Avda. Dom José Alves Correira da Silva 120
2495 - 402 Fátima (Portugal)
Habitación: 205
Fecha de entrada: 3/08/2017
Tarifa: 55€ (Habitación cuádruple SA)
El hotel se encuentra en un remozado edificio
de cuatro plantas. Unas ondas de aluminio situadas frente a las terrazas con
luces moradas por la noche le dan un aire algo moderno. En la planta baja, una enorme tienda de recuerdos.
Todo ello situado en los mismos pies de la explanada de oración del
Santuario.
Varias escaleras nos sitúan frente a la puerta
de cristal que hay que abrir tirando y por la que entramos en una estrecha y larga
recepción. Mármol en el suelo. Luz a raudales por la cristalera de la entrada y
la del lateral izquierdo. A la derecha, paredes con espejos y cuatro butacas de
piel blanca para esperar. Un poco más al fondo, dos pequeños mostradores. Uno a
la derecha, con varios soportes con información del hotel y de Fátima. El de la
izquierda atendido por dos simpáticas, y amables jóvenes. Nos piden la documentación
que fotocopian a toda velocidad mientras nos explican los puntos más
importantes del Santuario (lugares que ver, horarios...) y los horarios de los
servicios del hotel.
Nos entregan las llaves de la habitación y el
mando a distancia del aire acondicionado. Tras él, en un adhesivo encontramos
la clave del wifi, gratuito en todo el hotel aunque funciona con algunos
cortes. En general la sensación es de modernidad... de la modernidad que puede
haber en un sitio como Fátima.
Volvemos sobre nuestros pasos y nos
encontramos con el ascensor. Muy moderno, grande y panorámico con vistas al
centro de Congresos Pablo VI. La puerta automática se abre a un pequeño
recibidor con una silla algo rococó sobre la que una placa de metacrilato
recuerda que se guarde silencio porque puede haber clientes durmiendo.
El pasillo al que se abren las habitaciones es
largo. Suelo de mármol, paredes en estuco, puertas de madera oscura brillante.
Un montón de cuadros hechos con las fotografías que (según indica un cartel) ha
ido haciendo la dueña del establecimiento. La sensación es un poco rancia, pero
claro, estamos en Fátima.
La puerta se abre con una llave normal que
cuelga de un pequeño llavero de plástico blanco. Resulta poco robusta y algo
antigua, pero remozada y perfectamente pintada y barnizada. Nada más abrir la
puerta nos impacta un fuerte olor a limpio (una mezcla de detergente y lejía).
Un pasillo nos conduce al dormitorio. El suelo, de limpia madera clara. Las
paredes de estuco crudo. A la derecha, la estrecha puerta de madera del baño. Y
un par de pasos más adelante el dormitorio.
No es pequeño, tampoco grande, pero desde
luego, no sobra espacio. A la derecha dos enormes camas dobles (en la
habitación pueden dormir hasta 4 personas) cubiertas por un cubrecama color
chocolate. Cuatro cojines en tonos arenas a juego con el plaid que hay a los
pies de las camas. Colchón confortable y almohadas correctas. Lencería blanca
limpia y agradable. La cama está hecha con sábana, una pesada manta en tono
azul y una colcha blanca. Todo ello protegido por el cubrecama. Ambas camas se
encuadran en un cabecero largo de madera oscura. Entre ambas hay una mesilla
del mismo color que el cabecero, rematada en cristal sobre el que hay una
lámpara con una pantalla en tono marrón oscuro y un teléfono. En el otro
lado hay otra mesilla a juego con la misma lámpara.
Encima del cabecero, un interruptor para
apagar la luz del dormitorio. El juego de luces no es muy efectista, pero hay
un par de puntos de luz en el techo, no demasiado frío y la lámpara de la
mesilla.
Sobre las camas hay sendos cuadros, y al otro
lado de ellas, junto al balcón, hay un armario ropero exento, con dos puertas
con espejos. El escaso espacio entre la cama y el armario hace que una de las
puertas no pueda abrirse del todo. Dentro del armario, una barra colgadora, una
cajonera y varias mantas suplementarias. Junto al armario, una lámpara de pie
con dos luminarias: una de lectura, y la otra orientada al techo. Sobre el
armario, el aparato de aire acondicionado. Funciona perfectamente con el mando
que nos entregan en recepción. Eficaz y potente, aunque muy ruidoso para dormir
con él encendido.
Allí mismo también encontramos el balcón.
Tiene dos tramos, una ventana, y una puerta de acceso. Ambas son de madera algo
antigua y con los vidrios sumamente finos. Una persiana, que no baja del todo
los aislan un poco del exterior. La zona, ni que decir tiene, es tranquila,
pero el ruido del paso de algún vehículo por la noche, llega a molestar.
Además, al no cerrar del todo la persiana, la luz se cuela en la habitación. La
terraza, pequeña -especialmente porque alberga la máquina del aire
acondicionado-, ofrece vistas al Santuario. La ventana y el balcón están
protegidas por una cortina en tonos arena clara algo hortera.
A los pies de la cama encontramos un maletero
en madera oscura, a juego con el escritorio, rematado en cristal blanco sobre
el que hay una televisión de plasma. Encima del escritorio, un espejo, y sobre
él un punto de luz. Debajo una butaca tapizada en piel blanca, sin respaldo
para poder sentarse a escribir algo. Al otro lado del escritorio, y antes del
balcón, de seguido: una silla, una papelera de plástico blanco y la calefacción
para el invierno.
A cada lado del escritorio hay sendos enchufes
para los aparatos electrónicos. Igual que a cada lado de las camas, aunque
estas, al ser tan grandes, ocultan un poco su presencia.
Tanto paredes como la puerta son bastante
endebles y se escucha demasiado lo que pasa en el pasillo y en las habitaciones
contiguas. Pese a ello el hotel es tranquilo y casi todos los clientes siguen
el mismo horario (vuelta al hotel tras la procesión de las antorchas).
El baño es nuevo. Algo escaso de tamaño, pero
nuevo. Hay un pequeño escalón para acceder a él. Suelo de mármol y paredes del
mismo material. Todo en color arena. Dos puntos de luz en el techo crean una
sensación poco luminosa, especialmente delante del espejo. A la izquierda un
inodoro y un bidet de corte moderno. A la derecha, en una larga encimera de
granito gris un lavabo rectangular. Sobre él un gran espejo. Bajo él, una
vieja banqueta plegable y una papelera. Un espejo de aumento, un flojo secador
de pelo. Sobre la encimera, unos cuantos sobres de champú y gel y varias
pastillas de jabón. Un par de vasos de cristal.
Frente a la puerta, la ducha, larga y estrecha
totalmente cerrada con una mampara de cristal. Dentro, porcelana blanca en el
suelo. La ducha se remata con un grifo de teléfono algo pequeño pero del que
sale agua con una presión y un caudal envidiables. Igualmente ocurre en el
grifo del lavabo. Sobre el bidet, en una repisa metálica se presenta la
lencería. Cuatro enormes toallas de ducha y cuatro de lavabo. Limpias y
nuevas.
En el baño el olor a lejía y detergente se
hace especialmente profundo.
Por la mañana salimos muy temprano. La
despedida es súper rápida. Pago y listos. La señora que nos atiende en
recepción nos lleva amablemente por el interior del hotel (zona de servicios)
hasta el garaje, para no tener que salir por la calle.
Calidad/precio: 8
Ambiente: 6.5
Habitación: 6.5
Baño: 7.5
Estado de conservación: 7.5
Desayuno:
Valoración General: 7
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