Alfredo Brañas 5
15007 Santiago de Compostela (La Coruña)
Hab: 131
Fecha de entrada: 06/06/2018
Tarifa:
En el centro comercial y de negocios de la ciudad compostelana, en una calle tranquila, casi peatonal, en medio de una manzana de viviendas, encontramos un edificio de seis alturas, en granito gris con grandes ventanas cuadradas de aluminio cobrizo, y un bonito chaflán. La entrada, con una decena de escaleras recubiertas por una alfombra roja y barandillas doradas, se encuentra bajo un pórtico de metal labrado con el nombre del hotel entre dos grandes lamparones simétricos. Conforme subimos las escaleras, a cada lado hay varios paneles con el nombre y el logo del hotel. Todo resulta demasiado rococó y algo recargado.
Si esta es la sensación desde la calle, dentro todavía lo es más. Un lujo clásico excesivamente recargado y abigarrado. Brillantes suelos de mármol marrón y blanco; paredes recubiertas en maderas labradas; preciosas mesas con incrustaciones decorativas de colores; sofás de piel enormes que invitan más que a la tertulia al profundo descanso; lámparas de cristal colgando del techo; escaleras en forma semicircular con labradas rejas y pasamanos; paredes cubiertas con bellos murales, y una pared completa abierta a la calle a través de unos enormes ventanales recubiertos de cuidadas cortinas junto a las que hay lámparas de piel y algunas butacas.
En el poderoso mostrador de recepción, en madera y mármol azulado, con tres cuerpos separados por poderosas columnas blancas, y situado frente a una pequeña tienda acristalada que vende recuerdos, ropas, libros y algún producto de conveniencia, nos atiende rápida y eficazmente un joven que enseguida chequea nuestra reserva y nos entrega la tarjeta que servirá de llave de la habitación. Recorremos un pasillo serpenteante que nos hace subir y bajar un par de escalones varias veces. A veces el suelo es de mármol y otras aparece recubierto por una gruesa moqueta granate.
Al final, a mano izquierda, tras una labrada puerta con molduras en la que hay que insertar la tarjeta accedemos a nuestra habitación. El espacio que se presenta resulta grande, generosísimo. Moqueta rojiza en el suelo. Limpia y gruesa. Paredes enteladas en tonos amarillentos con elegantes dibujos geométricos, con un alicatado en madera hasta media altura. Ranura para activar la luz con la tarjeta e interruptores varios. Pasillo ancho que nos dirige al dormitorio. Antes, a la derecha está el baño, sin puerta, con un enorme arco que da acceso al lavabo y al armario. Un poco más a la derecha, tras una puerta, el resto del baño (inodoro, bidet y ducha).
El dormitorio es grande. Gigante. Colosal. El aire es un poco recargado y con una elegancia quizá algo pasada. A la izquierda una mesa de escritorio, de corte antiguo, en madera rojiza, con algunos cajones y recubierta con un cristal. Junto a ella, una lámpara de metal con pantalla. Dos enchufes disponibles. Bajo la mesa una papelera y una silla también algo rococó a juego de la mesa tapizada en terciopelo azul, quizá algo baja para trabajar. A continuación de la mesa, y antes de la ventana, un armario de madera también rojiza con el minibar en su interior, y encima una pantalla plana de televisión.
La
pared del fondo está completamente ocupada por por las ventanas, con doble contraventana, algo antigua pero sumamente efectiva. Recubiertas por un visillo blanco y un foscurit en tono marrón verdoso. Todo ello cubre toda la pared, aunque por los extremos se cuela la luz de la mañana. Las vistas son a un amplio patio vecinal con mucha luz. Tanto la insonorización exterior como la interior del hotel resultan envidiables. Bajo la ventana
hay una mesa de centro, rectangular, clásica, en metal y cristal. Sobre ella,
un libro con información sobre los hoteles de la compañía.
A la
derecha de la entrada del dormitorio está el display del aire acondicionado.
Una rueda para la temperatura y tres barras para seleccionar frío/calor, intensidad (sin opción automática) y el encendido y apagado. Funciona de forma sumamente silenciosa, aunque no conseguimos que saque aire todo lo caliente que hubiéramos deseado. Bajo el display, se presenta un generoso maletero de madera a lamas.
A la derecha, empotrada en una pared con un cabecero de madera de lado a lado se presenta la cama. Enorme, blanca, cubierta por un agradable nórdico con elegantes listas blancas. Cuatro almohadas de distinta dureza. A cada lado, sendas mesillas de madera, a juego con el resto del mobiliario rematadas en cristal. Sobre una de ellas el teléfono y el mando de la televisión. Ancladas al cabecero sendas lámparas metálicas de brazo extensible y tulipa en tono crudo. Varios interruptores a cada lado
permiten jugar con la luz de la habitación para crear un espacio más acogedor.
Bajo las mesillas, pero fácilmente accesibles, enchufes para los aparatos
electrónicos. Por encima de la cama, cuelga de la pared un gran cuadro abstracto de motivos vegetales en tonos verdosos.
Frente
al lavabo está el armario en un espacio amplio y luminoso revestido de mármol
crudo en suelo y paredes. Dos puertas de madera como de contraventanas recogen
un generoso armario con colgador largo, corto, cajones y una caja fuerte.
Además allí se ofrece un lustrazapatos, la bolsa de la lavandería y una decena de perchas
antirrobo. También hay una manta extra y una almohada en una balda situada en la parte superior.
La zona de lavabo es amplia. Una pila clásica, ovalada de porcelana blanca aparece incrustada en una generosa encimera. Grifo monomando con presión y caudal correctos. Sobre la encimera, en una bandeja plástico se ofrecen dos botes de champú y gel de
baño, dos pastillas de jabón y dos gorros de ducha. Anclados a la pared, un espejo de aumento y un secador de escasa potencia. De dos toalleros cuelgan sendas toallas de lavabo de buena calidad y tamaño.
Un
paso más adentro y tras una puerta hay otro gran espacio con el inodoro, el
bidet, una papelera metálica de pedal y sobre ella un par de perchas. Además, una bañera protegida por una mampara de cristal. Dentro, una ducha
rematada en un grifo de teléfono algo desgastado que ofrece una presión y un
caudal simplemente correcto. La temperatura oscila un poco. El soporte que
sostiene la mampara de lado a lado de la bañera puede resultar algo incómodo para los más altos. Dentro
de la bañera, en un toallero algo caído se ofrecen dos descomunales toallas de baño,
blancas con el logo del hotel en brillante dorado. Junto a ellas, una gran alfombrilla de ducha.
Por la mañana en
la recepción la despedida es cálida y agradable. Atentos al minibar, pero
también a nuestras necesidades con el equipaje, de orientación...
Calidad/precio:
Servicio: 8.5
Ambiente: 8.5
Habitación: 8
Baño: 7.5
Estado de conservación: 8.5
Desayuno: 9
Valoración General: 8.5
Servicio: 8.5
Ambiente: 8.5
Habitación: 8
Baño: 7.5
Estado de conservación: 8.5
Desayuno: 9
Valoración General: 8.5
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