tranquila y estándar. Típica de la cadena. Suelo de madera clara algo desgastada pero limpia. Las paredes principales están pintadas en estuco blanco algo brillante. El mobiliario, escaso, en madera clara a excepción del armario que acoge la televisión que es en madera oscura. Algunos toques blancos en las tulipas de las lámparas que hay en las mesillas, sobre la mesa de trabajo y sobre un espejo de cuerpo entero que hay frente a la puerta del baño. El aire acondicionado, que funciona ruidosamente nos recibe encendido, por lo que la habitación está fresca. La cama, está algo arrugada y quizá eso nos deja la peor sensación de la llegada.  
No hay rendija para tener que meter la tarjeta de la habitación para conectar la luz, sino que esta se enciende directamente con el interruptor. A la izquierda de la puerta, una pared curva de fibra de vidrio en color salmón es la pared del baño, que ocupa una pieza entera sobreelevada, prefabricada e incrustada en el espacio de la habitación. Junto a la puerta del baño, el display del aire acondicionado, con una rueda para seleccionar la temperatura y varios botones para decidir la potencia, incluida la opción automática. Frente a la puerta del baño, un espejo de cuerpo entero rematado con una lámpara.

Allí mismo encontramos la cama, blanca con dos cómodas almohadas. Grande para ser individual, quizá algo pequeña para doble. Grueso canapé negro sobre el que descansa un colchón fino. Correcta, sin más. Vestida con un nórdico limpio y blanco que debe transpirar poco porque nos levantamos empapados en sudor. Aparece empotrada en un cabecero de madera clara con sendas lámparas de noche con tulipa blanca, y sendos focos direccionables para la lectura, en acero y empotrados en el cabecero. Pequeñas mesillas de una simple plancha de madera a cada lado. Sobre ellas interruptores para apagar las luces de la habitación. No hay enchufes para los equipos electrónicos. 
A continuación de la cama hay una especie de largo maletero en madera. Quizá en algún momento tuvo un cojín, porque tiene unas molduras como si así fuera, pero ahora no hay nada. Al final del mismo, y casi bajo el escritorio que empieza allí mismo, nos encontramos con dos enchufes disponibles (algo lejos de la cama si no llevamos cables largos) y el teléfono.



A los pies de la cama, junto al espejo, hay un estrecho armario que acoge la televisión empotrada en él y un revistero con algunos folletos de información de los servicios del hotel, del servicio de habitaciones...  

La pared del fondo está ocupada por la ventana, con vistas a la parte trasera del hotel con un parking aquí, algunos árboles allá, unas naves industriales más allá y al fondo se adivina el mar entre las libreas de los aviones que entran y salen del aeropuerto de Barcelona. La ventana, de aluminio blanco sólo puede abrirse un poco, y aparece protegida por un stor blanco que sube y baja y una cortina corredera en tonos rojos. Ni el uno ni la otra son capaces de impedir que el sol de la mañana (que nace allí enfrente) inunde la estancia. Pese a ello el descanso es bastante sencillo. El hotel resulta tranquilo, la insonorización exterior fenomenal y la interior, aunque no impecable, bastante mejor que la media. Bajo la ventana hay un largo escritorio de forma curva y sencilla: una madera de madera clara. Sobre él, nada más que un teléfono y al final, en la madera que hace de pared del armario una lámpara de metal con tulipa blanca algo escasa para trabajar. 


El armario, abierto, se ha construido aprovechando la esquina. Muy sencillo con una barra con cuatro perchas antirrobo para colgar, una funda con alguna almohada de sobra y otro módulo contiguo con varias baldas con la bolsa de la ropa sucia. 

El baño es un único cuerpo de fibra de vidrio blanca. Para acceder a él hay que subir un escalón (por debajo deben ir las tuberías e instalaciones). Todo da la sensación de ser de plástico. El lavabo, de color verdoso ofrece algunas muestras amarillentas como de "quemados" de cigarrillos. El grifo, de plástico, imita al metal. Un enorme espejo con una pegatina de ofertas del hotel y dos lamparas alargadas a cada lado que tienen un cierto toque amarillento. Las amenities se ven reducidas a sendos botes anclados a la pared (del lavabo y de la ducha) con jabón. Además hay un par de vasos de plástico y un secador de pelo de escasa potencia. Dos toallas de bañera cuelgan de la barra metálica situada bajo el lavabo. Estas y un pie de ducha componen todo el set de lencería. Escasas de tamaño, calidad y sobradas de uso. 

Pegado al lavabo está el inodoro y allí mismo un rincón que acoge una ducha tras dos puertas de plástico transparente. Temperatura, caudal y presión son formidables. La iluminación del espacio resulta algo fría y desde que se enciende la luz no deja de sonar un molesto extractor de humos, olores, humedad...

Por la mañana el desayuno sería completamente prescindible, de no ser porque allí cerca todavía hay pocas opciones que abran temprano. En la barra del bar se ofrece una especie de selfservice con bandeja: zumo de naranja bastante artificial, y aguas, tortilla de patata precocinada, jamón serrano, york, pavo, queso semicurado, algo de fruta cortada y en piezas, pan, crujientes y recién hechos croissants y napolitanas de chocolate y un bizcocho, cereales, mantequilla y mermelada y café más que correcto servido desde una máquina automática. Los amantes del riesgo también pueden probar el típico café filtrado. Todo atendido por una joven que pone empeño en que nunca falte de nada. 

Tras el desayuno, en recepción la factura se emite con celeridad pero sin más. 

Calidad/precio: 7.5
Servicio: 6
Ambiente: 5
Habitación: 6

Baño: 6
Estado de conservación: 6.5

Desayuno: 6
Valoración General: 6

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