Passeig del Taulat 278
08019 Barcelona
Habitación: 1508
Fecha de entrada: 06/07/2016
Tarifa:
Al final de ciudad, donde la Diagonal acaba en el mar, en la zona construida para albergar el Forum, rodeado de hoteles y de edificios corporativos de moderno diseño, sedes de compañías mayormente tecnológicas, en un enorme edificio, la cadena AC gestiona uno de sus buques insignia en la ciudad. 22 plantas en una arquitectura rompedora como de cuatro bloques cosidos y rematados con un enorme logo de la compañía.
Una anchísima acera nos separa el taxi de la entrada del hotel, en forma de puerta giratoria. Tras ella un enorme espacio en todos los sentidos: alto, ancho y largo. Dos paredes de cristal llenan el lobby de luz. Sensación de modernidad, vanguardia y diseño, aunque ya demasiado visto, y quizá algo frío. Tres puestos de recepción allí al fondo a la izquierda quedan casi invisibles ante la magnitud de las proporciones. Hasta el mostrador, unos cuantos sofás, butacones, pufs, y mesas bajas para la tertulia y el compartir. Algunas librerías con volúmenes sobre diseño y arte. Iluminación bastante efectista y suelo de brillante mármol.
El mostrador de recepción, en mica blanca retroiluminada tiene tres puestos de trabajo. Las pantallas del ordenador sobre el mostrador, hacen como un parapeto entre el huésped y el recepcionista. Allí, al otro lado, aunque el trato es simpático es un poco peñazo: el dni, la tarjeta de crédito, ahora le tengo que hacer un bloqueo en la tarjeta, ahora dígame su código postal, ahora dígame... Es medianoche, estoy fundido... he venido a dormir, no a alimentar una base de datos... A cambio, quizá, nos ofrecen sin coste, por ser gold de la cadena, una junior suite. Al final nos explican los horarios de los servicios y nos dan una clave para el wifi gratuito (sólo para miembros Marriott) que funciona de forma veloz en todo el edificio. Si uno no es miembro Marriott ha de pagar 8€ por día.
Unos pasos más al fondo encontramos los ascensores. Hay seis. Enormes, muy anchos, luminosos y rodeados de espejos. Una botonera plateada junto a un cartel que indicia la distribución del hotel. Sube rápido hasta nuestra planta 15. Salimos a un hall con dos ventanas con vistas al mar. A la izquierda se abre el pasillo de las habitaciones. Casi en penumbra. Luces solamente sobre las puertas de las habitaciones. Suelo de moqueta gris filamentosa. Paredes a juego y puertas marrón oscuro con pomos plateados y placas con los números de las habitaciones también plateadas y con un toque verde en el número.
Tras la puerta, la sensación es de frío. El aire acondicionado debe llevar unas cuantas horas encendido y hace mucho frío. Además de frío, la sensación también es de repetición: un AC más. Da igual que sea Barcelona, Miami, Badajoz o Murcia. En un corto pasillo se ubica, a la derecha, la ranura para que la tarjeta de la habitación encienda las luces, el display del aire acondicionado que funciona de maravilla y casi silenciosamente con tres botones (una rueda de temperatura, un selector de potencia y otro de frío o calor), y un armario estrecho y alto con el minibar tras una puerta de cristal y varios snacks en una balda a media altura.
Una anchísima acera nos separa el taxi de la entrada del hotel, en forma de puerta giratoria. Tras ella un enorme espacio en todos los sentidos: alto, ancho y largo. Dos paredes de cristal llenan el lobby de luz. Sensación de modernidad, vanguardia y diseño, aunque ya demasiado visto, y quizá algo frío. Tres puestos de recepción allí al fondo a la izquierda quedan casi invisibles ante la magnitud de las proporciones. Hasta el mostrador, unos cuantos sofás, butacones, pufs, y mesas bajas para la tertulia y el compartir. Algunas librerías con volúmenes sobre diseño y arte. Iluminación bastante efectista y suelo de brillante mármol.
El mostrador de recepción, en mica blanca retroiluminada tiene tres puestos de trabajo. Las pantallas del ordenador sobre el mostrador, hacen como un parapeto entre el huésped y el recepcionista. Allí, al otro lado, aunque el trato es simpático es un poco peñazo: el dni, la tarjeta de crédito, ahora le tengo que hacer un bloqueo en la tarjeta, ahora dígame su código postal, ahora dígame... Es medianoche, estoy fundido... he venido a dormir, no a alimentar una base de datos... A cambio, quizá, nos ofrecen sin coste, por ser gold de la cadena, una junior suite. Al final nos explican los horarios de los servicios y nos dan una clave para el wifi gratuito (sólo para miembros Marriott) que funciona de forma veloz en todo el edificio. Si uno no es miembro Marriott ha de pagar 8€ por día.
Unos pasos más al fondo encontramos los ascensores. Hay seis. Enormes, muy anchos, luminosos y rodeados de espejos. Una botonera plateada junto a un cartel que indicia la distribución del hotel. Sube rápido hasta nuestra planta 15. Salimos a un hall con dos ventanas con vistas al mar. A la izquierda se abre el pasillo de las habitaciones. Casi en penumbra. Luces solamente sobre las puertas de las habitaciones. Suelo de moqueta gris filamentosa. Paredes a juego y puertas marrón oscuro con pomos plateados y placas con los números de las habitaciones también plateadas y con un toque verde en el número.
Tras la puerta, la sensación es de frío. El aire acondicionado debe llevar unas cuantas horas encendido y hace mucho frío. Además de frío, la sensación también es de repetición: un AC más. Da igual que sea Barcelona, Miami, Badajoz o Murcia. En un corto pasillo se ubica, a la derecha, la ranura para que la tarjeta de la habitación encienda las luces, el display del aire acondicionado que funciona de maravilla y casi silenciosamente con tres botones (una rueda de temperatura, un selector de potencia y otro de frío o calor), y un armario estrecho y alto con el minibar tras una puerta de cristal y varios snacks en una balda a media altura.
Paredes en vescom color arena con alguna junta algo despegada y suelo de madera oscura cuidada. Tras ese pasillo, una sala de estar. Amplia. Con una alfombra en tonos grises y marrones cubriendo casi la mitad del espacio. Un sofá doble de piel marrón; sobre él un enorme cuadro de un caracol; una butaca con cojines claros, una mesa de centro con dos revistas, y una mesa baja con una lámpara y un libro sobre la cadena. Frente al sofá doble y junto a una gran lámpara de pié direccionable, un enorme plasma y una cadena de sonido con un CD de música relajante a nuestra disposición. La pared del fondo, una enorme ventana a media altura cubierta con unos visillos negros y un potente foscurit. Las vistas, amplísimas al centro comercial y a la ciudad de Barcelona, donde descubrimos además del Tibidabo allá arriba, las torres de la Sagrada Familia algo más cerca.
En esa misma estancia hay un escritorio de los clásicos de la cadena. Con varios cajoncitos, una lámpara de mesa, un teléfono y una silla de piel oscura bastante cómoda. Junto al escritorio una papelera metálica y un enchufe disponible para conectar nuestro portátil. El wifi es gratuito Allí al lado una enorme puerta corredera nos separa del dormitorio.
El espacio del dormitorio también es generoso. Una enorme cama blanca con un pie de cama en color negro brillante. Confortable. Sin más. Vestida con agradables sábanas y un leve nórdico. El enorme colchón está recubierto con un topper más pequeño que el colchón, por lo que alrededor de la cama queda un cuadrado de distinta "altura". A cada lado sendas mesillas de madera algo "machacadas" por el paso del tiempo y los clientes, con enchufes a cada lado para los gadets tecnológicos. En una de ellas hay un libro sobre Barcelona. En la otra, un bloc de notas, un bolígrafo, el teléfono y una tarjeta para solicitar el desayuno en la habitación. El cabecero de madera tiene dos incrustaciones en piel cruda sobre las mesillas y en ellas dos lámparas de noche, y dos lámparas direccionables de lectura. Con lo efectista que podía ser la iluminación, han decidido dos opciones: todo apagado o todo encendido. Sin más. ¿La ventaja? Que ninguna luz se queda encendida sin poder apagarla desde la cama. ¿La desventaja? que no es posible crear distintos ambientes en función de lo que uno esté haciendo: trabajar, ver la tele, charlar...
A los pies de la cama, otro enorme plasma sobre una larga cajonera y otra lámpara de pie direccionable. La pared de la izquierda es otra enorme ventana con las mismas vistas, protegida por otro visillo negro y un foscurit que consigue parar la luz de la mañana barcelonesa, que en una avenida tan ancha es muchísima y desde bien temprano.
A los pies de la cama, otro enorme plasma sobre una larga cajonera y otra lámpara de pie direccionable. La pared de la izquierda es otra enorme ventana con las mismas vistas, protegida por otro visillo negro y un foscurit que consigue parar la luz de la mañana barcelonesa, que en una avenida tan ancha es muchísima y desde bien temprano.
A la derecha de la puerta del dormitorio encontramos la zona del baño y vestidor. Seguimos con el suelo de madera y el vescom en las paredes y enfrente encontramos el lavabo. De cristal, como en casi toda la cadena. Con un espejo enorme iluminado enfrente. Sobre la encimera, dos toallas pequeñas, una pastilla de jabón en forma de pelota de golf, champú, gel, acondicionador y leche corporal. Bajo la encimera, en una ligera mesita auxiliar de metal, un completo set de amenities (set dental, de afeitado, gorro de baño, kleenex, lustrazapatos y zapatillas de ducha). Colgando de la pared un potente secador.
A la derecha del lavabo y haciendo una L encontramos el vestidor con un alto maletero y un armario sin puerta en el que además de zona para colgar perchas hay varias baldas. En una de ellas, la caja fuerte. A la izquierda del lavabo, y tras una puerta de cristal el resto del baño.
Suelo y paredes aparecen ahora en mármol verde. Muy limpio. Una enorme bañera, un inodoro y un bidet. Y tras otra puerta de cristal una enorme cabina de ducha con dos duchas una frente a la otra. La pared de la ducha, de mármol verdoso, y el suelo, de cerámica marrón muy agradable y brillante. A priori la ducha resulta tremendamente atractiva. Quizá el remate, en un grifo de teléfono, no sea lo que un espacio así merece, pero bueno. Pero al abrir el agua se nos va toda la ilusión. La presión es mínima. Mínima. Ni caudal, ni presión. Para colmo la temperatura es o fría o muy caliente. Terriblemente caliente. My goce in the poce. Tres toallas de baño grandes y mullidas y dos albornoces completan el juego de lencería.
Por la mañana, el desayuno se sirve en una planta intermedia en un largo y acristalado salón con vistas a la calle. El surtido es descomunal: platos calientes (huevos revueltos, tortillas, bacon, salchichas, rollitos...), fruta cortada, fiambres (jamón, chorizo, lomo, pavo), quesos, mini bocadillos, mini sandwiches, bollería crujiente y recién hecha, zumos de frutas naturales, variedad de panes... lástima que el café sea para salir corriendo. Pero corriendo.
Lástima que en recepción no nos dejen. El check out es un auténtico peñazo. Hay que volver a dar todos los datos otra vez, la tarjeta, tienen no se qué problema con el ordenador... Al final no sabemos si nos preguntan o no por el minibar, pero sí que estamos allí casi 10 minutos para lo que debería costar más de 50 segundos.
A la derecha del lavabo y haciendo una L encontramos el vestidor con un alto maletero y un armario sin puerta en el que además de zona para colgar perchas hay varias baldas. En una de ellas, la caja fuerte. A la izquierda del lavabo, y tras una puerta de cristal el resto del baño.
Suelo y paredes aparecen ahora en mármol verde. Muy limpio. Una enorme bañera, un inodoro y un bidet. Y tras otra puerta de cristal una enorme cabina de ducha con dos duchas una frente a la otra. La pared de la ducha, de mármol verdoso, y el suelo, de cerámica marrón muy agradable y brillante. A priori la ducha resulta tremendamente atractiva. Quizá el remate, en un grifo de teléfono, no sea lo que un espacio así merece, pero bueno. Pero al abrir el agua se nos va toda la ilusión. La presión es mínima. Mínima. Ni caudal, ni presión. Para colmo la temperatura es o fría o muy caliente. Terriblemente caliente. My goce in the poce. Tres toallas de baño grandes y mullidas y dos albornoces completan el juego de lencería.
Por la mañana, el desayuno se sirve en una planta intermedia en un largo y acristalado salón con vistas a la calle. El surtido es descomunal: platos calientes (huevos revueltos, tortillas, bacon, salchichas, rollitos...), fruta cortada, fiambres (jamón, chorizo, lomo, pavo), quesos, mini bocadillos, mini sandwiches, bollería crujiente y recién hecha, zumos de frutas naturales, variedad de panes... lástima que el café sea para salir corriendo. Pero corriendo.
Lástima que en recepción no nos dejen. El check out es un auténtico peñazo. Hay que volver a dar todos los datos otra vez, la tarjeta, tienen no se qué problema con el ordenador... Al final no sabemos si nos preguntan o no por el minibar, pero sí que estamos allí casi 10 minutos para lo que debería costar más de 50 segundos.
Servicio: 6
Ambiente: 6
Habitación: 7.5
Baño: 5
Estado de conservación:7.5
Desayuno: 8
Valoración General: 7
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