LE MERIDIEN RA BEACH HOTEL & SPA (*****)
Avinguda del Sanatori 143.880 El Vendrell (Tarragona)
Habitación: 009
Fecha de entrada: 02/09/17
Tarifa: 272€ (A+D)
En primera línea de playa, aprovechando un
antiguo sanatorio infantil abandonado el siglo pasado, encontramos este
complejo hotelero con hotel, apartamentos, spa, jardines, piscina y beach club... El acceso en coche se realiza por la calle trasera. Tras la cancela nos
recibe un muchacho de color que nos indica dónde dejar el coche aparcado en un
bonito jardín con grava en el suelo quizá demasiado lleno de coches.
De frente encontramos la entrada a la
recepción tras una puerta automática: un edificio de cristal, de una sola planta en la que a la derecha se ubica el enorme mostrador. Luz natural a raudales (que entra por las paredes de cristal), y techos altos, blancos. Algunas zonas para sentarse, murales antiguos protegidos con cristal, y al fondo un enorme espacio enmoquetado de techos todavía mucho más altos y con arcos de mediopunto elevadísimos en el que se ubica el bar y un paso más allá, tras unas puertas correderas se intuye la terraza y la playa. Alrededor, varias zonas de espera, lectura y tertulia, con una modestísima biblioteca y un par de ordenadores a disposición de los clientes.
En el mostrador nos atiende una joven que tras darnos la bienvenida nos
invita a tomar una copa de cava. Mientras gestiona el rollo del DNI... Nos
explica los servicios y horarios del hotel, así como el funcionamiento del WiFi
que es gratuito y veloz en todo el hotel e incluso en la playa.
Nos entrega las llaves (unas tarjetas de curioso diseño) de la habitación, que
queda en un edificio contiguo. Del equipaje se encarga un mozo que nos lo llevará hasta la habitación algo más tarde. Atravesamos una puerta de cristal y dos largos
pasillos con habitaciones en el lado izquierdo. Suelo de moqueta gris oscura. A la
derecha, una pared blanca con fotos del mar. Las habitaciones
con puertas de madera oscura y los números en placas redondas
retroiluminadas.
Tras la puerta, suelo de madera en color gris
claro. A la derecha la ranura de la llave que ya tiene una insertada para mantener encendido el aire acondicionado, y una repisa baja con un enorme
espejo y dos toallas de playa verdes. Un paso más adelante, otra puerta gris nos
deja en un pasillo que termina en el dormitorio. En ese pasillo a la izquierda
está la puerta del baño y a la derecha, protegido por unas puertas correderas
enormes en tono gris claro un largo armario con zona de colgador (con un
albornoz, una manta) una zona de cajones (con lustrazapatos, calzador y la
bolsa de la ropa sucia), el minibar gratuito (con aguas, zumos y cocacolas) y
la caja fuerte.
Justo enfrente y antes del dormitorio está el
display del aire acondicionado. Marca en digital la temperatura, pero varía
constantemente. Da la sensación de no funcionar demasiado bien. Un botón permite subir o bajar la temperatura y otro la potencia.
Aunque no es muy ruidoso molesta para dormir, sobre todo porque constantemente
parece rearrancarse.
A continuación entramos en el gran dormitorio.
Continúa el suelo de madera, pero las paredes se convierten en blancas. Quizá
demasiado desnudas porque salvo la televisión, nada cuelga de ellas. A la derecha un armario largo de madera en tonos rojizos
con el maletero, varios cajones y un largo escritorio cubierto por cristal.
Bajo él, un enchufe disponible y una papelera metálica. Sobre él, un teléfono
inalambrico y encima una televisión plana colgando de la pared. Delante, una
silla de madera oscura algo incómoda. Nada más.
Al fondo, una enorme cristalera que ocupa toda
la pared, cubierta por un foscurit de tono metálico y un visillo blanco roto. Detrás, una generosa terraza
con dos sillas y una mesa y allí, al mismo rompiendo sobre la balconera de cristal una enorme lámina de agua a modo
de fuente desde la que se ve el mar de forma lateral.
Bajo la ventana, hay una cómoda butaca orejera
color gris con un reposapiés. A la izquierda del dormitorio está la cama.
Enorme. En blanco con sábana y un plaid en tono crudo. Cuatro poderosas
almohadas de distinta dureza. Todo ello enmarcado en un gran cabecero de madera
oscura retroiluminado que ocupa casi toda la pared hasta la ventana.
A cada lado de las camas, sendas mesillas.
Sobre una, el teléfono, unos folletos sobre el hotel, un bloc de notas y un bolígrafo. En la otra un enchufe
disponible y en ambas, interruptores para apagar todas las luces. Sobre ellas,
ancladas a la pared, sendas lámparas de noche con pantallas de tela gris
clara. Estas luces no son buenas para la lectura, pero sobre el cabecero hay dos puntos de luz que ofrecen más que suficiente.
Todo es correcto y funciona perfectamente pero quizá la falta de decoración, o el exceso de blanco haga que la sensación sea algo fría, como distante, sin alma.
El baño es grande. Suelo de pizarra negra, paredes de mármol color arena. Quizá el juego de luces no sea demasiado acertado y añada un punto de frialdad innecesaria a la estancia. A la derecha hay una generosa bañera con un albornoz y las toallas de baño blancas y enormes. A la izquierda separados por mamparas de cristal opaco encontramos una zona con el inodoro y el bidet y otra con la enorme cabina de ducha con dos grifos, uno de teléfono y otro, enorme, efecto lluvia colgando de la pared. Presión, caudal y temperatura son estupendos, tanto como la amplitud del espacio de la ducha. En una bandejita se presenta un bote de champú y otro de gel de la marca Malin+Goetz. Junto a la entrada de la ducha un enorme calientatoallas metálico calefactará la estancia en los meses fríos.
Frente a la puerta encontramos una gran encimera de mármol negro con dos lavabos blancos de elevados grifos modernos. Sobre ella, un enorme espejo que cubre toda la pared. En una pequeña bandeja de plástico entre los dos lavabos se ofrecen dos botes de champú, dos de gel, y dos de crema hidratante (de Malin+Goetz), una generosa pastilla de jabón, un gorro de ducha y un par de vasos. Quizá el set de amenities podría ser más generoso y sorprendente. De la encimera cuelga una barra metálica con dos toallas de mano y bajo ella en dos cajones encontramos en uno un enorme secador de pelo y en otro una caja de kleenex. Por debajo, en una repisa de madera hay más toallas de baño y un par de juegos de zapatillas de felpa con el logo del hotel. Junto a uno de los lavabos hay un espejo de aumento. La presión, el caudal y la temperatura son fantásticos también, aunque en uno de los lavabos cuesta que se vaya el agua.
Por la mañana, en la terraza frente a la playa se sirve el desayuno. La calma es exquisita casi tanto como las vistas. El servicio atento, cercano y rápido ofrece zumo de naranja natural y excelente café servido en la mesa. Dentro, en un enorme salón se encuentra el descomunal buffet de desayuno. Sería imposible describir todo lo que ofrece: zumos naturales variados, smoothies, platos calientes (huevos fritos, revueltos, bacon, chistorra, patatas, judías, croquetas, salchichas, pollo, verduras asadas...), fiambres, salmón, embutidos (butifarras, fuets, chorizo...), quesos, yogures, distintas variedades de pan, bollería crujiente y recién hecha de distintos tipos, mermeladas caseras...
Después en recepción nos preguntan por la estancia y si todo ha estado de nuestro agrado. Mientras nos cobran (incluyendo -sin haber avisado- dos euros para una Unicef) nos suben el coche hasta la puerta.
Calidad/precio: 8.5
Servicio: 9
Ambiente: 9.5
Habitación: 9
Baño: 9
Estado de conservación: 9
Desayuno: 10
Valoración General: 9
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