VIRXE DA CERCA (****)
Rua da Virxe da Cerca 27
15703 Santiago de Compostela (Coruña)
Habitación: 106
Fecha de entrada: 16/09/15
Tarifa:
Un discreto palacio de piedra gallega y tres alturas alberga este hotel ubicado junto a la entrada al centro más histórico de la ciudad, frente al Mercado de abastos. La entrada pasa desapercibida en una calle que soporta cierto tráfico y con estrechas aceras. Apenas dos pequeñas farolitas ubicadas a cada lado de la puerta y un cartel en negro nos indican su presencia.
La puerta, grande y doble enrasada con la fachada nos introduce a un pequeño espacio en el que encontramos otra pesada puerta de madera y cristal que nos abre el acceso a la recepción. Nada espectacular y con un punto algo antiguo. Un enorme mostrador de madera, en forma de L, pesado y contundente. Algunos muebles de madera clara a modo de vitrinas, suelo de piedra y un ambiente algo decadente rodea la estancia. Tras el mostrador nos atienden correctamente. Nos piden el número de DNI y al ver que ya hemos estado otras veces nos entregan la llave de la habitación y la clave del wifi. El empleado se hace un pequeño lío con algo de la factura que no conseguimos entender pero como es muy tarde, lo deja y nos vamos a descansar.
A través de una puerta situada a nuestra espalda accedemos a otro distribuidor que nos da acceso al restaurante (escaleras hacia abajo) a una sala de estar y lectura y a las habitaciones (ascensor o escaleras). Suelos de madera recubiertos con tupidas alfombras, y una escalera algo monumental, con pasamanos de madera y estatuas a sus costados nos conduce al primero piso donde justo en el rellano se encuentra nuestra habitación. En el rellano más armarios de pesada madera que contrastan con modernas esculturas y con algunos carteles que invitan al silencio.
La puerta de la habitación en madera oscura nos introduce en una habitación alargada, con iluminación algo antigua pero cálida. Suelo de madera oscura recubierto con algunas alfombras en tonos rojizos. A la izquierda, una enorme pared de piedra antigua, monumental. En ella se suceden un pequeño escritorio encastrado dentro de la pared, con un espejo y una lámpara, un maletero, el minibar exento y bien surtido y la televisión plana sobre él. Al fondo de la habitación, tras unas puertas de aluminio blanco y cristal encontramos una coqueta terraza, cerrada, con un par de sillas y una mesa sobre la que se ofrecen algunos libros y revistas. La terraza se remata con una cristalera antigua, de madera, que ofrece vistas al pequeño jardín del hotel en primera instancia y al Seminario de Belvis al fondo.
Junto a la terraza hay un equipo autónomo de aire acondicionado, que se maneja desde un display digital anexo, bastante sencillo y simple. Aunque funciona perfectamente, incluso en modo automático, el ruido es excesivo para dormir con él puesto. En el techo una poderosa lámpara de madera ilumina el conjunto.
El resto de la habitación aparece pintada en un tono amarillento, algo triste, a juego con el tono del nórdico de hilo que ofrece la cama. Cómoda y agradable. Amplia para ser de una persona, algo justa para dos. Con varios tipos de almohadas y cojines. Un cabecero de barrotes de acero, sujeto a la pared y dos mesillas, una a cada lado, cierran el mobiliario de esa zona. Sobre las mesillas dos lámparas de noche, con luz potente incluso para la lectura. Sobre una de las mesillas se ofrece un librito de relatos sobre Compostela. En la otra un teléfono y un pequeño bloc de notas y un lapicero. A ambos lados hay interruptores (de Ticino) para apagar toda la luz de la habitación y sendos enchufes para los aparatos electrónicos. Los portillos de aluminio del balcón de la terraza ayudan a que la oscuridad sea total. Aún así la insonorización interior deja algo que desear. Se escuchan las puertas de otras habitaciones, voces por el pasillo y algunos ruidos en las habitaciones contiguas.
El baño resulta algo pequeño. Suelo de porcelana blanca y alicatado del mismo modo hasta media altura. Desde ahí al techo, pared de color amarillento. Como amarillenta también es la luz (sobre el espejo y en el techo) que se ofrece. Con un grifo algo antiguo y que deja ver demasiado el paso del tiempo, el lavabo es exento sin apenas espacio para dejar los útiles de aseo. Sobre él, cuelga un espejo iluminado. A su izquierda una pequeña balda donde se presentan parte de las amenities. El resto se ofrecen en una pequeña cesta de mimbre sobre el lavabo. El surtido es amplio (peine, set dental, afeitado, jabón...) aunque no se distingue champú de gel de baño.
El inodoro, situado entre el lavabo y la bañera es moderno, y su tapa en color madera. Sobre él se disponen en un toallero dos toallas de mano. La bañera, protegida por una mampara de cristal ofrece una grifería igualmente vieja aunque la ducha funciona correctamente en cuanto a temperatura y caudal. Quizá le falta un punto de presión. Dos enormes toallas de baño, bastante mullidas y un secador de escasa potencia completan la oferta del baño.
Por la mañana, en una especie de coqueto y algo abigarrado invernadero se sirve el desayuno. El surtido es algo escaso (huevos fritos, bacon, fiambres y quesos, panes, bollería, tartas -de Santiago-, algo de fruta y zumo de naranja natural) y presentado de forma poco atractivo. La máquina de café no funciona y la alternativa es uno de esos brebajes oscuros que se sirven en taza de café y que a su través se ve el fondo.
Al irnos, tras el mostrador todo es correcto. Sin más. Y la inevitable pregunta del minibar.
Calidad/precio:
Servicio: 6
Habitación: 7
Baño: 7
Estado de Conservación: 7
Valoración General: 6.5
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